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«Hablemos de Tradición: Una fecha clave en honor a José Hernández», por Federico Gastón Addisi*

José Hernández (cuyo nombre completo era José Rafael Hernández y Pueyrredón), nació el 10 de noviembre de 1834 en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, hijo de Rafael Hernández e Isabel de Pueyrredón, prima hermana de Juan Martín de Pueyrredón, y falleció el 21 de octubre de  1886.

Fue el escritor argentino por antonomasia, cuya obra cumbre constituye el libro nacional por excelencia; el Martín Fierro (incluyendo su segunda parte, La Vuelta de Martín Fierro)

Fue un autodidacta, patriota y federal convencido. Entre 1852 y 1872, época de gran agitación política dado el avance del proyecto unitario, la claudicación de Urquiza y la persecución a las  montoneras federales, defendió decididamente las autonomías provinciales contra el centralismo porteño.

En marzo de 1857 se instaló en la ciudad de Paraná dónde conoció   a Carolina González del Solar, con quien se casó y tuvo siete hijos. []Combatió luego bajo las órdenes de Urquiza –quien como quedó dicho traicionó, primero a Rosas, y después a todo el gauchaje  federal que lo siguió (creyendo en su buena fe)- intervino en las batallas de Cepeda y Pavón. En la “interna entrerriana” entre urquicistas y jordanistas, tomó partido por éstos últimos; de hecho participó en una de las últimas rebeliones federales dirigida por Ricardo López Jordán, un importante movimiento cuyo primer intento de acción finalizó en 1871 con la derrota de los gauchos y el exilio de Hernández en el Brasil. A su retorno fue diputado y senador de la provincia de Buenos Aires. También ejerció el periodismo desde donde fustigó las presidencias de Mitre y Sarmiento, pero principalmente, fue una tribuna de oposición a la Guerra de la Triple Alianza (para nosotros, revisionistas, “De la Triple Infamia”)  que atacó brutalmente al pueblo hermano de Paraguay. Pero fue a través de su poesía como consiguió un gran eco para sus propuestas, y la más valiosa contribución a la causa nacional El gaucho Martín Fierro (1872) y su continuación, La vuelta de Martín Fierro (1879), en conjunto, formaron un poema épico popular que es generalmente considerada la obra cumbre de la literatura argentina.

El poeta-guerrero murió en  1886  en su quinta de Belgrano y es un su honor y homenaje que el 10 de noviembre (aniversario de su nacimiento) se festeja en la Argentina el Día de la Tradición. Y nunca mejor que ésta ocasión para recordar los siguientes versos de Hernán Figueroa Reyes:

“Vení vamos hermano sin pausas ni desmayos

a revivir lo nuestro lo que tanto adoramos,

y conservar por siempre los sueños que heredamos

la música argentina, pues, vienen a coparnos.

Vení vamos herrmano que llegan los de afuera

queriendo que se callen las zambas y las cuecas

saquemos las guitarras los bombos y las quenas

y sigamos cantando las cosas de la tierra.
Vení vamos hermano a ver si así podemos

que sepan los que quieren imponer lo extranjero,

que no morirá nunca la música del pueblo

que somos argentinos los hijos de este suelo”.

El José Hernández censurado.

Sin lugar a dudas que el pensamiento político del poeta era inaceptable para la “intelligentzia” de la época, que si bien no pudo prohibirlo, si trató de censurar sus ideas, fragmentándolas, sacándolas de contexto, o tratando de presentar a José Hernández “sólo” como un poeta. Lejos de esto, era un hombre comprometido con su Patria que tenía opiniones como las que siguen sobre los “ideólogos del liberalismo”.

