Afganistán cayó nuevamente en manos del talibán ante la mirada absorta de un mundo que no parece reaccionar.
Mientras los acontecimientos se suceden a una velocidad que puso en ridículo al propio presidente Joe Biden, la opinión pública global contempla horrorizada y paralizada las imágenes desgarradoras de hombres y principalmente mujeres, niñas y niños que intentan huir del talibán que ha vuelto a adueñarse del poder en Afganistán, marcando un nuevo fracaso de la política exterior de los Estados Unidos.
Un país llamado Afganistán
Es menos sencillo explicar dónde está ubicado geográficamente el país que explicar los motivos de su importancia. En primer lugar, Afganistán se encuentra en el centro de una maraña de intereses de potencias de primero y segundo
En segundo lugar, el país posee importantes recursos naturales minerales tales como cobre, oro, cromo, hierro, zinc, plomo, mármol, piedras preciosas, cobalto y litio. También tiene petróleo, pero el principal recurso natural es sin dudas el gas. El proyecto TAPI, un gasoducto que pretende conectar Turkmenistán, Afganistán, Pakistán y la India para el transporte de gas natural está en desarrollo.
En tercer lugar, Afganistán es el mayor proveedor de opiáceos ilícitos del mundo y seguirá siéndolo. La destrucción generalizada causada por la guerra, los millones de personas desarraigadas de sus hogares, los recortes de la ayuda exterior, la pandemia y la corrupción, alimentaron la crisis económica y humanitaria existente que probablemente dejará a generaciones de afganos dependientes del comercio de narcóticos para sobrevivir. El país suministra actualmente el 80 por ciento del opio y la heroína que se consume en el mundo.
En definitiva, Afganistán es importante para el mundo porque reúne intereses geoestratégicos, recursos energéticos, narcotráfico y terrorismo. ¿Le falta algo a ese cóctel?
Los intérpretes de la ley, los dueños del castigo
El talibán es un movimiento y organización militar fundamentalista religioso. Está compuesto principalmente por miembros pertenecientes a minorías étnicas de las tribus pastunes, junto a voluntarios uzbekos, tayikos, punjabi, árabes y chechenos entre otros.
El miedo que cunde actualmente está directamente relacionado a la experiencia del talibán al frente del país entre 1996 y 2001. La combinación entre las tradiciones pastunes y la interpretación extremista de la sharía condujo a restricciones casi absolutas a la libertad de acción y decisión de las
Mientras tanto, para los hombres era obligatorio llevar turbante, barba, pelo corto, evitar toda ropa de tipo occidental y rezar cinco veces al día, preferiblemente en la mezquita.
También impusieron reglas para aplicar castigos. El adulterio se castigaba con la lapidación, la amputación de la mano por robo, la flagelación para el bebedor de alcohol y el asesinato o ejecución con arma de fuego a manos de un familiar de la víctima. Aplicaron castigos que no figuran en el Corán, como la muerte al ser sepultados bajo un muro de ladrillos para los homosexuales.
Como puede apreciarse, la desesperación por huir del país tiene sus fundamentos.
¿Qué cabe esperar?
Con los Estados Unidos en retirada y el fracaso de cuatro gobiernos consecutivos (George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden), es necesario observar qué hacen las demás potencias regionales. Al gobierno chino le
Por su parte, el talibán intenta exhibir una imagen un poco menos deplorable que la que dejó en 2001, aunque distintos analistas sostienen que volverán a mostrar los dientes una vez que los últimos efectivos estadounidenses abandonen el país.
Los afganos y principalmente las afganas, están realmente solos y solas frente a un grupo represor implacable. Quizás, a diferencia de lo vivido hasta 2001, les quede la compañía virtual -a través de internet y las redes sociales- de una opinión pública global indignada y solidaria que esté dispuesta a presionar en cada rincón del planeta para no abandonar al pueblo afgano a su suerte.