8 de noviembre de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Ante los 45 años de la celebración del 1er Año Internacional de la Mujer celebrado en México en 1975 y la posibilidad de un acto de reparación histórica. Por Federico Gastón Addisi.

 

 

En las filas del peronismo, la partipación del movimiento en el Primer Año Internacional de las Mujeres, por orden de la entonces Presidente María Estela Martínez de Perón, es un hecho poco estudiado; por no decir que desconocido.

Nos proponemos entonces, aportar un poco de luz sobre el tema a la vez que formular una propuesta por conmemorarse los 45 años de dicho evento.

El Año Internacional de las Mujeres fue convocado por la ONU y su actividad central fue la Conferencia reunida en México DF entre el 19 de junio y el 2 de julio (1975).

Haciendo un poco de repaso histórico, en mayo de 1974, el Consejo de la ONU anunció la organización de dicha Conferencia. La misma se proponía iniciar un programa de acción internacional que infuyera en «medidas a corto y largo plazo destinadas a lograr la integración de la mujer como partícipe cabal e igual del hombre en el esfuerzo total del desarrollo y a eliminar la discriminación por motivos de sexo, así como a lograr la más amplia intervención de la mujer en el fortalecimiento de la paz internacional y la eliminación del racismo y la discriminación racial».

La consigna de la Conferencia fue «Igualdad, Desarrollo y Paz». Participaron los gobiernos, con delegaciones de 113 países (de un total de 130 miembros), y cerca de 1200 asistentes (de los cuales el 73% eran mujeres). En abril de 1975, el gobierno creó una Comisión Nacional para la celebración del encuentro en la que estarían representados todos los Ministerios, el Congreso y el Poder Judicial. La Secretaría de esta Comisión estaría en manos de la Cancillería. Dada la delicada situación política del país, la presidente no asistió a la Conferencia de México y la delegación argentina estuvo encabezada por la embajadora ante los Países Bajos (1973-1976), Amanda B. Caubet. De la delegación también formó parte la diputada Silvana Rota (FREJULI), secretaria general de la rama femenina del partido.

La perspectiva que llevó la delegación argentina fue de avanzada reivindicación de la mujer pero no encuadrada en el feminismo sino en las directivas emitidas por la Jefa de Estado el  21 de marzo de 1975, en un acto de adhesión efectuado en el Teatro Colón donde en un discurso señaló:

«El mencionado organismo internacional [la ONU] ha dado como pautas imprescindibles, la Igualdad, el Desarrollo y la Paz. A estos temas pienso que sería necesario incorporar algo sumamente importante, como la Unidad y el Amor, basados en el respeto mutuo y la solidaridad de todas las mujeres del mundo ante objetivos comunes. Para nuestro concepto doctrinario nacional, el sentimiento cristiano nos muestra que todos los seres humanos somos iguales ante Dios, pero nuestra imperfección indica la necesidad de considerar la igualdad con estricto sentido de justicia, para compensar desigualdades que nuestra existencia suele presentar. Si bien la vida puede diferenciarnos en sus más diversas situaciones, la muerte suele nivelar a los seres humanos, cuando Dios así lo dispone».

El discurso que apelaba al  «sentimiento cristiano» y al «concepto doctrinario nacional» peronista, anclaba sobre el binomio igualdad y justicia. Así, rechazaba algunos de los objetivos propuestos por la ONU, como los asumidos por las feministas, con los cuales los gobiernos de América Latina discrepaban.

La Conferencia de México emitió dos documentos: la ya mencionada Declaración y un Plan de Acción Mundial que fijó algunas metas para la Década de la Mujer (1975-1985). El Plan se refería a «cooperación internacional y fortalecimiento de la paz mundial; participación política; educación y formación; empleo y funciones conexas en la economía; salud y nutrición; la familia en la sociedad moderna; población; y servicios de vivienda y afines»; siendo el tema de control de población el único que objetó el Gobierno Nacional en línea  con los países del Tercer Mundo encolumnados detrás de la noción de «nuevo orden económico mundial». Así, enfatizó el «desarrollo» y el avance social de las mujeres.

