EL CONFLICTO MAPUCHE
LA CUESTIÓN HISTÓRICA (Parte 1)
Para entender el entramado que rodea la causa mapuche y los hechos que tienen lugar en el sur de nuestro país es imprescindible adentrarnos en la cuestión histórica. Toda vez que será dicha ciencia la que podrá echar luz sobre el origen del pueblo mencionado, y su carácter o no de “pueblo originario”, que como veremos, constituye el meollo de la cuestión a la hora de justificar un reclamo de tierras en nuestra actual República Argentina.
Para zanjar este tema de la manera más objetiva posible recurriremos a diversos historiadores y antropólogos que han estudiado a fondo la problemática y descubriremos que existe prácticamente unanimidad en considerar a los mapuches como un pueblo originario del actual territorio chileno. Si efectivamente esto fuera así, todas sus pretensiones sobre nuestro suelo carecerían de sustento legal, y esto a pesar de la profusa legislación que la Argentina ha suscripto en material de derechos indígenas.
Pues bien, ¿qué es un pueblo originario? Primeramente, tenemos que expresar nuestro desacuerdo con el término antedicho, dado que se presta a grandes equívocos. Existen distintas teorías acerca del poblamiento americano: está la de Paul Rivet, de que cruzaron por Alaska; está la del antropólogo Thor Heyerdahl, que con una balsa quiso probar la hipótesis de que venían de la Polinesia. Lo cierto es que no hay un hombre originario americano. Como tampoco hay una etnia argentina, asunto magistralmente demostrado por el hoy desaparecido Instituto Étnico Nacional, el cual tuviera funcionamiento durante la presidencia del General Perón, justamente para develar estos temas.
Como decíamos, es sabido que el hombre no es originario de América, sino que en épocas remotas, fines del cuaternario, cuando aún nuestro continente permanecía unido a Africa, los primeros pobladores ingresan por el estrecho de Bering. Y si nos remontamos hacia atrás, pentateuco mediante, llegaríamos a la conclusión que los verdaderos originarios eran Adán y Eva.
Pero aún, tomando la definición en un sentido restrictivo, es decir, que pueblo originario es aquel que vivía en nuestro territorio cuando la colonización española, veremos que también se presta a confusiones, porque en todo caso, en nuestro país, los fueguinos y los pámpidos (aoniquen y genaken, ambos de carácter nómade) fueron los primeros que se establecieron. A los fueguinos los suceden los onas, y así podríamos seguir ad hominem. Lo cierto es que, según la Antropología, la Patagonia fue poblada por lo menos 7.000 años antes de Cristo. Nuestros habitantes primitivos eran los tehuelches que habitaron nuestro Sur desde el siglo VI d. c., aproximadamente, y a partir del siglo XVI diferentes pueblos de esta tribu se ubicaron desde la costa sur del Río de la Plata hasta la norte, de la isla de Tierra del Fuego. Los patagones eran pámpidos, hombres de gran estatura (medían alrededor de 1,80 m o más), robustos, que impresionaban a los expedicionarios de Magallanes por su tamaño. De allí el mito que se trataba de gigantes. Nuestros indígenas fueron clasificados como septentrionales, los que habitaban originalmente al norte del Río Chubut (pampas o puelches y serranos) y meridionales los que poblaban al sur (patagones en el continente y onas, en Tierra del Fuego). Los pampas o puelches pertenecían a la misma etnia que los querandíes, quienes se establecieron sobre las márgenes de los ríos de La Plata, el Paraná de las Palmas y Paraná Guazú, y la cuenca del Salado. En tanto que los pampas puelches ocupaban el resto de la provincia de Buenos Aires, íntegramente la provincia de La Pampa, el sur de Mendoza, San Luis y Córdoba y parte de la provincia de Río Negro. Su lengua era la tehuelche, como la de los patagones, pero su dialecto tenía ligeras variantes con respecto a la de aquellos. Los primeros contactos con el hombre blanco los tuvieron los patagones, cuando la flota de Magallanes, en el año 1520, invernó en San Julián. En tanto en 1536, los querandíes chocaron con los hombres del adelantado don Pedro de Mendoza, cuando este fundó Buenos Aires. En el siglo XVI, tras fundarse Buenos Aires, los franciscanos establecieron en Magdalena la primera reducción para los querandíes, que fracasó totalmente. En 1751, los franciscanos fundaron una reducción para indios pampas en la zona de Río Cuarto (sur de Córdoba), que también levantaron en 1779. Recién cuando llegan con Roca los padres Salesianos a la Patagonia, y más tarde a Tierra del Fuego, estas misiones tuvieron resultados positivos con los indígenas del Sur.
