21 de noviembre de 2024

NCN

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¿Banca sana o banca rota?

Por Mariano Yakimavicius

La caída de un banco y el temblor de varios otros pusieron en entredicho la estabilidad del sistema financiero global.

Si hay sectores que efectivamente están globalizados, son el de las comunicaciones y el financiero. La combinación de ambos logra la maravilla de que un estornudo en el sistema bancario en un rincón del mundo, se convierta en un huracán en el otro extremo. Fue lo que sucedió la última semana a ambos lados del Atlántico y que produjo escalofríos en todo el sistema bancario global.

Todo comenzó cuando colapsó el Silicon Valley Bank (SVB), causando la mayor quiebra de una entidad financiera en los Estados Unidos desde 2008, año recordado precisamente por la última gran crisis financiera en los países centrales con impacto planetario.

El SVB se especializaba en el sector tecnológico y la mayoría de sus clientes eran pequeñas empresas de ese sector en Silicon Valley. En la medida que esa región experimentó un fenomenal crecimiento tras el pico de la pandemia de Covid-19, el SVB también lo hizo y así se convirtió a finales del año pasado en el decimosexto banco más grande de los Estados Unidos. En medio del “boom” tecnológico y del aumento considerable en los depósitos, el SVB se vio en la necesidad de comenzar a invertir en activos que le devengaran intereses.

Pero la política implementada por los bancos centrales en buena parte del mundo desde el año pasado, consistente en incrementar las tasas de interés para contener la inflación, provocó la caída en los precios de los bonos en los que el SVB había invertido, y causó también un colapso en el sector tecnológico estadounidense. Como resultado, esas pequeñas empresas tecnológicas clientes del SVB retiraron sus depósitos más rápido de lo que el banco esperaba y éste se derrumbó.

El miedo se trasladó casi de inmediato a los mercados financieros y sólo dos días más tarde, se produjo la quiebra del Signature Bank de Nueva York. Poco después empezó a temblar la banca europea.

¡Rescate ya!

Las autoridades estadounidenses intervinieron velozmente para garantizar los depósitos de los clientes más allá de los límites establecidos, con la intención de enviar un fuerte mensaje que evitara posibles corridas en algún otro banco.

¿En qué consistió el rescate?

Tras la quiebra del SVB y del Signature Bank de Nueva York, un grupo de grandes bancos estadounidenses inyectó 30 mil millones de dólares al banco First Republic, una pequeña entidad financiera regional que estaba en riesgo de quiebra luego de que sus acciones cayeran casi 70 por ciento en la última semana. La medida se ejecutó para intentar calmar las preocupaciones sobre la salud del sistema bancario del país que, a esa altura, ya había generado que la preocupación se esparciera globalmente, despertando temores sobre una posible crisis bancaria mundial.

El plan de rescate fue ejecutado por 11 bancos, encabezados por JP Morgan y Citigroup, y animaron a los mercados financieros y lograron revivir las acciones del First Republic, que en algún momento subieron más de 20 por ciento. Pese a ello, tras el cierre de la sesión de la Bolsa comenzó nuevamente una venta masiva de acciones que indicaría la persistencia de  las preocupaciones.

Y eso no es todo. La Reserva Federal de los Estados Unidos (equivalente a un Banco Central) permitió a  los bancos del país usar alrededor de 318 mil millones de dólares procedentes de sus distintas líneas de préstamos, lo cual supuso un brusco giro después de un año de retirada de estímulos. Las cifras de liquidez aportadas por la Reserva Federal en una sola semana son similares a las de la Gran Recesión de 2008.

Correlato europeo

Suiza es un país sinónimo de credibilidad bancaria. El Credit Suisse lleva el nombre del país en su propia denominación. La entidad, con 167 años de historia y segundo mayor prestamista del país, amenazó con colapsar en simultáneo con la crisis del otro lado del Atlántico.

¿Por qué es importante el Credit Suisse? Porque es clasificado como “banco de importancia sistémica mundial” junto a otras 30 entidades por el Consejo de Estabilidad Financiera, organismo internacional que supervisa el sistema financiero. Credit Suisse constituye, de hecho, una preocupación mucho mayor para la economía mundial que los bancos regionales estadounidenses que estuvieron en la línea de fuego en los últimos días.

En realidad los problemas de Credit Suisse son muy diferentes de los que hundieron a SVB.

En los últimos años, la empresa se vio afectada por una sumatoria de multas y sanciones relacionadas con evasión de impuestos, apuestas equivocadas y otros asuntos, que le costaron pérdidas multimillonarias. El detonante de la caída de las acciones durante la semana pasada se debió a la negativa de su principal inversor, el Banco Nacional Saudita, a seguir aportando dinero tras haber comprado una participación cercana al 10 por ciento de la entidad el año pasado. En el contexto de vulnerabilidad ofrecido por el aumento de las tasas de interés y la crisis bancaria en los Estados Unidos, el Credit Suisse parecía condenado. Pero, una vez más, apareció el rescate del Estado. El Banco Nacional de Suiza acudió al auxilio con 54 mil millones de dólares. Desde ese momento, los principales mercados bursátiles europeos subieron y las acciones del Credit Suisse se recuperaron más del 15 por ciento de un día para el otro. Como consecuencia, otros bancos europeos como el Societe Generale (Francia),  Monte dei Paschi (Italia) y Sabadell (España) también se recuperaron en una jornada, después de fuertes caídas.

¿Riesgo real o imaginario?

La dimensión de los rescates público y privado es la prueba palmaria de la enorme preocupación que cundió principalmente en los Estados Unidos y Europa, pero que se hizo extensiva a todo el mundo. Tan es así que la intervención de la Reserva Federal fue interpretada en los Estados Unidos como uno de los movimientos más radicales en la historia moderna de su banca.

El riesgo de contagio y de que la crisis afectara a todo el sistema bancario existió y quizás es demasiado temprano para dejarse ganar por el optimismo.