Concluída la Conferencia de México, las acciones continuaron. Entre el 24 y 26 de agosto de 1975 tuvo lugar un Congreso en el Centro Cultural San Martín que se organizó con los mismo ejes propuestos por la ONU: Igualdad, Desarrollo y Paz. La convocatoria invitaba a «todos aquellos que deseen trabajar juntos en la empresa de eliminar definitivamente toda discriminación que existe en relación a la mujer, que consideren indispensable su contribución en todos los terrenos: económico, político, social y cultural, y que valoren el importante apoyo que ella puede dar al mantenimiento de la paz. En los albores del siglo XXI, es inadmisible que aun subsistan trabas para la plena igualdad entre el hombre y la mujer».

Allí disertaron en nombre de la presidencia del Congreso (la diputada por el Partido Conservador Popular integrante del FREJULI, Ethel Susana Díaz), una invitada especial (la dirigente socialista y feminista, Alicia Moreau de Justo) y una delegada del interior (Nélida Álvarez de Del Pin, diputada peronista por Neuquén).

Respecto del funcionamiento del Congreso, Avanzada Socialista sostuvo que «Si tuviéramos que sintetizar la impresión que tenemos del mismo diríamos que fue un hecho positivo, en la medida en que toda acción que se realiza para discutir la situación de la mujer en nuestra sociedad y las posibles soluciones a su opresión es de por sí un avance». Sin embargo, se quejaron de que el mismo no fue democrático ni se pudo avanzar en acciones concretas.

Es cierto que el Gobierno estaba lejos de avalar posturas que hoy llamaríamos «feministas», sino que bregaba por mayores derechos para las mujeres y la igualdad con los hombres en el marco de la Comunidad Organizada.

Como venimos demostrando, el Gobierno distó mucho de ser indiferente al Año Internacional de Mujeres.  Como muestra de adhesión a las recomendaciones de la Conferencia de 1975, a través de la ya mencionada Comisión Nacional, propuso realizar en Buenos Aires el Seminario Regional «La Participación de la Mujer en el Desarrollo Económico, Político y Social: Obstáculos que se oponen a su Integración», convocado por la ONU. El mismo funcionó entre los días 22 a 30 de marzo de 1976. Allí participaron Helvi Sipila, Subsecretaria General de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social y Asuntos Humanitarios; Margaret K. Bruce, Subdirectora del Centro de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social y Asuntos Humanitarios; y delegaciones de todos los países de la región, representantes de la OEA y de organizaciones no gubernamentales. La delegación argentina estuvo integrada por el canciller Raúl Quijano, por el Ministerio de Cultura y Educación (en representación de la jefa de Estado), por la Secretaria de la Minoridad y la Familia, por el Ministerio de Bienestar Social. También participaron miembros del Poder Judicial, de las dos Cámaras Legislativas y de la Confederación General del Trabajo (CGT). Blanca Stábile de Machinandiarena presidió la delegación argentina (en 1958 había sido responsable de la Dirección Nacional de Seguridad y Protección Social de la Mujer y en ese momento se desempeñaba como embajadora argentina ante la ONU). La secundaron: Ana Sixta González Cuadros (Colombia), Dorys Johnson (Bahamas), Gladys Torres Paz (El Salvador) y A. Álvarez de la Cruz (Perú). Aída González Martínez (México) estuvo al frente de la relatoría general de la Mesa Directiva y la argentina Lilian O’Connell de Alurralde fue la coordinadora general del Seminario.

 

El Programa del Seminario planteaba tres puntos: 1. Evaluación de la actual contribución de la mujer en comparación con el hombre en el desarrollo social, económico y político en los países de la región; 2. Principales obstáculos a la integración de la mujer en el desarrollo; y 3. Políticas y mecanismos para acelerar la integración de la mujer en el desarrollo a la luz de las discusiones de la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer.