Preferimos entonces, mal que les pese a los progresistas locales, la clásica definición de “civilizaciones precolombinas”; es decir, aquellas civilizaciones que existían en América antes de la llegada de Colón. Pero claro, aceptar esta denominación daría por tierra con el fundamento de los “pueblos originarios” …y su reclamo de tierras.
Hay que decirlo claramente. Los mapuches son de origen chileno y en sucesivas oleadas ingresaron a lo que hoy es territorio argentino. Esto ocurre entre los siglos XVI y XVIII. No se trata de algo masivo sino más bien progresivo. Al principio puede decirse que se trataba de un “goteo” por el cual penetraban a través de la cordillera y llevaban adelante intercambios comerciales con nuestros aborígenes en forma pacífica. Como veremos, siguiendo al historiador Roberto Porcel, en su “La araucanización de nuestra pampa. Los Tehuelches y Pehuenches. Los Mapuches invasores”; su asentamiento final se dio al huir de Chile por la llamada “Guerra a Muerte”, y mediante el exterminio de nuestros verdaderos naturales, los Tehuelches.
Así lo relata Porcel: “La Araucanía, en Chile, conformó una nación de naturales, probablemente desde el siglo XI d.c., cuya frontera norte (llamada Baja Frontera) era el Río Bío Bío; hasta que los chilenos, terminada la guerra con Perú y Bolivia, impusieron su superioridad militar con su nuevo fusil, equivalente al Remington del Ejército Nacional, y conquistaron definitivamente las tierras del sur de dicho río (campaña del año 1883). Estaba poblada por los mapuches, denominados picunches (gente del norte), puelches (gente del este), moluches (gente del oeste) y huilliches (gente del sur), según el lugar de su asentamiento dentro de este territorio. En el centro, sobre el río Imperial, estaban los Vorogas. Eran andinos, individuos de baja a mediana estatura y cara casi cuadrada, cráneo braquicefálico, de gran fortaleza física. A diferencia de nuestros indios, eran semisedentarios, ya que, además de cazadores y recolectores, eran cultivadores o agricultores (…) Los Vorogas o voroganos poblaron la Araucanía, ya que eran mapuches, desde el Pacífico a los Andes, a la altura del río Imperial, al norte de los huilliches, con los que se enfrentaron durante la guerra a muerte en Chile (años 1819-1824).Vencidos, cruzaron la cordillera y, tras malonear en la región de Mendoza y San Luis, atravesaron nuestra pampa y se asentaron en la zona de Epecuén, Carhué y Guaminí, en la provincia de Buenos Aires, donde posteriormente los masacraron los huillichis (…) En Epecuén, fueron asesinados dos de sus tres caciques principales, Rondeao (o Rondeau) y Melín (o Melian), como luego veremos, en la llamada sorpresa de Masallé (año 1834). De los asentados en el lugar, sólo se salvó el grupo del cacique Coliqueo, que pudo escapar de la masacre, y tras una unión transitoria con los ranqueles, luego se contó entre nuestros indios leales (…) En Chile, la frontera sur de la Araucanía, llamada Alta Frontera, era el río Tolten. Más abajo, los españoles fundaron Valdivia, en el año de 1552, pero esta ciudad fue arrasada por los mapuches en 1598. Los holandeses la ocuparon temporalmente alrededor del año 1643, hasta que los españoles la refundaron en 1645. En 1826, cuando era la ciudad de la frontera Sur, fue designada por el gobierno chileno capital del distrito o provincia de igual nombre, pero recién adquirió gran empuje en 1851, con la llegada de 600 colonos alemanes, que se asentaron en ella. Los mapuches frenaron a los incas al norte del río Bío Bío, cuando estos conquistaron Chile. Los guerreros del imperio, que invadieron el territorio chileno en el año 1460, tuvieron que detener su marcha conquistadora en el río Maule, en el año 1485, quedando allí fijada su frontera. Años más tarde, don Pedro de Valdivia, el conquistador de Chile, fundaría en el año 1541 la ciudad española de Santiago, sobre el río Mapocho. Con anterioridad, los mapuches también habían rechazado al socio de Francisco Pizarro, don Diego de Almagro, que llegó a la conquista con cerca de 500 españoles, además de los yanaconas del Perú, y fracasó