El encuentro entre Joe y Alberto
Por Mariano Yakimavicius
Los presidentes de Argentina y los Estados Unidos mantuvieron un esperado encuentro. ¿Cuáles son los intereses en juego más allá de la agenda oficial?
Ocho meses más tarde del momento originalmente acordado para el cara a cara entre Joe Biden y Alberto Fernández, la reunión finalmente se produjo el último miércoles. ¿Por qué se realizó en este momento? Porque los tiempos de la competencia estadounidense con China se aceleran y porque el año que viene será el de las elecciones presidenciales en el país del norte. La política interior de los Estados Unidos está impregnada por la disputa con China y tanto republicanos como demócratas pugnan por demostrar qué partido político es más duro contra el Gigante Asiático. En ese contexto, la actual administración norteamericana busca alinear la mayor cantidad de voluntades internacionales posibles.
La agenda protocolar y diplomática fijada para el encuentro se cumplió tal como estaba estipulado, pero también se plantearon temas que transitan por las napas de la política internacional.
¿Qué lugar ocupa Argentina en la redefinición del sistema político internacional?
Uno incómodo por cierto. ¿Por qué? Porque producto de la necesidad Argentina debe hacer un cuidadoso equilibrio entre China y los Estados Unidos en un contexto en el cual el sistema político internacional decanta cada vez más aceleradamente hacia un nuevo bipolarismo, de características que podrán ser similares pero también tendrán diferencias con el que protagonizaron entre 1945 y 1991 los Estados Unidos y la Unión Soviética.
La invasión rusa sobre Ucrania que ya lleva más de 13 meses, parece haber actuado como un acelerador de ese proceso que ya estaban en gestación. Si se simplificara esta interpretación mediante la metáfora del juego de ajedrez, podría decirse que China y los Estados Unidos son los jugadores, el mundo es el tablero y el resto de los países las piezas. Desde luego, el entramado de poder político, económico, militar y cultural es infinitamente más complejo. Pero sí podría decirse que se están configurando dos grandes núcleos de intereses en el mundo.
Argentina, con sus propios intereses se encuentra -y se encontrará en el futuro cercano- obligada a oscilar entre esos dos polos de poder, porque con ambos mantiene compromisos. Brasil, China, la Unión Europea (UE) y los Estados Unidos son los principales socios comerciales de Argentina. Brasil es la gran potencia regional y es, a su vez, socio de China en el ámbito del grupo BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica).
Por su parte, los Estados Unidos recuperaron gracias al conflicto entre Rusia y Ucrania su preeminencia comercial sobre la Unión Europea, especialmente en términos de provisión de recursos energéticos. Y los Estados Unidos apuntan a recuperar muchos otros ámbitos de influencia.
África por ejemplo, donde China y Rusia llevan la delantera en materia de provisión de armamento, pero más aún en la persecución de recursos energéticos, materias primas, nuevos mercados y protagonismo diplomático.
Latinoamérica en general y Argentina en particular también forman parte de este escenario en el cual la presencia china en materia de inversiones, comercio, desarrollo de infraestructura y auxilio financiero, han crecido notablemente en los últimos años.
En concreto, los Estados Unidos tienen intereses en varios frentes con relación a Argentina pero, entre ellos, se destaca el crecimiento del país en los años venideros como proveedor de recursos energéticos tradicionales (gas) y -muy especialmente- de recursos energéticos no tradicionales (litio). Este último se utiliza para el almacenamiento de energía en la fabricación de baterías, para el desarrollo de tecnología termosolar, para lograr eficiencia energética y para la producción de energía.
El litio es un elemento químico clave en la actual transición global hacia una economía menos dependiente de los combustibles fósiles. Argentina, junto a Bolivia y Chile, forma parte del denominado “triángulo del litio”, que reúne aproximadamente el 58 por ciento de los recursos
mundiales conocidos. Se trata entonces de un insumo estratégico con potencial para desempeñar un rol muy importante en el desarrollo económico argentino.
En síntesis, por esta y otras razones, Argentina es un país que se beneficiaría notablemente si lograra mantener el equilibrio entre los polos de poder pero que, al mismo tiempo, tiene urgencias que lo conducen a ser fácilmente “presionable” por uno y otro. Ya se sabe, lo urgente suele conspirar contra lo importante.
Los temas puntuales
Durante el encuentro entre Fernández y Biden en la Casa Blanca se abordaron varios temas, entre los cuales se destacaron el cambio climático y la sequía en Argentina -que produjo pérdidas calculadas entre 15 y 20 mil millones de dólares-, la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la guerra en Ucrania y la inversión energética a futuro ya mencionado.
Indudablemente, la urgencia argentina estuvo dictada por la economía. Tras la reunión, Fernández dio una conferencia de prensa en la que anunció que los Estados Unidos avalaron el pedido de apoyo que realizó el gobierno argentino para fortalecer las reservas y así poder cumplir con las metas fijadas por el FMI. El pedido de acompañamiento para el esquema de fortalecimiento de reservas, ante los estragos causados por la sequía se formalizó ante la secretaria del Tesoro, Janet Yellen.
Fernández destacó que Biden se comprometió a apoyar a Argentina ante los organismos multilaterales de crédito -ante los cuales los Estados Unidos tienen una innegable influencia- para “amortiguar” los efectos de la sequía, de manera tal de “construir un puente que permita pasar este año con más tranquilidad”. Precisamente este es año de elecciones generales en Argentina.
Fernández también aclaró que el presidente estadounidense no sólo se comprometió a colaborar con Argentina sino que también planteó que los organismos internacionales de crédito “deben darse una política específica para los países de renta media”, que cargan con el 60 por ciento de la pobreza y cuya postergación sería una “enorme injusticia”.
En realidad, a diferencia de los chinos que suelen acompañar sus intereses con fuertes inversiones, a los estadounidenses les cuesta un poco más “sacar la billetera”. Siempre prefirieron “influir” sobre los organismos multilaterales de crédito, que además le otorgan a cualquier operación económica un aspecto de transparencia mucho más digerible para los cánones occidentales.
En cualquier caso, el gobierno argentino -este y el que venga- deberá conducirse con cautela e intentar mantener el mayor equilibrio posible en un mundo cada vez más dividido entre “nosotros” y “ellos”, entre “buenos” y “malos”.