La Familia Grande Hogar de Cristo, Cáritas Argentina y la Pastoral Nacional sobre Adicciones y Drogadependencia se preguntaron qué “silencios cómplices” contribuyeron a que drogas y adicciones sean hoy “la otra pandemia silenciada”, y lamentaron que 14 años después del Documento de Aparecida se siga sin dimensionar la gravedad del problema que el episcopado latinoamericano advirtió en 2007. En ese marco, llamaron a la dirigencia política y a la sociedad toda a poner la mirada en esta otra pandemia, porque aquí también «está en juego la vida».
Referentes del sector hicieron esta reflexión durante la presentación del documento «Drogas y Adicciones: un obstáculo para el Desarrollo Humano Integral» que se hizo hoy vía «streaming» a través de los canales de YouTube de la Familia Grande Hogar de Cristo y del Consejo Episcopal Latinoamericano (CelamTV).
En el comienzo del encuentro, y luego de rezar por los jóvenes víctimas de las drogas, se hizo presente
La presentación estuvo a cargo de Romina Santomingo, acompañante Hogar Madre de Lourdes, Familia Grande Hogares de Cristo; María Elena Acosta, referente nacional de Hogares de Cristo; Beatriz Ballario, responsable del área Abordaje Pastoral y Comunitario de las Adicciones de Cáritas Argentina; el presbítero José María Di Paola, coordinador de la Comisión Nacional de Pastoral de Adicciones y Drogadependencia y presidente de la Federación de Hogares de Cristo; y el presbítero Guillermo Torre, párroco de Cristo Obrero en el barrio porteño Padre Mugica.
La presentación se enmarcó en el Día internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas establecido por la Organización de las Naciones Unidas en 1987 para el 26 de junio de cada año.
Reflexiones a la luz del Documento de Aparecida
Los expositores destacaron la importancia de estas reflexiones sobre las adicciones en el camino de la Asamblea Eclesial a la que está invitando el Celam y tomando la mirada que ya en 2007 marcó la V Conferencia de los episcopados latinoamericanos en Aparecida, Brasil.
“El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni
“Francamente nos sentimos interpelados por esta declaración en la que se utiliza el término ‘pandemia’ en relación con la droga y las adicciones porque, en este presente de COVID-19, es cuando comprendemos la verdadera dimensión de esa palabra”, afirman en el texto del documento, y se preguntan «qué silencios cómplices habrán logrado que, 14 años después de aquel claro alerta de los obispos, siga siendo esta ‘la otra pandemia’, silenciada, la que lastima a nuestros pueblos y se constituye como un terrible obstáculo para el logro del Desarrollo Humano Integral. Especialmente de los más pequeños, los más pobres, en quienes reconocemos una
La Familia Grande Hogar de Cristo, Cáritas Argentina y la Pastoral Nacional sobre Adicciones y Drogadependencia fundamentan sus reflexiones “en el cotidiano encuentro con este dolor que asoma, en primer lugar, cada vez que llegamos a una comunidad”.
Tras afirmar que “es allí donde encontramos relatos de desgarro, desesperación, impotencia o vivencia de desamparo”, alzan fuerte su voz “para repetir las palabras de Aparecida y llamar la atención sobre el agravamiento de la pandemia de las drogas y las adicciones en tiempos de COVID-19”.
- Por nuestra experiencia en barrios populares vemos que es urgente tomar conciencia de que las drogas y las adicciones son una herida sangrante de nuestro Pueblo. Nos preocupa cuando los medios de comunicación, las redes sociales, la política, y la sociedad hablan del dólar, el gasto público, las especulaciones electorales y otros temas diversos, mientras ignoran esta problemática que mata de la peor de las maneras a nuestros hermanos y hermanas de toda América Latina.
