A pesar de que en los últimos días se firmó, gracias a la iniciativa del presidente del PJ Nacional José Luis Gioja, el Compromiso Ético Digital por el cual todo el arco político se comprometía a trabajar en pos de la transparencia de la información y en contra de las fake news, apenas el precandidato a presidente de la senadora y expresidente Cristina Kirchner, Alberto Fernández, sufrió una descompensación, tanto en las redes sociales como en los medios de difusión empezaron a circular versiones de todo tipo al respecto de la salud de este último.
Que la gravedad, que la veracidad, que si afectaría en las elecciones, que si estaba planificado y una enorme lista de otros supuestos, todos ausentes de prueba alguna, para especular acerca del estado de salud de quien hoy representa, según todas las encuestas y opiniones de analistas políticos de toda índole, el mayor peligro para el gobierno de Mauricio Macri.
Porque lo cierto es que en Cambiemos ya se muestran desesperados y no saben bien qué es lo que tienen que hacer: desde esa mañana de sábado en que Cristina Kirchner pateó el tablero con su anuncio presidencial, todo lo que el oficialismo tenía previsto fue desbaratado. Tanto así que incluso lo que hasta hace un mes era una necesidad “para salvaguardar la transparencia de las elecciones” (que no era otra cosa que evitar que en la provincia de Buenos Aires el peronismo se uniera y Vidal quedase afuera del próximo periodo de gobierno) como lo es el tema de las “colectoras”, hoy es prácticamente la única alternativa de la que se fía Cambiemos para retener el distrito más importante (y la caja más suculenta) ante una oposición que, con el diputado Axel Kicillof haciendo campaña en un Clio viejo y moviendo a las comunidades de maneras inauditas, se muestra como un bloque consolidado al que ya no saben si podrán vencer.
Y lo más grave del asunto es que así como ellos en abril mandaron a pedir y aprobaron, mediante un nuevo DNU de esos que el presidente Macri firma con asiduidad porque su gobernabilidad se ha basado en la ausencia de consensos, sólo les restaba “esperar” a que la Corte Electoral “haga caer” la medida, de modo que no sea el propio presidente el que pague el costo político de tamaño mamarracho. Pero la propia Cervini de Cubría ya rechazó en 4 instancias el pedido, por lo que el gobierno nacional se encuentra ante un escenario que ahora sí se muestra verdaderamente hostil.
Pero no cuentan con que, mientras tanto, han aparecido espacios varios y amplios en los que se discuten estas cuestiones con seriedad y responsabilidad y han reforzado la imagen de los medios que no han caído en la lógica mercenaria en la que se paga con la sangre del pueblo la mentira del patrón. Por eso es que también han contaminado las redes sociales con los ejércitos de trolls que están a cargo del Jefe de Gabinete, Marcos Peña Braun: saben bien que la gente se está informando, que cada vez hay más acceso a la realidad y que el único modo que les queda para retener el odio y el malestar del que se alimentan para subsistir es haciendo circular mentiras, calumnias y fábulas que distraigan la atención de lo que es importante.
El caso de Alberto Fernández no es, ciertamente, el primero, pero lo es en esta instancia en la que, como se indicase al inicio de este artículo, se ha firmado públicamente un acuerdo conjunto para evitar que esto siga sucediendo. Pero de la misma manera en que Macri ganó en el ballotage diciendo exactamente lo contrario a todo lo que iba a hacer, mintiendo descaradamente y tratando de mentiroso al que decía la verdad, hoy todos quienes lo acompañan se encargan, cada uno desde su lugar y operando en el mismo sentido, de construir relatos que ya rozan con el absurdo.
Entonces aparecen versiones de esto y de aquello, trascendidos que luego desmienten y titulares que luego se olvidan. Y también la invisibilización de aquello que no quieren que la gente sepa que está sucediendo, como las obras inauguradas que están mal hechas, los sobreprecios con los que se manejan y por los que acusan a una gestión a la que no quieren ni siquiera auditar para que no se sepa la verdad y la bronca que despiertan y que crece cada día en el que no pueden ya siquiera aparecer en actos públicos porque nadie los recibe bien en ningún lugar.
Por eso hoy, más que nunca y hasta que lleguemos a las elecciones, debemos estar atentos y ser absolutamente responsables a la hora de consumir y hacer circular información, porque nos quieren enojados y enemistados entre nosotros, compatriotas de un mismo suelo que todavía puede constituirse en un sueño compartido, porque saben bien que unidos somos invencibles. Una democracia es aquella en la que el pueblo define el rumbo del país, pero para poder decidir lo mejor hay que estar atentos a la diferencia entre la mentira y la verdad para discernir y definir. De eso se trata siempre todo.