El derecho a desconexión se suele relacionar con el teletrabajo, pero no está solamente vinculado a éste. Llamados que no paran, mails que ingresan incesantemente, mensajes y un teléfono que no se detiene ¿cómo frenar esta locura y recuperar la soberanía sobre nuestro tiempo libre? En el año 2019 la Organización Mundial de la Salud reconoció al síndrome del Burn Out, o síndrome de agotamiento crónico como enfermedad vinculada al trabajo. El derecho a la desconexión había sido regulado de manera pionera en Francia en el 2017, y le siguieron países como Alemania, España, Italia, Filipinas, Canadá, Bélgica y EEUU, entre otros.
La verdad es que este derecho no es solamente la potestad que tiene un trabajador a cerrar sus dispositivos electrónicos al concluir la jornada. Eso es bien difícil en un mundo donde la mayoría de los trabajadores utilizan sus dispositivos personales para comunicarse con sus empleadores. El derecho a desconexión es el derecho que tiene todo trabajador a no recibir mensajes, mails o llamadas laborales fuera del horario de trabajo y durante licencias, días de descanso y vacaciones. Es que aun cuando podamos «clavarle el visto al jefe», es muy difícil no quedarse pensando en la interminable lista de tareas que quedan pendientes para ser resueltas, y no nos permiten disfrutar de nuestro tiempo libre. Esto no solo incluye las notificaciones oficiales, sino también a mails automáticos y mensajes.
Pero, ¿Es solo eso? No, es también igualdad de género. Si la respuesta rápida fuera del horario de laboral es una habilidad adicional del trabajador, es probable que sea el hombre quien tenga esa competencia laboral. Entonces, se interpreta que está más comprometido con su trabajo, y de esta manera tiene más posibilidades de ascenso. Si nadie recibe llamados ni mensajes, estamos en igualdad de condiciones. No solo eso, sino que aquella persona que no es molestada fuera de su horario laboral ya no tiene excusas y presiones para colaborar con los quehaceres domésticos, como bañar a los niños, por mencionar alguna actividad.
Si vamos a igualar las oportunidades para todos, definitivamente tenemos que eliminar estas comunicaciones para que no sean más una habilidad laboral y sean interpretadas como lo que son: una falta de respeto y un atropello sobre la vida privada de las personas.
Para resolver este dilema, paradójicamente, la tecnología puede ser nuestra mejor aliada. Enviar mails programando el servidor para que lleguen al otro día en el horario correspondiente, utilizar sistemas de alertas instantáneos, o mecanismos tan simples como poner una advertencia antes de enviar un mail de que se está enviando fuera de horario, son algunos ejemplos.
Tener una relación más sana con la comunicación es necesario no solo por la salud de todos en todos los escalafones de responsabilidad, sino también para separar la vida familiar de la laboral, dándole a cada una su espacio y tiempo. Es salud y es igualdad de género. Recorramos el camino del aprendizaje juntos.