Lo cierto del caso es que la Primer Presidente Mujer de la Argentina, Isabel Perón, propició los derechos de la mujer haciendo partícipe al país de la comentada 1er Conferencia Mundial de la Mujer en México. Además realizó sendos actos de adhesión y de discusión de la temática, en el Teatro Colón (21 de marzo de 1975) y el Centro Cultural San Martín (24 de agosto de 1975), respectivamente.

Algo realmente revolucionario para la época y que permanece oculto en la historia de la lucha de las mujeres por sus derechos en nuestro país, quizás para no reconocer a la ex Presidente.

Por todo lo mencionado,  y al cumplirse durante el presente año, el 45 aniversario de estos acontecimientos es que estimamos un acto de justicia histórica que el flamante Ministerio de la Mujer conmemore dichos sucesos otorgándole a María Estela Martínez de Perón la importancia que le cupo como primera mandataria en defensa de la mujer.

Realizar esta reivindicación de Isabel es sin duda un aporte a la unidad nacional y la palmaria demostración de que como reza la consigna del gobierno de Alberto Fernández: «es con todos».

Finalmente, veríamos con sumo agrado que sean las mujeres representadas por la Ministra Eli Gómez Alcorta, quien arbitre ante el Poder Ejecutivo Nacional, el emplazamiento del correspondiente busto de Isabel Perón en la Casa Rosada, como le corresponde por ser ex presidente, de acuerdo al Decreto Regulatorio 4022 habiéndose cumplido los requisitos allí establecidos -y como acto de reparación histórica para quien fuera secuestrada y encarcelada por la dictadura militar de 1976- guardando absoluta coherencia con el decreto firmado por Néstor Kirchner que ordenaba dicho emplazamiento junto con los de Alfonsín y Cámpora. Estos últimos han sido colocados oportunamente, mientras que la presidente Isabel sigue ausente pese a que incluso su busto ya se encuentra confeccionado desde el 2008 por el escultor Enrique Savio, por lo que ni siquiera se tendría que incurrir en gastos para el Estado Nacional.

 

 

 

Federico Gastón Addisi.

 

 

 

 

 

 

APENDICE DOCUMENTAL.

 

Junio de 1975.

La presidente María Estela Martínez de Perón brinda despide a la delegación argentina que asistirá en México a la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer.

 

 

