Ante el horror y la violencia: ¿Justicia por mano propia? Por Marina Riofrio*
Imposible no sentir horror ante las imágenes transmitidas después de un hecho de inseguridad: un hombre que había sido asaltado con uso de armas de fuego, tomó su auto, salió a perseguir a dos delincuentes y atropelló a uno de ellos y tras horas de agonía el ladrón murió. El hombre bajo el auto pedía ayuda y un grupo de personas quería matarlo.
Muchas cosas se pueden decir: que la gente está harta de la inseguridad; que el Estado está ausente; que la víctima es el hombre que fue asaltado; que dónde están los derechos humanos de los ciudadanos “comunes”, etcétera. Pero lo que causa horror es la actitud de los terceros en estado “cuasi inhumano” gritando, insultando, intentando acabar con el hombre ya indefenso y agónico. Todo ese salvajismo escondido que sale disfrazado de vindicta pública, me hizo pensar en qué queda para la guerra, para un prisionero, qué se puede esperar de los pueblos enfrentados por conflictos armados durante siglos.
Sólo puedo decir que me pareció surrealista lo que vi y aún más irracional que el hombre que atropelló a su victimario -lo que de ninguna manera justifico- fue el accionar de aquellos que intentaban matar al delincuente que finalmente murió. Esos terceros -gente común de nuestro pueblo- educada en valores cristianos, en un país que rechaza la pena de muerte, que se escandaliza ante el aborto, que seguramente rechaza la represión de la protesta pública, que le duele como a todos la injusticia, estaba ahí sin poder registrar que era un ser, humano el que estaba agonizando con su mano extendida pidiendo ayuda. Veían únicamente al delincuente y la oportunidad de vengar en ese hombre -absolutamente indefenso- toda su frustración, llevando la violencia a límites difíciles de calificar.
Más preocupante aún, son las expresiones de altos funcionarios del Estado Nacional responsables directos de las políticas públicas en materia de seguridad ciudadana y del cuidado de la paz social, al consentir con sus pronunciamientos conductas que atentan contra el Estado de Derecho y legitiman la violencia. En tal sentido las expresiones en diferentes casos como: “El Estado lo va a cuidar”… “uno nunca sabe cómo reaccionará en circunstancias extremas”; “debería estar con su familia, tranquilo, más allá de lo que determine la justicia”, no hacen más que agravar la situación de malestar social a la vez que generan confusión en la ciudadanía al naturalizar prácticas que van en contra de una sociedad civilizada que no puede avalar el infame pronunciamiento de la “justicia por mano propia”….
Hoy tras su liberación, el hombre que atropelló al delincuente manifestó: «Si pudiera volver el tiempo atrás no lo haría. No sé qué me pasó en ese momento. Quería recuperar lo que me habían robado. Estoy totalmente arrepentido». Sería ejemplificador que dicho arrepentimiento se traslade a los intervinientes en el hecho, a la sociedad, al poder político. Repensemos qué sociedad queremos para que el equilibrio entre seguridad y justicia no se vea alterado con tanta facilidad.
*Senadora Nacional