«Dinamitar el Parlasur en pos de acercarse a EEUU nos llevará a nuevos fracasos»
Por Fernanda Gil Lozano – Diputada Argentina PARLASUR – Frente UNA
Dada la campaña de desprestigio que ha sufrido el Parlasur, desearía hacer algunas reflexiones sobre ese organismo y también sobre cómo se entiende la política exterior en la Argentina.
En primer lugar, quisiera decir que el Parlasur tiene reuniones ordinarias mensuales, con solo la mitad de la frecuencia que las que mantiene el Congreso Nacional que, en condiciones normales, celebra dos sesiones mensuales. Asimismo, posee diferentes comisiones como el parlamento argentino donde se discuten proyectos que después van a someterse al pleno del organismo. En este sentido, la diferencia entre las legislaturas nacionales tienen como diferencia el ámbito y apenas poco más.
En segundo término, vale destacar que hace pocos días, el pasado 14 de marzo, se celebró en el Parlamento del MERCOSUR, la primera sesión ordinaria del año, en donde, entre otros temas, se aprobó un protocolo regional de lucha conjunta contra el dengue y se llevó a cabo el Segundo Encuentro por una Agenda Regional de Género, para luchar mancomunadamente contra la violencia hacia las mujeres. Ambos temas por los cuales el Gobierno Nacional Argentino poco se ha preocupado en sus primeros 100 días de mandato.
Existiendo el MERCOSUR, ¡¿cuál sería la utilidad del PARLASUR? En primer lugar, el propio nombre lo indica el MERCOSUR todavía no ha logrado quitarse de encima el primer paso de toda política de integración que es la de generar un espacio regulado de libre comercio, a pesar de los 25 años de funcionamiento que lleva.
En este sentido es interesante analizar la diferencia que existe entre un tratado de libre comercio y una instancia de integración. Los tratados de libre comercio se refieren casi con exclusividad a los intercambios de bienes y los aranceles internos y externos que dichos productos tendrán para los países miembros y para los extraños. Una instancia de integración apunta a conformar un bloque de países donde la pertenencia a un país empieza a difuminarse en la búsqueda de una instancia mayor, sin que ello implique, la desaparición de las particularidades de cada país integrante.
También podemos entender la integración como una instancia superadora del mercado común y en este punto quisiera también advertir que los tratados de libre comercio que no avanzan hacia una integración plena, puede ser contraproducentes o incluso perjudiciales. Esto ocurre porque el libre comercio por sí sólo no permite resolver las asimetrías en cuando a su grado de desarrollo de los diferentes países. Un ejemplo trágico fue el fin del la primera experiencia de mercado libre en Centroamérica en la década del ’60 que generó tensiones tan violentas que eclosionaron en una guerra entre El Salvador y Honduras en 1969.
Una instancia de integración permitiría y también debería promover el desarrollo económico y social de los países más retrasados tratando de reducir la brecha existente como forma de potenciar a toda la región.
Pero, específicamente el PARLASUR tiene la diferencia de que no están representados solamente los Presidentes sino que lo esta toda la comunidad política de cada país, con sus diferencias, tiene la posibilidad de hacer oír su voz y alcanzar acuerdos. Y esta circunstancia brinda una mayor estabilidad a las relaciones entre los países miembros.
Esto además es importante, dada la errática política exterior que han tenido los gobiernos argentinos desde el advenimiento de los democracia. En efecto, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la Argentina mantuvo cordiales relaciones con los países latinoamericanos y relaciones respetuosas pero tensas con Estados Unidos. Recordemos el famoso cambio de discurso de Alfonsín en su reunión con Reagan. De allí se pasó a las relaciones carnales con Estados Unidos de la época de Menem, no modificada en los sustancial por De la Rúa. Bajo el gobierno de los Kirchner se pasó nuevamente a una política alejada de Estados Unidos y de aproximación a gobiernos antagónicos con este país, cuyo caso paradigmático fue Venezuela.
Ahora, asume, Mauricio Macri y luego de años de una proximidad quizá excesiva con Venezuela, nos transformamos en los peores enemigos de Venezuela en forma aislada. Esta política de “zig-zag” implicó al mismo tiempo una relación inversa con el MERCOSUR. Cuando nos aproximábamos a Estados Unidos, enfriábamos el MERCOSUR.
La consecuencia de esta política ha llevado a que desde la década del ’90 hasta aquí Brasil haya aprovechado muy beneficiosamente los acuerdos comerciales para avanzar en inversiones en todos los países miembros y Argentina haya quedado retrasada enormemente en este ámbito, fruto de sus ambigüedades, idas y vueltas.
Hoy llegan noticias inquietantes desde Brasil, relativas a causas sobre corrupción que parecieran salpicar a los países integrantes del MERCOSUR. Sin embargo, estos hechos de deben ser esclarecidos y sus responsables deben responder ante la justicia, no nos debe oscurecer la mira de que para Brasil el MERCOSUR es una política de estado que excede a los eventuales gobiernos. Si gana la oposición, muy probablemente se mantenga esta política porque junto con estos negociados coexisten muchos negocios lícitos que promueven el desarrollo de la región. Esto también vale para la República Bolivariana de Venezuela, si el gobierno de Maduro concluye y la oposición llega al gobierno, tampoco se va a liquidar la presencia venezolana en el MERCOSUR porque es un tema de país, no de gobierno.
Ahora bien, estos giros abruptos de la política exterior de los gobiernos, se pueden ver muy morigerados en una instancia en la cual, no sólo el oficialismo, sino también la oposición tiene un lugar.
Dinamitar las instancias de integración de los países sudamericanos, buscando un nuevo acercamiento a Estados Unidos, probablemente nos lleve a nuevos fracasos. Desde el punto de vista económico los países pueden ser competitivos o complementarios. Los acercamientos felices se dan entre los segundos y no entre los primeros. Para bien o para mal, la Argentina y Estados Unidos son dos países que exportan productos agropecuarios y eso dificulta todo acercamiento duradero. Esto se vio reflejado desde la primera Conferencia Panamericana en la última década del siglo XIX y no porque los gobernantes argentinos fueran antiimperialistas, sino porque los países tienen intereses encontrados. No ocurre lo mismo con otros países sudamericanos.
Por último, quisiera señalar que el PARLASUR tiene obviamente como antecedente primordial el Parlamento Europeo. El continente europeo, aún con las evidentes asimetrías entre sus diferentes países, ha llevado un camino que fue desde el Mercado Común Europeo hasta el actual Unión Europea y es un ejemplo de integración. Pensemos que hoy no se baja velocidad al pasar por una autopista de Austria a Italia y hace cien años, en ese lugar esos países mantenían un conflicto bélico.
Estoy convencida que ese es el camino a seguir y que el PARLASUR es una herramienta principal para ese proceso que debe respetarse en todas sus formas.
Sin embargo, hoy vemos como “el maltrato y el abandono, que promueve el Ejecutivo Nacional argentino y sus referentes para con los representantes coterráneos en el Parlasur, vislumbran aristas extorsivas que se ejecutan para tratar de disciplinarnos, tratando de dejarnos sin una estructura de trabajo que nos permita cumplir con las funciones para las que fuimos electos a través del voto popular”.