en su empresa de entrar al territorio (…) Estas dos etnias de pámpidos y ándidos sostuvieron variados y permanentes intercambios comerciales desde el siglo XVI, dada la facilidad de las comunicaciones a través de centenares de pasos cordilleranos en Mendoza y Neuquén. Esto trajo como consecuencia, con el correr de los años, la introducción de los segundos (que pertenecían a la Araucanía, ubicada al oeste de los Andes) en las tierras de los tehuelches y pehuenches, nuestros pobladores originales, que vivían al este de la cordillera. Esta penetración, al principio, fue amistosa para comerciar las telas y productos mapuches por sal (de la que careció Chile hasta la guerra del Pacífico) y pieles para comprar ganado en pie (arreos) que efectuaban nuestros aborígenes mediante sus malocas o para malonear en forma conjunta saqueando nuestras pampas. Ya en 1650, el padre Diego Rosales, que ingresó a Neuquén desde Chile, comprobó que nuestros pampas puelches hablaban tanto su propia lengua tehuelche como la mapu dungu mapuche, lo que demuestra el contacto que, a través del comercio y trato, facilitado por los pasos cordilleranos, tenían los aborígenes de ambos lados de la cordillera, de contextura y físicos tan desiguales. También sostuvo Rosales que los mapuches se consideraban superiores a los puelches. Posteriormente lo hicieron ya en son de guerra contra nuestros naturales (los tehuelches fueron vencidos definitivamente en la batalla de Choele Chel, en 1821), huyendo de Chile como resultado de la “Guerra a muerte” o persiguiéndose y luchando entre ellos mismos. Pero en todas estas oportunidades, ya fue en tren de posesionarse de estas, para ellos, nuevas tierras, tan pobladas de ganado que saqueaban con destino al otro lado de la cordillera. Muchas veces, al principio, estas etnias (mapuches, tehuelches y pehuenches) se unieron para malonear, robar en nuestras pampas y arrear ganado yeguarizo y vacuno al oeste de los Andes, donde los negociaban; pero finalmente los mapuches, adueñándose del terreno, incursionaron solos, directamente, para concretar los robos, arreos y negocios por cuenta propia y asentarse en nuestra tierra que araucanizaron al norte del Río Negro, imponiendo su lengua mapudungu. De estos enfrentamientos, por el coraje de nuestros pámpidos al enfrentarlos en sus entradas, cuando no eran pacíficas, proviene la denominación de tehuelches (hombres bravíos), que en su lengua mapudungu dieron los mapuches a nuestros indígenas, nombre con el que pasaron a la historia (…) Finalmente, como ya hemos dicho, estas etnias se enfrentaron. Respecto de los tehuelches, tras las batallas de Languiñeo, Barrancas Blancas, Shótel Naike (en Chubut) —a principios del siglo XIX- y de la batalla del vado de Choele Chel en 1821 (Choel-Choel),vencidos por los indios de la Araucanía (moluches), quienes contaron con el apoyo de milicias trasandinas, debieron renunciar a lo mejor de sus tierras, conquistadas así por los mapuches, y retroceder para instalarse al sur de los ríos Negro y Limay (…) Los Vorogas, a su vez, vencían a nuestros pampas serranos de las zonas de Guaminí, Epecuén y Carhué. Fue el momento de la araucanización definitiva de nuestras pampas sureñas. Los tehuelches septentrionales (pampas y serranos), ubicados al noroeste de la provincia de Buenos Aires, debieron buscar refugio en el este de la misma, bajo el mando de caciques como los Catriel o el cacique Cachul, como indios “amigos” y buscando desde el año 1856 —salvo en algunas oportunidades en que nuevamente se aliaron con los mapuches- la protección de los fortines de los gobiernos de la nación y/ o la provincia. Lo mismo hicieron los Vorogas que sobrevivieron con Coliqueo, que para protegerse de los huilliches, moluches y picunches chilenos, más numerosos, que entraban en grandes oleadas recurrieron muchas veces a la protección de las milicias de nuestros fortines. Los mapuches y Vorogas vencieron a los tehuelches por la ventaja de su gran cantidad de loncos (guerreros), sus largas lanzas y la maestría para luchar a caballo, con sus pechos protegidos con cueros de vaca (que servían