Endeudamiento argentino: ¿poco o mucho?, por José Castillo*
*Profesor e Investigador de la UBA- Miembro de Economistas de Izquierda (EDI)
Hay un punto en que coinciden tanto macristas como kirchneristas: nuestro país tendría un bajo nivel de endeudamiento. El kirchnerismo lo remarca como manifestación de la supuesta política de “desendeudamiento” que habría llevado a cabo. El oficialismo actual, en cambio, lo utiliza como eje para plantear la posibilidad de salir a tomar crédito sin problemas. La inmensa mayoría de los economistas argentinos acuerdan con esta afirmación. El centro de estas líneas es, justamente, demostrar lo contrario.
Vayamos a los números concretos. El endeudamiento público a abril de 2016 asciende a 222.700 millones de dólares. Es un hecho que ha venido ascendiendo en los últimos años del kirchnerismo y ha pegado un salto cualitativo durante la gestión macrista.
Pero muchos señalan que ese número no sería el relevante, sino que tendríamos que concentrarnos en otro: la deuda externa pública, a saber la deuda en moneda extranjera, que sería sustancialmente menor. Correcto, aunque también en vertiginoso ascenso: hoy llega a 109.841 millones de dólares (habiendo crecido un 11% en los últimos seis meses). Pero la diferencia entre uno y otro monto, todavía en aproximadamente 110.000 millones de dólares, no nos debe hacer perder de vista la tendencia: el actual gobierno reemplaza deuda interna en pesos por externa en dólares, por lo que iremos aceleradamente a una convergencia de ambas.
La vulnerabilidad de nuestro sector externo aparece más a la luz, cuando a la deuda externa pública le sumamos la privada, que asciende a aproximadamente 90.000 millones de dólares. Quiere decir que la deuda externa total argentina (pública más privada) estaría ascendiendo a esta altura de 2016 a cerca de 200.000 millones de dólares.
Y la situación se agrava cuando nos preguntamos si estos son los números “reales”. Porque el número oficial de deuda pública todavía no registra el reconocimiento de la deuda con los buitres, ni el nuevo endeudamiento posterior a abril. Tenemos acá aproximadamente 11.000 millones de nuevo endeudamiento externo neto (se tomó 20.000 millones y se abonaron 9.000 millones a los buitres).
A todo esto hay que sumarle las deudas provinciales, también en astronómico aumento. Su total asciende a 22.000 millones de dólares (de los cuáles 5.625 se tomaron en 2016, y hay otros 2.500 millones a colocar antes de diciembre).
La situación se torna mucho más grave si le agregamos la enorme deuda cuasi-fiscal del Banco Central (Lebacs por 575.000 millones de pesos -38.400 millones de dólares – y Nobacs por 77.300 -5.100 millones de dólares-). Y, aunque sabemos que es un “activo contingente”, la deuda por pagos de Cupón PBI –aunque algunos de estos bonos fueron rescatados en lo últimos meses-. Como seguramente en los próximos años habrá ejercicios en que la Argentina crezca a más del 3,2% anual, generará pagos por un monto que, a valor presente, difícilmente bajo de los 10.000 millones de dólares.
Sumemos todos los ítems: una deuda pública que se dolariza y externaliza aceleradamente de 222.700 millones; 11.000 millones más que simplemente falta contabilizar del segundo semestre; las deudas provinciales por 22.000; el cupón PBI por 10.000; y la deuda del Banco Central por 43.500 millones. Orillamos los 300.000 millones de dólares que estaría debiendo el Estado argentino en todos sus niveles. Y nos debería preocupar aún más que una parte sustancial de esa deuda está en bonos con intereses en dólares promedio del 8% anual, con lo que el monto a pagar su duplica en 10 años.
Si a esto le sumamos la deuda privada. ¿Es la economía argentina capaz de generar recursos desde su balanza comercial para pagar los intereses y eventualmente el capital que ello genera? ¿O estamos, una vez más, a merced de que exista permanentemente una ola de “ingresos” de capital (en términos de nuevo endeudamiento o inversiones especulativas) que lo cubran?
Hace décadas (para ser más exactos desde la crisis de 1982), desde la izquierda venimos insistiendo sobre el carácter impagable de nuestro endeudamiento externo (además de considerarlo ilegal e inmoral). Ya varias veces se nos quiso vender que era un problema “resuelto”: con el plan Brady y las privatizaciones en 1992; con la colocación de bonos post 1995; con los blindajes y canjes del 2000-2001; con el llamado “desendeudamiento” durante la era kirchnerista. La realidad, más testaruda, volvió una y otra vez a poner el tema de la deuda en el centro de la escena. Ahora estamos en un ciclo donde nos volvemos a lanzar, en velocidad a incrementar nuestra deuda. Vaticinamos que esto terminará, más temprano que tarde, en una nueva crisis, lamentablemente de proporciones mayores a las anteriores. Por todo esto es que estamos convencidos que no hay política económica viable en el mediano plazo para nuestro país si no comenzamos por romper esta trampa, no aceptando más pagar esta hipoteca histórica.