El 2021 será un nuevo año electoral. ¿Será posible que no se analice como un referendo a la gestión del Presidente? En las elecciones de medio término, el voto no es de suma cero. ¿Será momento que los argentinos empoderen a sus legisladores y visualicen las transformaciones que el Congreso puede encabezar? El 2021 avecina más transformaciones y nuevos protagonismos institucionales.
La incorporación de las tecnologías digitales durante la pandemia permitió no sólo la continuidad de la labor parlamentaria sino también incrementar su visibilidad en la agenda pública. El trabajo del Congreso se hizo visible en los procesos para la toma de decisiones. Como se observa en el informe de la Secretaría de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete de Ministros, el 2020 muestra una alta actividad legislativa visible en las 65 leyes aprobadas, la reducción del ausentismo de los legisladores en las sesiones con la implementación del sistema remoto, 253 reuniones de comisión en la cámara baja y 227 en la cámara alta, así como 72 dictámenes de proyectos de ley y 145 respectivamente. Datos que incrementan su peso al ser comparados con años anteriores.
Las discusiones partidarias se reflejaron en su arena por excelencia, el Congreso, la institución creada parar reflejar la pluralidad de voces.
Por otro lado, en el Poder Ejecutivo, el desafío de aunar fuerzas frente a la pandemia y la necesidad de generar consensos para implementar políticas públicas efectivas corrió el foco de la polarización por varios meses. Aún cuando el poder central podía definir de manera unilateral qué territorios avanzaban a una siguiente fase, siempre buscó el consenso de los Ejecutivos provinciales, sin importar el color político de cada uno de ellos.
Desde el desarrollo de las democracias representativas, y especialmente desde la presidencia de Roosevelt en los EEUU de los años 30, se hizo notorio el incremento del poder del Ejecutivo sobre el Legislativo. Los Ejecutivos desarrollaron estructuras robustas para implementar políticas públicas acordes a los tiempos de un Estado presente. El debate de las leyes siguió en el Legislativo, pero frente a su par, su poder se hizo relativamente menor y con el paso del tiempo se profundizó.
En Argentina, la figura presidencial históricamente ha tenido mucho peso. Hoy nos encontramos con un Congreso activo, fuerte y presente. Esto no es consecuencia de las tecnologías digitales, ellas simplemente contribuyen a visualizar las acciones y procesos de las instituciones.
Hoy la balanza de poder parece inclinarse a favor del Legislativo. No por ello el Poder Ejecutivo quedó paralizado; por el contrario, también mostró su adaptación frente al aislamiento social, preventivo y obligatorio. Logró adecuarse a un escenario que demanda la presencia del Estado para garantizar las políticas indispensables frente a la pandemia y la continuidad de los servicios públicos. La Secretaría de Gestión y Empleo Público de la Jefatura de Gabinete de Ministros informó que el 63% del personal civil de la administración pública nacional presta servicio de manera remota, el 14% prestan servicios esenciales de manera presencial, el 17% están en licencia por cuidado de niños menores, un 1% se encuentra de licencia por otros motivos y sólo un 5% no puede trabajar de manera remota.
Este año el Congreso deslumbró con una agenda propia, dinámica y transformadora. Esta nueva imagen abre algunos interrogantes: ¿Será causa de la trayectoria política de sus legisladores o parte de un proceso gradual que desde hace unos algunos años ponen al Legislativo en el centro de atención y que se cristalizó de forma efectiva en 2020? Queda dar paso al tiempo para descubrir si esta nueva dinámica del Congreso logrará institucionalizarse.