-Sobre Bartolomé Mitre: «Mitre, para la República Argentina, para la República Oriental, para el Paraguay, fue una especie de lotería fúnebre, una bolilla negra, que desde el día de su aparición en la escena, ha venido presagiando desgracias… Hombre inventado por la necesidad de un partido en una época de lucha, como le ha dicho Sarmiento, se encontró un día, como vencedor de Pavón con todo el poder militar de la República Argentina en sus manos, y dispuso de sus destinos según su capricho…La sangre que se ha derramado por su causa, bastaría para teñir de rojo las aguas de los caudalosos Uruguay y Paraná. Esta parte de la América le debe sólo muchos años de amarguras, de desgracias, de miserias…no hay un solo rincón en estas tres Repúblicas donde no exista grabado con caracteres sangrientos el nombre de Bartolomé Mitre, donde no haya alcanzado su influencia de devastación y de ruina…sus procónsules establecieron en el interior el nivel del sable sobre todas las cabezas…Sus antecedentes son horribles.  Sus hechos actuales son ignominiosos. Su porvenir es sombrío, y su nombre será execrado y maldecido por las generaciones venideras.  Militar mediocre, revolucionario torpe, político inhábil, literato ramplón, vive y ha vivido siempre rodeándose de misterios haciendo profecías como la de los tres meses en Asunción, explotando las ambiciones más ruines, las pasiones más reprobadas, e influyendo siempre para el mal, es el hombre más funesto que han producido estos países. Mereció ser juzgado en Sierra chica; mereció ser acusado y procesado por las fechorías que él ordenó o consintió en el interior; mereció un consejo del guerra en Curupaytí, y alguna vez ha de llegar el día en que la justicia Nacional se cumpla».

-Sobre Sarmiento: “Hace aproximadamente quine años, tuvo lugar en Santa Fe una Convención Nacional para considerar las reformas que Buenos Aires presentaba a la Constitución. Ocupábamos en ella el puesto de taquígrafo. En la fila derecha, en el primer asiento, se encontraba un convencional que se revolvía agitándose continuamente en su silla. Miraba a todas partes como un desaforado, manifestando en todos sus movimientos una agitación y algo de un malestar que no le permitía permanecer tranquilo. De pronto hace un movimiento rápido y se saca un botín, a pocos minutos el otro, coloca los pies cubiertos sólo con las medias sobre aquellos zapatos que tanto le habían mortificado y respirando fuertemente como quien se libra de una gran incomodidad, permanece muy tranquilo, como en el retiro de su casa, delante de la respetable Asamblea. Ese hombre era el Sr. Sarmiento y ese fue el día y las circunstancias en que lo conocí, y por quien después he sido perseguido sin tregua. El Sr. Sarmiento me persiguió en Corrientes cometiendo una injusticia y una violación de la Constitución, por la que fue acusado ante el Congreso al principio de su presidencia y esa acusación tiene mi firma al pie. Cuando él era candidato, yo había combatido su candidatura y él se vengaba. Más tarde, siendo él Presidente, tengo noticias de cinco o seis órdenes de prisión dictadas contra mí, pero he tenido la satisfacción de verlo bajar del gobierno, sin que él tuviera la de meterme en la cárcel”. (“Señor Sarmiento: ¿Por qué me mataron?”, publicado en el diario La Libertad).

-Sobre la Guerra del Paraguay: “En nombre de la democracia, habéis atentado contra ella pretendiendo imponer a otros pueblos nuestros principios, aunque ellos hablasen en nombre de los beneficios de una civilización que se anuncia con la muerte y la destrucción, en nombre de la independencia habéis conspirado contra la independencia de un pueblo (…) como puede llamarse guerra de regeneración para el Paraguay la que estamos sustentando, arrebatando palmo a palmo el territorio y pasando adelante solo sobre los cadáveres de sus defensores…» (Periódico Río de la Plata del 24-8-1869)

-Sobre Urquiza: “El general Urquiza vive aún, y el general Urquiza tiene también que pagar su cuota de sangre a la ferocidad unitaria, tiene también que caer bajo el puñal de los asesinos unitarios” (Periódico La Capital, Rosario, 4 de julio de 1869).

Habla Martín Fierro.

Aquí me pongo a cantar, al compás de la viguela que al hombre que lo desvela

Una pena extraordinaria, como la ave solitaria con el cantar se consuela.

Cantando me he de morir, cantando me han de enterrar,  y cantando he de llegar

al pie del Eterno Padre; dende el vientre de mi madre vine a este mundo a cantar.

