«Ganó Riquelme ¿el peor resultado para Javier Milei?» por Juan Postararo
Siempre se critica la relación entre fútbol y política en el país. Que se grite más un gol que un acto de corrupción, es una frase de reproche que cierto brazo de la sociedad repite cada tanto. Pero es imposible disociar la relación entre el pueblo y el deporte más popular en el suelo.
En los últimos meses esta alineación innegable volvió a cobrar vigencia. La pelea Riquelme – Macri en el contexto de la presidencia del Club Boca Juniors tuvo un nuevo capítulo. En el medio de la disputa se desprende la situación de Javier Milei, actor involuntario de la contienda que ahora puede sufrir las esquirlas de un conflicto en el que podría no haberse involucrado.
La repentina manifestación de “hincha” de Milei, al punto de ir a votar en las mencionadas elecciones (algo que no había hecho en otras oportunidades) lo pone en una escena desfavorable al futuro. La foto de su presencia en la Bombonera, encapuchado y silbado por los propios fanáticos (que no perdonan las declaraciones del Presidente en contra del Club), genera la pregunta de si la presencia de Macri en su periferia no se está convirtiendo en un arma de doble filo.
Todo parece ser producto del famoso “Pacto de Acassuso”, donde además del apoyo para que el Libertario gane las elecciones, hubo concesiones como (además de colocar ciertos apellidos en el Gobierno), estaba claramente este apoyo hacia el ex presidente en su afán de recuperar la dirigencia de Boca.
Lo que debería preocuparle a Milei es que precio deberá pagar por aquel apoyo de las urnas. Que tan expuesto puede quedar o no. Está claro que para el propio Macri “despegarse” de un eventual fracaso del nuevo Gobierno no le costaría nada. Lo hizo con Larreta, incluso con su propio espacio político, el PRO, al que dinamitó sin remordimientos.
La victoria de Juan Román Riquelme fue el peor resultado para el Libertario. Macri queda sin espacio de poder, el escenario de querer (o necesitar) gestionar los hilos más internos de la rosada estará ahora a la orden del día.
Entonces acá se abren dos posibles caminos. El efecto libertario no avanza como lo propios creen, desencadenando ante un inminente crisis y rechazo de apoyo popular, la imagen de un Macri desprendiéndose del primer Mandatario, para no quedar como responsable de un nuevo fracaso político. Dejando en soledad al propio Milei, tal como hizo con Ibarra en la tarde del domingo, quien no tuvo otra opción que recomer la derrota Xeneize aislado. Minando al Gobierno Nacional, tal como hizo con el espacio amarillo, para que decante sin más. Porqué, a juzgar por su accionar reciente, si alguien sale derrotado, su apellido quedará inmaculado.
La segunda, menos posibles dada la historia de la Argentina, pero alternativa al fin, implica que las ideas revolucionarias de Milei salen como el propio presidente sueña. La Argentina avanza en una recuperación social y económica como nunca antes; entonces allí, el acercamiento de Macri al sillón de Rivadavia se presume inevitable. Recortando, lógicamente, las posibilidades de decisión propia de Milei. Querrá, el ex mandatario, ser quien tome las riendas de un triunfo que necesitará hacerlo propio, en post de su posicionamiento político en el futuro.
El fútbol y la política se volvieron a juntar en la Argentina. Una relación de amor y odio que nunca dejará de avanzar por caminos dispares, duela a quien le duela. Lo que se necesita, por el bien de cada uno de los Argentinos, es que Milei tenga la cintura política necesaria para que, aunque manchada la pelota, el bastón que tiene tallado sus perritos quede impoluto. Una empresa compleja, que comenzó con el pie izquierdo, pero que todavía tiene tiempo de ser remediada.
Para NCN por Juan José Postararo