- En lo cotidiano nos dimos cuenta de cómo, con las restricciones de todo orden generadas por la pandemia de COVID-19 y las medidas políticas que se implementaron para abordarla, quedaron huérfanos nuestros barrios. Por sobre todo, nos desvelamos por los muchos jóvenes que se encuentran sin espacios de contención, ni referentes del mundo adulto o pares con los que interactuar en los clubes, las escuelas e incluso la mayoría de nuestras Capillas que quedaron cerradas. Con alarma comprobamos que se encuentran a la intemperie no solo física sino también existencial.
- Hemos constatado cómo se impregna lo social con un inmanente sentido de aceptación e inocuidad acerca del ‘cannabis’, su despenalización y sus usos. Desde nuestra visión, debería ser ‘puesto en el contexto’ de la pandemia de las drogas para no minimizar los riesgos de su uso problemático que nada tiene de saludable.
- En el día a día de nuestro trabajo en los barrios populares comprobamos cómo las adicciones y todo lo que se produce a su alrededor van rompiendo los lazos sociales de nuestras comunidades y detonan como bombarderos los valores fundamentales que nos unen como comunidad: la solidaridad, la fraternidad, la misericordia, la caridad. Porque no sólo son pilares de nuestra espiritualidad sino la base de la construcción de un tejido social que nos entrelaza y sostiene como grupos sociales. En el estado actual, creemos, el problema ya no se resuelve con trabajo y vivienda porque no existe la red de apoyo de la comunidad organizada y se vive en el desesperado ‘sálvese quien pueda’.
- En estos años pudimos ver una sociedad y un Estado cada vez más fragmentados en sus respuestas. Esto permite sospechar que no se comprende la complejidad y gravedad constitutiva del problema. Advertimos además que, lo que hasta el 2019 era sostenido de un hilo, hoy explotó en nuestros pueblos ante la crisis 2020/2021 y actualmente la situación social es desesperante.
- También nos parece necesario sincerar que el sistema penitenciario funciona como un espacio que alberga personas con problemas de salud mental y adicciones. En la Argentina no hay estadísticas oficiales sobre el punto pero, si leemos con detenimiento algunos indicadores, intuimos con alto grado de certeza que el 80% de las personas privadas de la libertad se encuentra en esas condiciones de salud, sin recibir las atenciones correspondientes.
- Y, siguiendo con la población carcelaria, es necesario referir que la crisis del COVID-19 ha degradado las condiciones de vida de las personas detenidas hasta límites infrahumanos, en penales colmados y comisarías hacinadas, en las que pasan meses detenidos soportando indecibles violaciones a los derechos humanos.
- Nos inquieta la pospandemia y el aumento del HIV, la Tuberculosis y otras enfermedades asociadas al consumo de paco y otras drogas dado que no hay controles ni respuesta terapéutica y claro es que las consecuencias afectarán a nuestra sociedad en su conjunto.
- Es conocida y estudiada la alta incidencia entre la pobreza, adicciones y explotación laboral y sexual. La utilización de niños, niñas, adolescentes, mujeres para ‘trabajos’ encubren la explotación laboral y/o sexual, entrecruzan con la trata de personas tan extendida en nuestro país y la región.
- Es necesario reconocer y entender los padecimientos mentales de las personas en contexto de exclusión, lo que requiere de personas involucradas con las problemáticas e insertas en esos territorios. Lo percibimos antes de la Pandemia y, ya atravesándola, hizo saltar por los aires la cuestión de la Salud Mental, tan lejana para recibir atención y no pensada para la realidad de nuestros barrios.
- Queremos visibilizar la creciente cantidad de personas en situación de calle, que fueron y siguen siendo vulneradas todos sus derechos. La calle no es un lugar para vivir, ni morir. No hay tiempos de espera, no se pueden dilatar más las respuestas.
- A la vez somos testigos de la valentía de tantas personas en recuperación que han ayudado –sin ningún cálculo– a muchos que se sentían solos. Como dice la canción de despedida de la Misa Popular Salvadoreña: “Cuando el pobre crea en el pobre, ya podremos cantar libertad, cuando el pobre crea en el pobre, construiremos la fraternidad.