Señoras y Señores: como mujer, como Argentina y como gobernante he adherido con entusiasmo y ánimo decidido a la celebración en 1975 del año Internacional de la Mujer. En su transcurso deberán recogerse las inquietudes de la población femenina del mundo. Afirmarse las conquistas ya logradas e iniciarse nuevas acciones para avanzar hacia un futuro; ni utópico ni lejano, cuando la integración plena de la mujer en la vida de sus comunidades en términos de libertad y justicia, sea una realidad mundial. Los temas que las Naciones Unidas fijaron para ser considerados en el año Internacional de la Mujer son la paz, igualdad y desarrollo, a los cuales agregue en oportunidad de mi mensaje del 21 de Marzo; la unidad y el amor. No se trata de la extensión mecánica de privilegios y responsabilidades de un sector de la población a otro; de la reiteración de experiencias pasadas y de su estática enunciación. Se trata de una nueva toma de conciencia sobre el sentido verdadero de los conceptos espirituales que nos guían, se trata de producir una reflexión profunda acerca de la libertad, la igualdad, la paz, el desarrollo, la unidad y el amor; porque no es posible hablar de paz sin hablar de Justicia. No es posible hablar de igualdad sin libertad; porque no es posible aplicar estos conceptos en su totalidad para unos y cercenados o limitativos para otros, sin quebrantar la unidad y no rendir tributo al amor. En los país del Tercer Mundo cuya experiencia y aspiraciones compartimos, la historia de la emancipación femenina ha seguido su propio derrotero, la naturaleza del proceso político y social que vivimos, ya desde un principio a las justas reclamaciones por la equiparación de los derechos de la mujer, un sentido de participación profunda en este proceso, de modo de ubicar las más en la mera expansión de derechos individuales, en el contexto de movimientos nacionales más vastos, que incidieron la condición humana en la totalidad de la población otorgándole el principalisimo rol que tiene en la unidad de la familia. Y allí nace nuestra firme convicción de que solamente a través de la integración plena de la mujer en la vida política, económica, social y cultural de sus pueblos, será posible concebir y realizar las grandes tareas que a la humanidad incumbe. Para los argentinos la plena participación de la mujer no es sino el resultado de una concepción integradora de la relación entre persona y sociedad, que a la vez que postula la intangibilidad de los derechos de cada individuo, entiende que es responsabilidad de todos asumir las tareas que le competen dentro de la comunidad organizada en que desenvuelve su acción. Progresar no es meramente crecer en términos materiales sino madurar en el ejercicio efectivo de pautas de convivencia que lleven a la práctica los valores que la sociedad postula, es avanzar en la dilucidación inteligente de estos valores. En la interpretación acorde con las circunstancias, de la situación histórica concreta que debe encarnarlos. Debemos dilucidar con la mente clara y libre de prejuicios la situación efectiva en que se desenvuelve la vida de las mujeres; observar los obstáculos que se oponen a su plena participación en el desarrollo de los pueblos y diseñar las medidas para superarlo. Debemos adoptar acciones concretas que permitan lograr una modificación real de esos niveles de participación y debemos en ello guiarnos no solamente por los módulos de disciplina y ecuanimidad que deben decidir la acción individual y colectiva de todos los hombres sino con el ánimo generoso y abierto que defina la integración femenina como un enriquecimiento real y no  meramente cuantitativo del que hacer de todos. Así concibió el justicialismo este problema, dentro de una filosofía y un enfoque doctrinario que pone al ser humano en el centro de todas las cosas, que supedita a él los valores materiales. Creemos sinceramente que un proceso auténtico de integración de la mujer en la sociedad producirá esas transformaciones. Porque será parte de una modificación de la sociedad misma. Creemos que para llegar a lograr seres humanos realmente íntegros mejor preparados para resolver sus propios conflictos y los que la vida en sociedad plantea deberán perfeccionarse las pautas que rigen los comportamientos individuales y los de la sociedad en su conjunto. No se trata pues de que las mujeres accedan a los modos de vida que los varones ejercen con los riesgos y oportunidades que esa vida plantea. Se trata de modificar la vida de relación social de tranquilizar los ánimos inquietos por la competencia desenfrenada, la lucha por el poder indiferente de sus objetivos, la agresividad fraccionadora y la uniformalización que paraliza las voluntades y reduce la capacidad creadora de la inteligencia. Porque ninguna acción tendrá verdadero impacto, ninguna política alcanzará verdadera vigencia, si no se funda en un sentimiento solidario de vida y de amor, que es el único que puede darnos la dimensión justa del derecho de cada uno. No habrá realizaciones individuales sino se insertan dentro de un concepto fraterno de la responsabilidad social del cumplimiento del propio destino implican. Para las mujeres a quienes el papel real o potencial de madre conduce necesariamente a una valorización permanente de las exigencias propias de esa condición esencial, resolver esta ecuación en armónico equilibrio ético, intelectual y emotivo es