Vicente Martínez Torrenz es el único sacerdote vivo que estuvo en la guerra de Malvinas durante 1982. Oriundo de General Roca en la Provincia de Río Negro, durante el conflicto bélico por la recuperación del archipiélago austral en manos de los británicos, quien gusta definirse como «cura raso» (aludiendo así al soldado raso) llevó un meticuloso diario de cada uno de sus días donde se ocupaba de dar la «buena nueva» de Jesús en un escenario donde el terror desbordaba a las almas. Desde hace años, se ha convertido en un libro que lleva varias ediciones.
En el prólogo, uno de los soldados que lo conoció muy bien, el Veterano de Guerra de Malvinas, Osvaldo Jorge Palacio destaca: «La misión del padre Vicente, como la de tantos de sus paes que actuaron en aquel conflicto, estuvo dedicada a rescatar el valor del hombre y de su dignidad. En ningún momento alega aspectos relacionados con interpretaciones históricas o políticas. Pero su obra tiene la capacidad de introducirnos en el significado humano y espiritual del Evangelio. Su propósito se cumplió con creces, ya que nos encontramos con otra visión de los hechos que vivimos durante setenta y cinco días en 1982″.
Y destaca: «A partir de Dios en las trincheras podemos interpretar de un modo diferente el espíritu que animó a nuestros hombres ante ese terrible desafío que significa el encuentro cotidiano con la muerte. Martínez Torrens nos demuestra que desde la desesperanza también es posible caminar hacia la Cruz». Asimismo subraya: «El diario no exagera y destaca la precisa y dolorosa comprobación del desgaste físico y emocional ante la zozobra de un ataque. Pone de manifiesto el pánico ante el alerta contínuo al momento de un bombardeo y la indignación frente a los actos incalificables del enemigo como fueron, por ejemplo, el hunidmiento del crucero General Belgrano, el ataque al aviso Alferéz Sobral o las violaciones a la Convención de Ginebra por el uso de armas anipersonales, como las belougas o las bombas de racimo».
«El padre Vicente destaca la innata creatividad para armar tácticas de defensa, la solidaridad, las anécdotas de quienes milagrosamente se salvaban de las emboscadas, la alegría que provocaban los aciertos y, sobre todo, la especial protección que dispensó la Santísima Virgen en innumerables oportunidades. Para quienes no estuvieron en Malvinas, este libro sirve para acercarlos a aquella particularidad topográfica de un paisaje desolado, sus inclemencias climáticas, la idiosincracia de sus pobladores y hasta sus aspecttos edilicios. Para los que participamos de la contienda, la posibilidad de revivir la epopeya. Es justo destacar, a partir de ella, la valiosa y tan necesaria labor pastoral de los capellanes, su dedicación a la misión ecnomendada, la atención a los soldados en la preparación de los sacramentos, la asistencia espiritual en el mismo lugar en que se iban sucediendo los hechos y de la que tantos muchachos habrán dependido para encontrar el estímulo que les permitía continuar abrazados a la vida» señala casi con devoción.
Sobre su obra, el Padre Vicente nos introduce:
«Mi participación en la gesta de Malvinas fue una ‘casualidad’ -¡si esta existiera!-. La viví como obra de la Providencia y me siento muy orgulloso de ella. Los pormenores los expongo al inicio de mi diario-crónica. Mi trabajo de capellán no se redujo a celebrar misas, sacaramentos, mantener elevada la moral del personal, sino también acudir al llamado de determinadas acciones.
A veces el capellán tiene que permanecer con sus manos entrelazadas con las del herido. Sin palabras.
Unas veces las retira bañadas con lágrimas que brotan por el agradecimiento de sentirse acompañado en la difícil situación. Otras las retira lentamente cuando las que se aferraba se caen por el peor de los desenlaces. No queda excluido el caritativo oficio, nada grato por cierto, de sepultar a los muertos.
Quien busque en este libro una obra literaria sensacionalista, estrategias militares o puntos de confrontación, no siga leyendo. No soy literato ni periodista, ni militar, ni estratega. Soy un simple sacerdote de los que el pueblo llama ‘cura raso’.
El valor de todo lo escrito es el testimonial porque fui partícipe de los acontecimientos. Recogí también información de hechos donde no estuve presente. Los condigno igualmente y les doy el mismo valor testimonial porque mis informantes eran, y son, dignos de la más alta credibilidad.
Algunos datos de nivel técnico podrán ser corregidos, pese a lo dicho anteriormente, pues en esa materia no soy un experto.
Advierto al lector que van a encontrar algunas expresiones o juicios que, tal vez, alguno piense que no corresponde a un sacerdote. Le pido disculpas pero no he querido modificar porque reflejan los sentimientos y el estado deánimo de quien está en medio del fragor de la lucha…
…Guardo la ingenua pretensión de develar los valores por los que lucharon y hasta murieron muchos óvenes soldados. Alguno que otro libro refirió hechos casi ´milagrosos’, pero no tengo conocimiento de que haya uno cuyo eje sea resaltar las espiritualidad de los hombres que combatieron en Malvinas. ¡Qué agradable me es hacer memoria y recordar con el corazón el paso de Dios por nuestras vidas!»