12 de noviembre de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Época de inflación – Por Alberto Buela*

Con el nuevo gobierno el pueblo argentino se dio a sí mismo una bocanada de libertad y sinceramiento que le estaba haciendo falta. El hartazgo ante “el relato”, el enfrentamiento, “la grieta” de la sociedad y tantas otras cosas, tornaron invivible la vida cotidiana.
Pero este nuevo gobierno muestra a todas luces una tara insalvable: es el gobierno de un millonario rodeado de ricos y tecnócratas, a quienes no asusta la inflación y justifican pagar por deudas solo especulativas y financieras, para conseguir dinero, que termina endeudándonos aún más de lo que estamos.
¿Y la creación de un capital nacional, de un ahorro interno para poder vivir con lo nuestro, a dónde fue?
¿Y la recuperación de la idea de austeridad, de trabajo genuino, productivo y disciplinado, en definitiva, la creación de valores sociales, a dónde la podemos encontrar?
Ante esto, viene bien recordar lo que dice George Bernanos en Diario de un cura rural, Ed. Luis de Caralt, Barcelona, 1952, p. 71: “Cierto es que el millonario dispone, en el fondo de sus cofres, de muchas más vidas humanas que monarca alguno, pero su poder es como los ídolos, sin orejas y sin ojos. Puede matar sin saber siquiera lo que mata. Y tal privilegio debe ser también el de los demonios”
Si este gobierno como los ídolos no tiene orejas ni ojos para las necesidades del pueblo, va a terminar, como el millonario de Bernanos, matando sin saber que mata.

Paraísos fiscales

Las firmas offschores = costaneras se crean para ocultar a los accionistas y, lo más interesante es que el dinero de estas firmas costaneras es luego depositado en los grandes bancos de Estados Unidos y Suiza. En una palabra, estas firmas costaneras blanquean el dinero en negro que circula en el mundo.
Nadie crea una sociedad offschore para algo bueno. Su objetivo es siempre defraudar a alguien, sea un Estado o un particular. Específicamente son sociedades para delinquir. Así, el narcotráfico, el terrorismo, los empresarios inescrupulosos son los habituales usuarios de las firmas costaneras.
Estas sociedades, en general, se instalan en países insignificantes que prestan su bandera para delinquir. Islas Vírgenes británicas, Isla de Bahamas, Isla Anguila, Isla de Niue, Islas Sychelles. Y de Estados no isleños se destaca Panamá, que dicho sea de paso gran parte de los barcos del mundo navegan con la bandera de Panamá, como bandera de conveniencia.
Hace unos días saltó a los medios el Panamá Papers, los papeles de Panamá, en donde aparecen once millones de documentos que mencionan de Messi a Putin y de Macri a Cameron. Pero eso sí, extrañamente, no aparecen nombres ni estadounidenses ni hebreos.
Es que los norteamericanos blanquean su dinero dentro de su propio país en los paraísos fiscales de Delaware, Nevada, Wyoming y Dakota del Sur y los israelíes en los cientos de bancos de todo tipo que tienen a su disposición.
El banco cuasi oficial de Francia, la Societé Générale que tiene 979 sociedades offschore por gestión del estudio Mossack-Fonseca de Panamá, publicó que el HSBD chino-británico posee 2.300 empresas, que el Crédit Suizo tiene 1.105 y que el UBS 1.100 firmas costeras, todas en la misma firma panameña.
En una palabra, si corremos el árbol que no nos deja ver el bosque, podemos ver que el objetivo de los papeles de Panamá es revelar los esquemas financieros ilegales de los principales bancos de Europa y no así el de los bancos de los Estados Unidos.
Y si miramos más en profundidad vemos como la propaganda subliminal nos habla de que el padre de Jürgen Mossack era nazi y que Ramón Fonseca dijo que se planteó en un momento de su vida ser cura. Con lo cual tenemos “cartón lleno” como en el bingo: los malos están de un lado y los buenos del otro. Si esto no es manipulación de conciencias, qué es.

Un poder sin imperio

En sus Principios de la filosofía del derecho el gran filósofo Hegel sostiene que la independencia de poderes no existe, es un mito liberal. Lo que existe es un poder único que se manifiesta como ejecutivo, legislativo y judicial. Pero el poder siempre es uno, la reductio ad unum de los antiguos, y ese uno, finalmente, es el poder ejecutivo, del que dependen y en el que se apoyan el judicial y el legislativo.
El mito liberal hace “como sí” existieran tres poderes, pero sabe, íntimamente, que son poderes interrelacionados que no pueden actuar de facto en forma independiente unos de otros. Así el poder judicial para actuar con eficacia necesita del apoyo del ejecutivo y del legislativo, y éste de aquellos.
La parodia que estamos viviendo con el gobierno de Macri es dejar que la justicia actúe per se y no haber puesto a disposición del poder ejecutivo, retirándoles los pasaportes, a todos los funcionarios del gobierno anterior (de ministros a directores nacionales) hasta que prueben su honestidad. Esto se llamó en otra época “juicio de residencia”.
Con esa media la justicia no tendría que estar corriendo y buscando a los funcionarios sino que estos estarían a su disposición. Se agilitarían los trámites y se podría hacer medianamente justicia.
Esperar que la burocracia judicial con todos sus meandros y vericuetos; chicanas y agachadas, con doce jueces federales de los cuales ocho son manifiestamente corruptos, haga justicia, es un engaño mayúsculo a las esperanzas del pueblo argentino.
Si el poder ejecutivo no tiene el imperio necesario para actuar, mejor sería que dejara el poder para evitar males mayores.

Alberto Buela Lamas es un filósofo argentino que desde 1970 ha desarrollado aportes al pensamiento filosófico iberoamericano. Se desempeña como profesor e investigador en la Universidad Tecnológica Nacional, de Argentina, y en la Universidad de Barcelona, de España. De formación clásica, Se destaca como el fundador de la metapolítica en América. Introductor de la “teoría del disenso” que propagó desde la Revista omónima, que constituye la ambición de un pensamiento alternativo al hegemónico.
Ha publicado más de 200 artículos académicos en el extranjero y una veintena de libros, tanto sobre filosofía clásica y contemporánea, como sobre política, geopolítica y metapolítica. Su pensamiento se apoya en autores clásicos como Platón y Aristóteles y en autores contemporáneos europeos como Scheler, Heidegger y Bollnow, y en americanos como McIntayre, Wagner de Reyna, Nimio de Anquín y Saúl Taborda, entre otros.
Es hombre de consulta permanente de la CGT y Académico de Número del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.

 

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