principalmente contra las flechas) y muchas veces gracias al apoyo de milicianos chilenos patriotas o guerrilleros realistas, con poder de fuego, frente a la menor cantidad de nuestros pobladores originarios, armados con arcos, flechas, boleadoras, bolas y cuchillos. Los mapuches llamaron Magna Araucanía a la tierra que conquistaron y detentaron, imponiendo en ella su lengua mapudungu, distinta de la que hablaban nuestros indios originarios (…) En el año 1821, estando al frente de Carmen de Patagones (fundada por Francisco de Viedma, con el nombre de Nuestra Señora del Carmen, en 1779),el comandante Calixto Oyuela informó al gobierno de Buenos Aires, a cuyo frente estaba Martín Rodríguez, que un malón de mapuches cordilleranos del Este (moluches), apoyados por tropas regulares de Chile, provista además de artillería, había derrotado a mil ochocientos guerreros tehuelches que los enfrentaron con coraje en el vado de Choele Chel (combate de Choel- Choel), donde murió la mayor parte con sus caciques Ojo Lindo y Anapilco. En esa época era común que los mapuches o los Vorogas actuaran con tropas de patriotas chilenos o guerrilleros realistas, según el bando para el que luchaban en la guerra a muerte que se desarrollaba en Chile. El vado de Choel-Choel, por otra parte, era fundamental para el control de los arreos de ganado robado, cuando este marchaba con destino a Chile, y marcó en adelante el dominio mapuche definitivo del territorio al norte del Río Negro (se denominaba Entre Ríos al Sur a las tierras entre el Río Negro y El Colorado) y las Salinas en la Pampa, donde se asentó Calfucurá. Durante el transcurso de la guerra a muerte en Chile, desde 1819 hasta 1824, hubo numerosas inmigraciones de mapuches y Vorogas al este de los Andes, que llegaron a las Salinas Grandes, y también los segundos a Sierra de la Ventana, Guaminí y Epecuén. En el período virreinal, a fines del siglo XVIII (año 1781), nuestra línea de frontera estaba asegurada por los fuertes de Chascomús, Monte, Luján (donde actualmente está Mercedes), Salto y Rojas y los fortines de Ranchos, Lobos, Navarro y Carmen de Areco (…) En 1830, el cacique pampa Lomo Colorado denunció al coronel Martiniano Rodríguez, jefe de la Fortaleza Argentina, que no se fiase de los Pincheira y sus Vorogas, porque pensaban atacar la fortaleza. Los Vorogas, con apoyo de Zúñiga, primero lancearon y sablearon a los indios de guerra de los caciques pampas de Sierra de la Ventana y Sauce Chico. Allí murieron el cacique Curitripay con sus dos hijos, sus capitanejos, el cacique Catrileu y Lomo Colorado. Poco después de esa lanceada, a la hora del crepúsculo del 26 de septiembre de 1830, Martiniano Rodríguez, si bien no fue testigo visual, percibió con claridad, por el retumbar de los ruidos y gritos que llegaban a sus oídos, el drama de la masacre de los indios pampas amigos que trataban en su huida de buscar el refugio de la fortaleza y caían en sus mismas puertas, ante la impotencia de su jefe que tenía órdenes expresas de Rosas de no confrontar con los Vorogas, con los que quería firmar un tratado de paz. Rodríguez anotó que escuchó los galopes cortos de los lanceros Vorogas y soldados pincheiranos y el griterío de la chusma cuando era lanceada o sableada —ruido característico de las persecuciones y de las matanzas que se estaban produciendo de los pampas- sin poder intervenir ni tirar un par de cañonazos, para no contravenir las disposiciones terminantes recibidas de don Juan Manuel de Rosas (…) En otras palabras. Rosas consiguió eliminar a los invasores Vorogas y a las milicias realistas de los Pincheiras, que eran un peligro constante y además sus enemigos por sus alianzas con los ranqueles, quienes favorecían a los unitarios en épocas en que estos dominaban con Paz, los Videla, Pringles, Pedernera y Echevarría (o Echeverría), en Córdoba, San Luis y Mendoza (1830/ 1832). Pero eso lo logró a costa de introducir en las Salinas Grandes, en su reemplazo, a los mapuches huilliches, que resultaron tan depredadores e invasores como los anteriores”.
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