Cuestiones de forma y fondo hacen del traspaso de atributos presidenciales y la jura, algo más importante y profundo que una simple ceremonia. La Constitución, en su artículo 93, establece que “…el juramento ante las Cámaras del Congreso reunidas en Asamblea Legislativa es un requisito de validez ineludible para el ejercicio de la Presidencia de la Nación”. Además del valor legal tiene un componente ineludible de reivindicación histórica; más aún en nuestro país dónde la estabilidad democrática en el siglo XX fue precaria e interrumpida por golpes de Estado.
El acto de traspaso de los atributos está previsto en el reglamento de protocolo de la Casa de Gobierno pero no hay –aún- una ley que lo reglamente. Por eso, en ocasiones se ha realizado en Casa Rosada y en otras directamente en el Congreso. Si bien fue el presidente Domingo F. Sarmiento el primero en asumir en ceremonia protocolar con la banda presidencial y el bastón como símbolo de poder, se utilizó en 1814 con el Director Supremo, luego de la aprobación de la Asamblea del año XIII.
Treinta y seis años atrás, el 10 de diciembre de 1983, el presidente electo Raúl Alfonsín recibió en Casa Rosada los atributos presidenciales de parte del presidente de facto Reynaldo Bignone. A mediados de 1989, con una profunda crisis económica y un nuevo presidente electo, se acordó el adelantamiento de la entrega de mando. El 30 de junio, Alfonsín renunció ante el Congreso y el 08 de julio, Carlos Menem recibió los atributos presidenciales en Casa Rosada, asumiendo como nuevo presidente. Luego de una década en el poder, (en 1995 no hubo traspaso de atributos porque ya los poseía) Carlos Menem, en Casa Rosada, colocó la banda y entregó el bastón de mando a Fernando De la Rúa. Previamente, la fórmula electa había jurado en el Congreso ante la Asamblea Legislativa.
Cinco presidentes en menos de dos semanas fue el saldo de la crisis del 2001 y la renuncia del presidente De la Rúa; a pesar de esto, funcionaron los mecanismos constitucionales y legales para casos de acefalía. Ante la renuncia del presidente y al no contar con el Vice por haber renunciado previamente, se hizo cargo del Ejecutivo Ramón Puerta, presidente provisional del Senado, quien convocó a la Asamblea para elegir al nuevo presidente: Adolfo R. Saá quien gobernó una semana. Luego se hizo cargo el presidente de Diputados, Eduardo Camaño, que convocó a la Asamblea Legislativa y ésta designó a Eduardo Duhalde, quien juró en el mismo Congreso.
El 25 de Mayo de 2003 en el Congreso de la Nación, Néstor Kirchner recibió de Eduardo Duhalde los atributos de mando. Al hacerlo allí, se modificó el protocolo utilizado hasta ese momento. Cuatro años después, juramos con la presidenta Cristina Fernández en el Congreso y ella recibió los atributos en el mismo recinto. En el 2011 también se realizó la ceremonia en el Congreso de la Nación.
En el 2015, el presidente Mauricio Macri quiso volver a la fórmula anterior y recibirlos en la Casa Rosada. Al no lograr un acuerdo sucedió algo particular: por medio día Federico Pinedo, presidente provisional del Senado, estuvo a cargo de la Presidencia hasta que Macri juró en el Parlamento y recibió los atributos en Casa Rosada. Así lo había dispuesto la justicia, ya que como establece la Constitución (Art. 91) el mandato de un presidente dura cuatro años exactos por lo que concluye a la medianoche del 9 de diciembre y el del presidente entrante se inicia a las 00:00 horas del 10 de Diciembre.
En el artículo 93 antes citado, la Constitución establece que “Al tomar posesión de su cargo el Presidente y Vicepresidente prestarán juramento, en manos del Presidente del Senado y ante el Congreso reunido en Asamblea…”. Respecto de la ceremonia de la jura, la o el presidenta/e del Senado invita a la Vicepresidenta Electa a jurar quien lee su propio juramento porque lo hace ante la Asamblea. Una vez jurada, la Vicepresidenta invita al Presidente Electo a prestar juramento y éste lee su propio juramento.
En esta ocasión y luego de la reunión que mantuvieran la titular del Senado y la Vicepresidenta electa, se ha acordado transferir los atributos del mando en el Congreso, después de la jura y ante la Asamblea Legislativa; propiciando de esta manera el escenario adecuado para una ceremonia de tanta importancia.
Más allá de lo protocolar y respetando estrictamente las exigencias constitucionales, lo trascendente es que se lleve a cabo una ceremonia donde el Presidente saliente le transfiere de manera civilizada, institucional y respetuosa los atributos del mando al nuevo Presidente. Es un acto importante para la vida democrática de nuestro país, por cuanto involucra la imagen del mismo como Estado de Derecho frente al pueblo de la Nación y a los representantes de los Estados extranjeros. Esa transición es el puente que une gestiones, sin importar el origen político de los integrantes de las fórmulas y da fe de la continuidad democrática, esa que tanto nos costó conseguir.