No es un fenómeno nuevo. Hace año viene sucediendo, pero post Pandemia parece estar acrecentándose a pasos agigantados. La política argentina y aquella que le interesa al pueblo van por dos carriles totalmente antagónicos.
No importa de qué lado de la grieta se sitúe el espectador, podrá ver en ambos horizontes un mismo panorama: funcionarios rotundamente alejados de la realidad. Ejemplos sobran. Desde hace varios meses el Senado estuvo parado por una dicotomía entre oposición y oficialismo, sobre qué Proyectos tratar. Unos impulsan el Juicio a la Corte Suprema, otros (demagogia mediante) abogaban por temas “más urgentes”. Pero cuando la chance estuvo (la pasada semana), aquello “urgente” no lo fue tanto y abandonaron el recinto dejando inclusos Proyectos como la Ley Lucio o la Ley de Alcohol Cero al Volante. ¿Argumentos? Cuestiones técnicas y de reglamento.
Por otra parte el Presidente de la Nación llega de Estados Unidos eufórico, casi como un nene en Disney y cuenta que con “Biden nos reímos de Trump”. Una frase innecesaria, casi de adolescente, en un país donde la misma semana moría a metros de la Casa Rosada una nena de apenas meses de vida.
¿Importa tanto la relación con EEUU en estos momentos? ¿Es de tan vital importancia que Biden nos llame para reírnos juntos? Sin dudas la mirada en el horizonte de la gran mayoría de la política local está fuera de eje. Descolocada, disociada con el votante. Existe una falta de empatía total.
La novedad, en todo caso, es que reina un gobierno Peronista. Pocos fueron los gobiernos de esa estirpe que dejaron tan lejos el “tacto”. Que se olvidaron de manera tan categórica del “descamisado”.
“¿Quién dictó la ley del aborto? ¿Quién sacó la ley de los 1000 días? ¿Quién sacó el documento no binario?” se ufanó el propio Alberto en la misma entrevista que contaba de la charla con el mandatario del Norte, en una especie de defensa de la gestión “con mirada al que menos tiene”. Retazos sueltos de un periodo que lleva ya casi cuatro años. Luchas que, en algunos casos, se conquistaron tras mareas (como la ola verde) inundando las calles. Leyes con finales empujados por la gente, en su mayoría.
Lo preocupante de esta especie de “mundo paralelos” en los que parecen vivir los argentinos y sus dirigentes, es la problemática que implica que el hombre abandone la política como método para cambiar las cosas. Que se profundice el descreimiento y el escepticismo (algo de lo que ya la historia tiene registro).
Recientes encuestas reflejan un casi 5% del electorado con la intención de votar en blanco en los próximos comicios al tiempo que se evidenció un considerable porcentaje de indecisos: casi el 9%.
La Argentina crece en su PBI y también en Pobreza.
De acuerdo con el informe “Perspectivas económicas globales”, elaborado por el Banco Mundial -que contiene datos sobre la evolución del PBI en 2020 y 2021 y las últimas estimaciones para 2022-, nuestro país se ubicó en el puesto 6 entre las principales economías que más crecieron, con un alza del 16,1% del PBI con respecto a 2020.
El Banco Mundial incluye en sus bases de datos a 150 países, pero si se deja de lado a las islas y a los pequeños territorios el número total es de 54 naciones. El ranking es liderado por Croacia (20,6%). Le siguen Colombia (19,6%), Turquía (16,6%), Honduras y Perú (ambos con 16,4%).
Estos números se contraponen con los números de la pobreza que arrojó el último estudio del INDEC: la cantidad de pobres rondaría los 17,9 millones de personas.
El porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza (LP) alcanzó el 29,6% donde reside el 39,2% de las personas en el segundo semestre de 2022.
Dentro de este conjunto, un 6,2% de hogares por debajo de la línea de indigencia (LI), que incluyen al 8,1% de las personas,
Datos que reflejan que la gran problemática del país se centra en la brecha entre los que más tienen y los que menos, esta es cada vez es más grande. Esa es la verdadera grieta que hay que saldar. Esto es lo que la dirigencia política (o una parte de ella) parece no ver y se ofusca en debates superfluos.
Este es el factor en el que debería concretarse los debates. Esa es la agenda que amerita una atención rápida. Porque mientras el país crece, también lo hacen los pobres. Esta es la base que el peronismo actual no logra ver. No acapara ese electorado al que siempre defendió. Queda corto en el intento.
La indiferencia política que impulsa a que la gente aleje su mirada intenta también contra sus propios intereses. Porque aprovechando la desazón no solo surgen movimientos que endulzan el oído del desalentado con facilidad y propuestas (cuanto menos) preocupantes de llevarse a cabo, sino que además los grandes grupos de poder que manejan al gin de cuentas el entramado político, manejan entre sombras la Argentina que viene. La Argentina que ellos necesitan que vengan más concretamente.
Reformas laborales, jubilatorias, flexibilizaciones en derechos y un Estado menos presente, son las recetas que hace rato manejan y se ven favorecidas en un escenario como el actual.
Lo que depara para el que gobierne en Argentina en 2023 es complejo. Pero todo puede volverse cuesta arriba si el descontento social actúa como fuerza para alejar al hombre de a pie de la política. Porque allí radica, en definitiva, la única esperanza que aún resta, para que los cambios sean posible.