Argentina necesita de una transición realmente democrática para superar la crisis. Por Leandro Santoro
El triunfo electoral en primera vuelta de Alberto Fernández pone a la democracia argentina ante una nueva transición. Muestra de la madurez institucional de nuestro país, ya no es noticia que un Presidente culmine su mandato entregando los atributos a su sucesor, quien representa a otra fuerza política, haciéndolo además en tiempo y forma. Pero ocurre en el marco de una grave crisis económica, y necesita de gestos y acciones concretas para seguir dando pasos hacia adelante en esta consolidación democrática.
En esta etapa de transición es importante que los roles y responsabilidades estén bien definidas. No es tarea de Alberto cogobernar, Mauricio Macri seguirá siendo Presidente hasta el 10 de diciembre de 2019. Y en esa función, deberá velar por los intereses de todas las argentinas y argentinos. Durante la campaña buscó disciplinar a su tropa para colocarse en el lugar de líder de la futura coalición opositora, pero para actuar como un verdadero dirigente democrático, que sea capaz de tomar nota del resultado electoral y no tire del mantel como hizo tras las PASO, deberá abandonar la bolsonarización de su discurso con el cual buscó, y logró, atraer al conjunto de los votos de la derecha. Profundizar la xenofobia, comparar con Venezuela, y definir a la elección como la forma de salvar a la democracia de un enemigo autoritario fueron las herramientas de las cual se valió para aumentar su apoyo electoral entre agosto y octubre.
Argentina necesita de una transición realmente democrática para superar la crisis, y no puede haber diálogo si se impugna la legitimidad del interlocutor. Nuestra sociedad se encuentra fracturada socialmente por los efectos del modelo económico, pero también polarizada en términos políticos. Macri agrandó la grieta para consolidarse como referente de uno de sus polos. Ubicar al amplio espacio nacional y popular como una amenaza para la democracia, tal y como se hizo durante los meses previos a la elección, es negar la otredad, impugnar la legitimidad del adversario. No sólo desconoce que el Frente de Todos fue votado por más de 12 millones de argentinos y argentinas, casi la mitad de quienes se acercaron a votar el 27 de octubre, sino que atenta contra la pluralidad política, pilar de la democracia representativa. Cambiemos en el poder no sólo debe garantizar la mayor estabilidad financiera posible hasta el 10 de diciembre, sino que también debe encontrar en Macri a un líder realmente democrático, alejado de estos gestos que distancian a las fuerzas mayoritarias en el seno de nuestro pueblo.
Estamos ante la oportunidad histórica de consolidar definitivamente nuestra democracia, alcanzando una transición alejada de la grieta, y sentando las bases para saldar las deudas que aún tiene nuestro sistema democrático. Hay que alcanzar acuerdos sobre cuestiones transversales a todas las fuerzas políticas y construir un Pacto Social que defina un nuevo régimen social de acumulación donde el modelo económico esté al servicio del país y no al revés, donde la política sea quien conduzca a la economía. Donde la Ética de la Solidaridad articule nuestro modelo de desarrollo y conquistemos los 100 años de democracia que nos prometió Raúl Alfonsín.
(*) Legislador porteño por Unidad Ciudadana.