A pesar de la modificación del recuerdo del 12 de Octubre, dejando de ser el Día de la Hispanidad –tal como Irigoyen y Perón lo habían querido- para pasar a ser el día de la diversidad cultural, nosotros reivindicamos con la Tradición, el valor de la Hispanidad.
A partir de la llegada de Colón a nuestra América, en aquél lejano 1492, en donde España alcanza la gloria de descubrir un nuevo continente para la Cristiandad.
Pero no vamos a hacer aquí un análisis histórico de la conquista. Más bien pretendemos destacar los valores de los que somos parte y legatarios y que constituyen hoy día la única reserva que se opone a los designios del Nuevo Orden Mundial.
Occidente; Reforma Protestante, Revolución Francesa y Bolchevique mediante, a abjurado de la Cristiandad de la que era sinónimo. De ahí que nosotros afirmamos que en la actualidad, Occidente es el catolicismo y para precisar más aún; hoy en día Occidente sobrevive en la Hispanidad. ¿Cómo es posible que España, y ésta va a ser su gloria por los siglos de los siglos -aunque haya movimientos indigenistas que pretendan diluir esta gloria-, haya descubierto para Occidente, y el mundo un nuevo continente ganado para la cristiandad, y aún se ponga en duda su pertenencia (fundacional por cierto) a ése mismo mundo? Por lo tanto Hispanoamérica y no Latinoamérica que va a ser un concepto introducido por Napoleón III, de neto corte francés e imperialista, para justificar la expansión del imperio en América, que es el legado que España le da a la humanidad, es claramente parte de occidente y por lo tanto de la hispanidad. En forma categórica y análoga a la nuestra se expresaba Alberto Buela: “En cuanto a nuestra distinción de la América del Norte, consideramos que la más lograda es la realizada por un desengañado sajón americano cuando demarcando las diferencias de las dos conciencias que viven en el continente dice: “Vosotros (por los Hispanoamericanos) habéis sido menos zapados por la fea Edad Moderna, menos corrompidos por el falso humanismo y racionalismo. Estás más cerca del sentido de la vida humana, como drama trágico y divino, pues estáis más cerca de la Edad Media Cristiana, en la que todos los valores de Judea, Grecia y Roma, formaron parte de un organismo cósmico. Tenéis valores, mientras que nosotros (los yanquis) sólo tenemos entusiasmo (voluntad tecnológica y empresarial)” (…) “Así, pues consideramos la América Hispánica como una unidad geográfica, cultural, lingüística y religiosa indivisible. Esta “nación colosal”, este espacio geográfico único en el mundo entero, tiene desde el punto de vista político, también una identidad común. Pero esta identidad común esta forjada, no tanto por los objetivos comunes a realizar como por la naturaleza del enemigo común que siempre la unifica.
Se confirma nuevamente la idea del pensador alemán Carl Schmitt, cuando en las primeras líneas de su obra “El concepto de la política” afirma que “la distinción política fundamental es la distinción entre el amigo y el enemigo” (entendido éste como hostis y no como inimicus). Para Hispanoamérica, el enemigo no es otro que el imperialismo anglosajón (…) Nosotros forjamos nuestra identidad asumiendo la fuerza vital y los valores de la Europa anterior a la Revolución Mundial los que han sido transformados por la formidable matriz americana. Es por ello que nosotros nos hemos reconocido en la noción de Occidente y que no era otra cosa, para nosotros americanos, que lo que Europa tenía de mejor. De tal manera que la cuestión queda planteada de la siguiente manera: Si nosotros entendemos por Occidente esta base común que hemos explicitado en el curso de esta intervención, Hispanoamérica no es solamente el más occidental de los continentes, sino que conserva en su seno la única esperanza de fundar un nuevo arraigo. Porque esa conciencia europea que llegó a la América Hispánica no pasó por los diferentes estadios de la denominada Revolución Mundial; es decir, Reforma, Revolución Francesa, Revolución Bolchevique y Revolución Tecnotrónica sino que, incluso hasta la última ola inmigratoria, posee como “núcleo aglutinado de su conciencia” una cosmovisión que es anterior, en el tiempo, al comienzo de la Revolución Mundial”.
Lo diremos sin rodeos: para nosotros Occidente, hoy día, es la Hispanidad. Por supuesto que esta definición no será del agrado de los cultores del Nuevo Orden Mundial que no sólo buscan la preeminencia en el orbe a través del dinero y el capitalismo financiero usurero, sino que además buscan la hegemonía cultural universal. Pero que no levanten la voz con tantos bríos. Porque si hay un ejemplo que puede sintetizar los valores de Occidente a lo largo de la historia, esa es Hispanoamérica. Y varios pensadores han definido con claridad qué es la hispanidad, por ejemplo Ramiro de Maeztu en su Defensa de la Hispanidad, García Morente y tantos otros. Decía Maeztu en las pags 20 y 22 del citado libro “La Hispanidad no es cuestion de raza y sería un absurdo buscar sus características en la etnografía sino que se apoya en dos pilares, la religión católica y el régimen de la monarquía católica”. Y sobre el tema escribía y Morente: “Pues bien, yo pienso que todo el espíritu y todo el estilo de la nación española pueden también condensarse y a la vez concretarse en un tipo humano ideal, aspiración secreta y profunda de las almas españolas, el caballero cristiano. El caballero cristiano -como el gentleman inglés, como el ocio y dignidad del varón romano, como la belleza y bondad del griego- expresa en la breve síntesis de sus dos denominaciones el conjunto o el extracto último de los ideales hispánicos. Caballerosidad y cristiandad en fusión perfecta e identificación radical, pero concretadas en una personalidad absolutamente individual y señera, tal es, según yo lo siento, el fondo mismo de la psicología hispánica”.
Finalmente, nosotros hemos ensayado una definición de Hispanidad sin ninguna pretensión que la de hacer un aporte a la comprensión de dicha palabra y como único remedio contra la crisis metafísica según la cual se expresaba Marcel de Corte: “La crisis de la civilización es, en efecto, una crisis metafísica pues la esencia del hombre y la del mundo no están solamente conmovidas; están hechas pedazos en piezas separadas de un conjunto orgánico anterior”
Así; definimos a la Hispanidad como el estado del espíritu sobre el cual se apoyan los pilares del Derecho Romano, la filosofía clásica y el catolicismo, la supremacía de los valores trascendentales del hombre por sobre todo aquello material e inmanente.
Frente a esta decadencia, el Occidente Hispano Católico que postulamos propone aquellas viejas y queridas virtudes teologales enseñadas por los padres de la iglesia.
Por encima de todas las virtudes naturales, entonces, se dan tres grandes virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, la primera reside en la inteligencia y las otras dos en la voluntad. Estas virtudes infusas provienen de la vida de Dios en el hombre y por lo tanto son proporcionadas a la vida sobrenatural y tienen por objeto a Dios mismo en su vida íntima. Por eso también pueden ser llamadas virtudes divinas. Son infundidas sólo por Dios y sólo son conocidas por la Revelación.
A esta cosmovisión pertenecemos y sin duda que a nosotros pertenece el deber de la Restauración para que la humanidad viva.
*FEDERICO GASTON ADDISI es dirigente justicialista (historiador y escritor), director de Cultura de la Fundación Rucci en CGT, miembro del Instituto de Revisionismo Historico J. M. de Rosas, miembro del Instituto de Filosofía INFIP, diplomado en Antropología Cristiana (FASTA) y diplomado en Relaciones Internaciones (UAI).