Yo soy toro en mi rodeo y torazo en rodeo ajeno, simpre me tuve por gueño,

y si me quieren probar salgan otros a cantar y veremos quien es menos.

No me hago al lao de la gueya aunque venga degollando con los blandos yo soy blando

y soy duro con los duros, y ninguno en un apuro, me ha visto andar titubiando.

Él nada gana en la paz y es el primero en la guerra; no le perdonan si yerra,

que no saben perdonar, porque el gaucho en esta tierra sólo sirve pa votar.

Para él son los calabozos, para él las duras prisiones, en su boca no hay razones,

aunque la razón le sobre, que son campanas de palo las razones de los pobres.

Y dejo rodar la bola que algún día se ha de parar, tiene el gaucho que aguantar

Hasta que lo trague el hoyo o hasta que venga algún criollo en esta tierra a mandar.

De los males que sufrimos hablan mucho los puebleros, pero hacen como los teros

para esconder sus niditos: en un lao pegan los gritos y en otro tienen los guevos.

Aunque el gajo se parece al árbol de donde sale, solía decir mi madre

y en su razón estoy fijo: “jamás puede hablar el hijo con la autoridá del padre”.

“El primer cuidao del hombre es defender el pellejo. Llevate de mi consejo,

Fijate bien en lo que hablo: el diablo, sabe por diablo, pero más sabe por viejo”.

“Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse, y cuando quiera enojarse

vos te debés encoger, pues, siempre es gueno tener palenque ande ir a rascarse”.

“A naides tengas envidia, es muy triste el envidiar, cuando veas a otro ganar

a estorbarlo no te metas: cada lechón en su teta es el modo de mamar”.

“Las armas son necesarias, pero naides sabe cuando, ansina, si andás pasiando.

y de noche sobre todo, debés llevarla de modo, que al salir, salga cortando”.

Un padre que da consejos más que un padre es un amigo; ansí, como tal les digo

que vivan con precaución: naides sabe en qué rincón se oculta el que es su enemigo.

Hay hombres que de su cencia tienen la cabeza llena, hay sabios de todas menas

mas digo, sin ser muy ducho, es mejor que aprender mucho el aprender cosas buenas.

Al que es amigo, jamás lo dejen en la estacada, pero no le piden nada

ni lo aguarden todo de él: siempre el amigo más fiel es una conducta honrada.

Ni el miedo ni la codicia es bueno que a uno lo asalten, ansí, no se sobresalten

por los bienes que perezcan, al rico nunca le ofrezcan, y al pobre jamás le falten.

Muchas veces pierde el hombre que a veces las vuelve a hallar, pero les debo enseñar,

y es bueno que lo ricuerden: si la vergüenza se pierde jamás se vuelve a encontrar.

Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera.

Ave de pico encorvado le tiene al robo afición, pero el hombre de razón

no roba jamás un cobre, pues, no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón.

Mas, Dios ha de permitir que esto llegue a mejorar pero se ha de recordar

para hacer bien el trabajo, que el fuego para calentar debe ir siempre por abajo.

Mas, naides se crea ofendido, pues a ninguno incomodo, y si canto de este modo

por encontrarlo oportuno, no es para mal de ninguno sino para bien de todos.

(*) Historiador revisionista. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador. Además es Diplomado en Antropología Cristiana (FASTA) y en Relaciones Internacionales (UAI). Publicó “San Martín, Rosas, Perón. Un homenaje a Fermín Chávez” (2008); “Estévez. Vida de un Cruzado” (2009); “Raúl Scalabrini Ortíz. Sus libros y sus enseñanzas” (2009); “Aportes al Bicentenario” (2011); “Historia de la Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas” (2013). Es columnista en “Noticias del Congreso Nacional”. Como historiador, pensador y periodista siempre se manifestó estrechamente vinculado al Pensamiento Nacional y a la Doctrina Nacional del Justicialismo. Actualmente es el Director de Cultura de la Fundación Rucci de la Confederación General del Trabajo.

 

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