A sus familiares los desaparecieron juntos, y hoy ellos comparten bancada en la Legislatura porteña
Claudio Morresi y Santiago Roberto forman parte del bloque del Frente de Todos en la Legislatura porteña y, además, están unidos por el pasado común: el hermano del primero y el padre del segundo fueron ejecutados y desaparecidos juntos por la última dictadura militar.
Norberto Morresi (17) y Luis María Roberto (34) compartían militancia y fueron secuestrados por personal de Seguridad Federal mientras transitaban en una camioneta por Perito Moreno y Directorio, en la Ciudad de Buenos Aires.
Aunque recién se supo 13 años después, la historia de las familias quedó fatalmente unida aquel 23 de abril de 1976 cuando ellos fueron fusilados y, luego enterrados juntos como NN en el cementerio de Villegas.
–Télam: Por la diferencia de edades, cada uno de ustedes transitó de manera distinta la desaparición y todo lo que vino después ¿Cómo recuerdan ese proceso?
-Claudio Morresi: La desaparición producía una gran esperanza cada mañana al levantarse, por el posible reencuentro, y una inmensa tristeza al acostarse, porque la familia había puesto todo para poder encontrarlo y no lo había conseguido. Cuando van pasando los años, uno se empieza a dar cuenta que el familiar fue asesinado. Pero los primeros años es todo esperanza y todo tristeza. Entre esas cosas que te quedan, yo no puedo dejar que el teléfono suene. Por aquello de esperar el llamado.
-Santiago Roberto: Yo tenía 3 años y ahora tengo muy vagos recuerdos de esa época, como mis juguetes en cajas por si había que rajar. Estuvimos en Buenos Aires algo así como siete u ocho meses, mudándonos constantemente porque mi mamá también militaba. Nos vamos a vivir a San Antonio, el pueblo de mi papá y ahí nos blindan, nadie hablaba de nada. Eso fue hasta el ’82 cuando fue un tema que se podía charlar, pero siempre con la esperanza de que estaba en un manicomio, o que sonaba el teléfono y podía ser él. Me acuerdo que, en el ’89, salió en Crónica la noticia de que lo habían encontrado y los vecinos vinieron corriendo pensando que estaba vivo.
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) inició en 1988 una investigación a partir de los datos que habían quedado plasmados en las autopsias, prestando especial atención al pelo rojizo de uno de los NN, rasgo que era característico en la fisonomía del «Colo» Roberto. La coincidencia en las fechas llevó a que se realizaran los trabajos de campo sobre una tumba donde finalmente encontraron ambos cuerpos. Durante esas jornadas, las familias pudieron reconstruir las últimas horas de los dos militantes y decidieron que sean enterrados juntos en el cementerio de Flores
«(Hacia finales de la dictadura) uno entra en la gran lucha de los organismos de Derechos Humanos y contamos con el gran privilegio de que llaman desde el EAAF diciendo que los encontraron. Eso no cierra la historia, pero se tiene un privilegio que otros compañeros no tienen. En el cementerio nos acompañó un mar de gente. Después de eso, con Santiago nos cruzamos pocas veces y, ahora, estar en la Legislatura es un símbolo inmenso, porque estamos juntos en una corriente política que se enfrenta al mismo enemigo que el de ellos», afirma Morresi.
–T: Cuando uno se entera de este caso, es casi imposible no pensarlo en términos de «legado» militante entre sus familiares y ustedes ¿Lo entienden de esa manera o con otra lógica?
SR- A mí me pasó que, sin darme cuenta, repetía la historia. Mi viejo se vino de San Antonio de Areco a estudiar, se recibió de licenciado en Economía Social, arrancó acá con un grupo fundacional como fue «Los Desca» que militaba en la zona sur y en el 73 fue el secretario privado del intendente de Lomas (de Zamora y asesinado durante la Dictadura), Pablo Turner. Yo siento que se va repitiendo, que yo estoy sentado en mi banca porque soy un militante social que arrancó en las villas de la zona sur de la ciudad. Salvando las diferencias de los contextos históricos, mi vida como militante político es similar.
CM- Para mí no es tanto un legado, sino una continuidad. Yo estuve con mi hermano, con 12 o 13 años, haciendo algunas cosas como estar en reuniones con compañeros, ir a buscarlos a la parada del colectivo y llevarlos hasta un lugar dando mil vueltas para que no pudieran ubicarlo, como medida de seguridad. Cuando desaparece mi hermano, después un amigo, después todos los que conocías, uno estaba en esa historia. Por otra parte, uno forma parte de un proyecto político que nació hace muchísimo tiempo y que va caminando por la historia. Yo lo definiría como continuidad.
–T: Existe consenso en que el golpe del ´76 fue cívico-militar y eso quiere decir que hubo apoyo de una parte de la sociedad. Más recientemente actores políticos relativizaron los delitos de Lesa Humanidad ¿Hay antídoto contra el negacionismo?
-CM: No hay antídoto porque hay una continuidad también en lo que ese sector representa. Nosotros vamos a disputar esa batalla cultural para mostrar la realidad cada vez que ellos quieran ocultarla. Que ellos lo nieguen, lo escondan o traten de ensuciar la inmensa lucha de los organismos de derechos humanos, me parece que dentro de su lógica, está bien, porque ellos son eso.
-SR: Los gobiernos de derecha vienen a aplicar la misma receta que en el ´76 y es algo que se vio hace cuatro años. Es cierto que es una batalla cultural que se viene dando desde distintos ámbitos desde hace mucho, y que continúa vigente, por ejemplo entre el gobierno de Alberto y ese lockout del campo (en referencia al cese de comercialización dispuesto por la Mesa de Enlace tras la suba en las retenciones a la soja). Es una pelea que hay que darla.
–T- ¿Es la figura de Héctor Cámpora una referencia para esa generación militante? ¿Qué queda de aquello hoy, sobre todo, en la Ciudad de Buenos Aires?
-CM: A mí me emociona ver la cantidad de pibes jóvenes que se metieron en la política. Hay miles de pibes de 18 años, como mi hijo que tiene apenas uno más que los que tenía mi hermano, militando y digo «están ahí».
-SR: Nosotros vivimos en una ciudad muy especial, pero no tengo dudas que está ese fervor de la militancia, la mística de «lo colectivo» todavía está vivo. Es cierto que pasó mucho tiempo desde esa época, que se han perdido los mejores cuadros, que existe un desprestigio de los partidos tradicionales y que los partidos de la antipolítica hacen del individualismo su política. Ese es, por ejemplo, lo que hace el Ejecutivo de esta ciudad: atacar todo lo que tenga que ver con lo colectivo. Está presente, quizá en nuevas peleas, como las del feminismo. Quizá en el ’73 era todo más claro pero hoy tenemos que volver a dar esa discusión