Propuestas
Los agentes pastorales comprometidos en este tema hacen un llamado amplio y vigoroso al pueblo en el marco de la 1ª Asamblea Eclesial que convoca el Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) e invitan a “involucrarse a todos los sectores e instituciones de la comunidad organizada: sindicatos, clubes, empresas, parroquias, movimientos sociales, escuelas, universidades, cuerpos legislativos, organizaciones del Estado y de la sociedad civil, partidos políticos, iglesias, mutuales, colegios profesionales y todos los colectivos que tomen conciencia de esta “otra pandemia”, para mirarla de frente.
“Proponemos que, juntos, enfrentando cada rostro humano y escuchando su dolor, usemos los datos, los saberes y los recursos desde la misericordia para planear una propuesta concreta y extensiva que nos permita hacer frente a este ‘monstruo grande que pisa fuerte’”, subrayan, y manifiestan: “Deseamos que en cada barrio popular de nuestra América se vivan ‘las 3 C’: Capilla, Club y Colegio, y volcamos nuestro aporte y experiencias de hacer familia, de hacer comunidad. Estamos convencidos de que ese es nuestro gran diferencial y fortaleza”.
Puntualmente, alientan a que “en cada barrio popular de nuestra América haya un Centro Barrial que ‘reciba la vida como viene’ y que su modo de trabajo sea un ‘cuerpo a cuerpo’ como nos decía el cardenal (Jorge) Bergoglio (hoy papa Francisco) en la inauguración del primer Hogar de Cristo”.
«Está en juego la vida de la gente»
Finalizada la presentación, se abrió una ronda de preguntas, que fueron respondidas por el presbítero Di Paola.
En sus declaraciones, consideró que «lo más importante es poder realizar la comunidad organizada en cada uno de
Respecto a la posibilidad de combatir el narcotráfico, el sacerdote consideró importante tener en cuenta que hay un poder muy grande en el narcotráfico, pero que la tarea de la Iglesia es trabajar en la prevención y la recuperación. «Es la tarea que están asumiendo desde las parroquias populares, el Hogar de Cristo y los centros barriales», afirmó.
En cuanto al aumento del consumo durante la pandemia, el presbítero Di Paola consideró que el cierre de todo ha provocado que muchos adolescentes y preadolescentes hayan perdido sus puntos de contacto con referentes positivos: la capilla, el club, el colegio y otras organizaciones. “En los barrios donde se pone más picante por la droga o la violencia, no quedaron cerrados los lugares que ofrecen experiencias negativas para la vida, entonces muchos jóvenes han caído en esas situaciones. Por eso es importante que los centros barriales nunca hayan cerrado, se hayan adaptado a los protocolos, porque el camino es estar presentes y ligados a los jóvenes en situaciones complicadas. Muchos también en la situación social más compleja, se quedaron sin nada y han caído o recaído en la adicción”, reconoció.
Consultado sobre la responsabilidad política sobre las adicciones, expresó: “Desde hace mucho tiempo venimos alertando sobre este tema, hablamos ya de décadas, desde los primeros documentos, pero generalmente cuando el tema ocupa un lugar importante es por alguna desgracia. Queremos que en la sociedad se ponga en primer lugar el tema de esta pandemia, que muchas veces se disfraza y queda detrás de otros temas. A la gente le importa mucho menos”.
“Si uno va a un barrio popular va a encontrar una madre buscando un lugar para internar a su hijo, para hacer un tratamiento, o un pibe que cayó en la violencia. Es necesario que toda la política ponga su mirada en esta otra pandemia, sea del partido político que sea, porque acá está en juego la vida de la gente, y lo señalamos desde este lugar tan significativo para nosotros, la parroquia fundada por nuestro mártir, el padre Carlos Mugica”.
AICA/NCN