requisito ineludible para una vida plena. En la adopción de estos principios, en la elaboración y cumplimiento de estas políticas, damos testimonio una vez más de las ideas motoras que guían nuestra acción: la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Quizo el General Perón, quizo el pueblo argentino y él lo condujo a su feliz realización, que fueran inseparables para que el estado, la nación y todos los hombres y mujeres que la integran, compusiesen una realidad tan vívidamente libre, honesta y generosa, como la soñaron los héroes y precursores que con la espada y las ideas obtuvieron nuestra libertad política. Las mujeres argentinas hemos recibido esta herencia y estamos decididas a preservar y acrecentar los bienes materiales y espirituales que de ella se derivan. Cada uno de los argentinos, cada una de las argentinas, es dueño y dueña y responsable de una misión y solamente en el cumplimiento cabal de esa misión encontrará la fuente viva de su realización personal. Están clausuradas para los habitantes de nuestro siglo, de nuestro mundo, las aventuras personales de signo aislado y persuasión egoísta. Es este finalmente el tiempo de percibir que no estamos solos, que algo escéptico de otros tiempos lo ha sucedido la vivencia de un nosotros fraterno irrenunciablemente aquí y ahora le demanda lo mejor de sí mismo Al instalar hoy esta Comisión Nacional cuyo objeto principal es elaborar el programa oficial de actividades para la celebración del año Internacional de la Mujer, he querido hacer pública expresión de estos pensamientos porque son los que orientan nuestra labor. Cada Ministerio en el ámbito de su competencia y estoy segura de que cada una de las representantes de los poderes legislativo y judicial qué tan prontamente han concurrido a la invitación que le formularamos para que integraran esta comisión en el suyo, deberá realizar una operación de análisis y evaluación de la situación jurídica y la situación de hecho en la que desenvuelven su actividad los sectores femeninos correspondientes. Propondrá las medidas necesarias para corregir las insuficiencias y los obstáculos que dificultan la plena participación de la mujer en dichos ámbitos y sugerirá las acciones que esté dispuesto a asumir para cooperar en una más efectiva puesta en práctica de los principios contenidos en la declaración de Naciones Unidas sobre no discriminación por razones de sexo, para que en el campo político, económico, social, cultural y en cada uno de los múltiples modos de la actividad individual y colectiva, se facilite la libre expresión de las capacidades femeninas individuales y su adecuación a las necesidades sociales conjuntas. Al proyectar esta acción debemos tener en cuenta la situación particularmente privilegiada en que se encuentra la mujer en nuestro país, plenamente garantizados sus derechos individuales y abierta su participación a cada uno de los sectores fundamentales de la comunidad organizada en cuya diaria construcción estamos empeñados. Las estadísticas confirman lo que el observador imparcial percibe de inmediato y la convivencia nacional transmite a través de todo canal de comunicación, gracias a los beneficios de una educación gratuita y obligatoria para todos, de una sociedad de ejemplar movilidad social, cuyo nacimiento y consolidación es producto de las más generosas ideas y actitudes societarias. La mujer argentina ha alcanzado los más altos niveles de la creación científica y artística; ejerce cargos de la mayor responsabilidad en la legislatura, la judicatura y la administración pública, cumple con su papel de educadora y guía asistencial, trabaja disciplinada y eficientemente en las profesiones, en la empresa, la industria y en las labores de campo. Crea  y recrea a cada momento los modos propios de nuestro estilo nacional a la vez que permanece firmemente ligada a sus responsabilidades familiares que ni ella ni los varones que en esa tarea la acompañan podrían nunca soslayar sin desmedro de sí mismos y de sus más vitales vínculos humanos y sociales. Esta conciliación entre la vocación individual, la inserción social y la responsabilidad en el núcleo familiar del que extrae su fuerza principal, es la que requiere nuestra acción y protección, porque sabemos que no es fácil lograrla y que los méritos individuales no pueden suplantar las medidas generales que favorezcan su armónica realización. Por eso nuestras leyes y las de reciente aprobación en particular, así lo establecen y han puesto el mayor cuidado en la protección de la madre trabajadora. No tenemos que por esa vía se excluye a la mujer de su necesaria y justa participación en el quehacer común, esa participación es imperativa para nuestro desarrollo y será alentada por todos los medios. En el acto de adhesión al año Internacional de la Mujer celebrado el día 21 de marzo de este año en el teatro Colón con la presencia de todos los sectores femeninos representativos del país y la compañía de las esposas de los embajadores de los países del Mundo acreditados ante nuestro gobierno, señale los conceptos doctrinarios que enmarcan esta acción. Hoy los reitero; que instó a esta Comisión Nacional con cuya presidencia honoraria me honro, a proceder rápida y eficazmente, a concretar en acciones específicas los principios expresados en la seguridad de que contarán con mi más decidido apoyo para el éxito de sus responsabilidades. Muchas gracias.