Por Federico Gastón Addisi
El mes de Octubre en la Historia Argentina es un mes asociado a la Lealtad del pueblo argentino para con sus líderes naturales.
Un 17 de octubre de 1945 el pueblo argentino rescató de su cautiverio al por entonces Coronel Perón, constituyendo de ahí en más lo que actualmente se conoce como “Día de la Lealtad”.
Varios años antes, un 11 de octubre de 1833, el pueblo de la ciudad y la campaña de Buenos Aires se levantaron ante
Hacia mediados de 1832 el partido Federal estaba ferozmente dividido entre los «doctrinarios», «cismáticos» o «lomos negros» y los leales al Restaurador, los «ortodoxos» o «apostólicos». La Legislatura de Bs. As le ofreció varias veces a Rosas que ejerciera nuevamente el cargo de gobernador. Este rechazó la oferta, y en cambio comenzó a preparar una expedición al desierto para extender y asegurar las líneas de frontera, rescatar cautivos, y afianzar la política con los indios amigos.
El resultado de su expedición fue la conquista para nuestro país de cerca de 100.000 kilómetros cuadrados de territorio hasta Neuquén y Río Negro en los Andes, rescatando también a dos mil blancos cautivos de las tolderías.
Desde la ciudad no llegaban noticias alentadoras, pues la misma se encontraba en un clima de ebullición política. Juan Ramón Balcarce había asumido la gobernación de Buenos Aires y desde el principio mismo de su gestión tuvo problemas, sobre todo, con la designación como ministro de Guerra al general Enrique Martínez, referente y director de la facción federal sin Rosas, sin los hombres de Rosas y sin la política de Rosas.
El aire enrarecido llegó a su punto más álgido cuando un tribunal iba a sesionar para enjuiciar al “Restaurador de las Leyes”, claro que no se trataba de Juan Manuel de Rosas, sino del diario que llevaba ese nombre y que constituía el órgano de prensa de los apostólicos. Ese día la ciudad amaneció empapelada con grandes afiches que en letras tipo
Una multitud se congregó en el Cabildo, sede de la administración de justicia, ocupando las galerías y el patio. El griterío y las consignas hicieron imposible que se lleve adelante la sesión. El pueblo común, la “chusma”, el gauchaje, era el núcleo esencial del levantamiento. No eran los “federales de categoría”, aunque también ellos participaron, sino el conjunto de un pueblo agradecido que pedía por su conductor. Moviendo los hilos de la “Revolución de los Restauradores”, se encontraba nada menos que la Heroína de la Federación, Doña Encarnación Ezcurra. Ella misma se lo expresaba a Don Juan Manuel un tiempo antes del levantamiento: “Cada día están mejor dispuestos los paisanos, y si no fuera que temen tu desaprobación, ya estarían reunidos para acabar con estos pícaros antes que tengan más recursos» (23/ago/1833). Rosas no contestaba. «Yo les hago frente a todos y lo mismo me peleo con los cismáticos que con los apostólicos… aquí a mi casa no pisan sino los decididos» (14/sep/1833). Rosas guardaba silencio.
La “Revolución de los Restauradores” fue no sólo una revolución política, sino también social. En la misma, como quedó dicho, participaron caudillos de barrio y sus séquitos de hombres de avería con soldados y guerreros de la independencia, a gauchos de «hacha y chuza» con hacendados de la viejas familias patricias como los Anchorena, Arana y Terrero. Había hecho su “debut” la Sociedad Popular Restauradora, más conocida como “La Mazorca”.
El 1º de noviembre Pinedo dio la orden de avanzar sobre la ciudad. Sus fuerzas sumaban 7.000 milicianos armados. La Legislatura, pidió veinticuatro horas. Al día siguiente cayó el gobierno de Balcarce. A este lo sucedió Viamonte quien también duró poco en el poder. El vacío político que producía gobernar sin la voluntad mayoritaria –que quería a Rosas en el poder- hacía imposible cualquier gestión.
A la caída de Viamonte le sucedió en la dilación de la resolución de la crisis el interinato de Manuel Maza, presidente de la Legislatura. Pero en febrero del año siguiente, fue asesinado vilmente el general Quiroga en Barranca Yaco.
La Legislatura de Buenos Aires sancionó entonces la ley del 7 de marzo de 1935, por la que se otorgaba el gobierno a don Juan Manuel de Rosas por cinco años, y con la suma del poder público. Pero Rosas no aceptó. Para hacerlo pidió que se convoque a un plebiscito que dotará de legitimidad un gobierno de tales características.
El plebiscito del 26 de marzo de 1835 arrojó un resultado aplastante: 9.316 votos a favor y 4 en contra. Era el triunfo definitivo de Rosas y de la “Revolución de los Restauradores” iniciada el 11 de octubre de 1833.