Educación no, ¿casinos si?. Por Alberto Asseff
La confrontación entre el Ejecutivo Nacional y el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires respecto de los 6.500 niños que, por carecer de conectividad y equipamiento tecnológico, están desvinculados de sus maestros desde la segunda quincena de marzo, ilustra la Argentina indeseable a la que nos están condenando.
No se alcanza a entender cómo conciben a la declamada ‘justicia social’ y su opción por los humildes, también retóricamente alegada. Si existe una oportunidad para probar que esas posturas son sinceras es esta de los 6.500 pequeños (ex) alumnos. Si se los margina del aula – física o virtual – en los hechos están reconociendo que desprecian no sólo la igualdad de oportunidades, sino literalmente la igualdad a secas. Es la confesión ficta de que no les interesa el destino común, otro de los eslóganes con los que nos han abrumado por décadas, Porque, ¿de qué destino compartido puede hablarse si se deseduca y se degrada a nuestra población? El único ‘destino’ será ‘sálvese quien pueda’. En rigor, los adalides de los derechos colectivos y de las frondosas ‘políticas públicas’, del dirigismo estatista, en la práctica están induciendo al quiebre de los vínculos sociales básicos y promoviendo el individualismo explícito. Por eso cada día son más los argentinos – sobre todo jóvenes – que tienen como principal aspiración irse, aunque sea a lavar platos y copas en el más recóndito sitio del más lejano lugar. Prefieren esa alternativa a sobrevivir en una comarca ex nacional – porque al no tener un fin que nos una dejamos de ser una nación, siguiendo la genial definición de Ernest Renán – que se debate entre la mediocridad y la persistente decadencia, sin estadistas a la vista y, especialmente, sin el más elemental patriotismo.
Los gobernantes no pueden vacilar en cuestiones como la educación. Los genuinos maestros tampoco. Se detectaron en la Ciudad más rica del país 6.500 chicos olvidados, perdidos, desligados de cualquier aula ¿Imaginamos cuántos sufrirán igual o peor situación en el interior santiagueño, en la zona chaqueña de Salta, en el oeste del Chaco o Formosa?
Si se pudo, con resguardos y prevenciones, habilitar a los supermercados, ¿cuál es el motivo para que no se haya dispuesto desde el primer día del aislamiento obligatorio que por lo menos todos los estudiantes tendrían una jornada presencial por semana, de forma de mantener contacto con sus maestros? Con esa modalidad la presencia en la sala escolar sería como máximo de siete educandos. Si se admitiese sólo a un padre concurrir a llevarlos y buscarlos – si se tratase de niños -, ¿dónde estaría el peligro virósico? ¿Alguien puede explicar el motivo para que miles de cajeras asistan regularmente a sus labores en estos 160 larguísimos días de parálisis, pero millares de maestros permanezcan en sus casas?
Lo más patético de la Argentina de estos tiempos es la igualación hacia abajo. Todos empobrecidos, pero eso sí, ‘iguales’. Por eso se oye cada vez más el estrafalario reproche al mérito y al esfuerzo. Se les enrostra a los meritorios que propenden a la desigualdad ¡Habráse visto peor (des) concepto! El mérito, la calidad es un gran valor individual y social. A más abundancia de mérito, mejor sociedad.
En estos días se ha iniciado el proceso para la reapertura de los casinos con la posibilidad de que se asista presencialmente. Seguramente los ingresos brutos que dejan de recaudar las administraciones provinciales tienen una incidencia decisiva en esa rehabilitación. Ergo, como las escuelas no ayudan a la recaudación tributaria, postergan el reinicio de las clases. No obstante, habría una esperanza si los gobernantes asocian el tributo por los ingresos ‘brutos’ con los ‘brutos’ que está generando esta deseducación. Quizás reflexionen y entre ‘brutos’ se entiendan…
No puede ser que la educación esté cerrada. Es como ocluir al futuro. Es sentenciarnos definitivamente al atraso y también a la más sombría perspectiva de desocialización.
Decían que Educación debía ser un Ministerio y no una Secretaría de Estado. Pero, ¿insisten en creer que un asunto tan monumentalmente relevante depende del rango burocrático de su administración? ¡Vayan a la sustancia! ¡Salven a la educación para que retorne a su señorial maestría! Para que nos haga de nuevo una Nación con porvenir.