*Periodista y egresada de la maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés
Ida Van Mastrigt de 75 años, y con larga trayectoria en brindar servicio a la colectividad de migrantes holandeses, reside en la ciudad de Tres Arroyos en Argentina. Es la primera y actual cónsul mujer de su país. Fue participe de una de las últimas olas migratorias, en 1950. Su vida está compuesta de las vivencias y sentimientos, aunque recalca que todo lo recibe con “gratitud”.
“Es mi vida, mi segundo hogar y entró como que si fuera a lo de mi hijo” enfatiza Ida. La holandesa de ojos celestes y con gran sonrisa en su rostro, ha llevado a permanecer con el cargo de cónsul. Aproximadamente, 38 años es el tiempo que ha brindado ayuda-con trámites legales- de los migrantes y descendientes de su país. Estos son los elementos que la cónsul, maestra, y por muy poco de recibirse de pianista, inciden en que siga desempeñándose en su rol.
En tan solo pocos años de su infancia tuvo que establecerse en tres diferentes continentes: Asia, Europa y América por decisión de sus padres que estaban en busca de mejores oportunidades. Es la mayor de una hermana más (con la que nunca adquirió un buen vínculo de hermandad), y con sus padres que nunca gozó del amor de familia. Su madre la abandonó desde muy pequeña, y su padre-malhumorado y estricto- con quien compartió corto tiempo (ambos eran divorciados). Sus abuelos fueron los que cuidaron de ellas, pero por un tiempo ya que fueron obligadas a independizarse e irse juntas, a los 6 y 7 años. Se mudaron a la Argentina junto con su padre.
Ida llegó a Buenos Aires el 31 de julio de 1,950 y se reencontró con su padre, quien vivía en Quilmes. Su crecimiento académico empieza en un orfanatorio, luego, por motivo de discusiones con su padre ingresa a un reformatorio (cárcel), y finalmente el Sr Van Mastrigt decide por ella en que trabaje y viva en el campo, en la ciudad de Tres Arroyos donde prácticamente creció. Gran parte de los habitantes eran holandeses. Su primer trabajo se dio en el campo, donde ella colaboraba con la evolución agrícola de las plantaciones de Tres Arroyos, luego de varios años, fue elegida para ser cónsul de Holanda en Argentina. Esto llenó de satisfacción y oportunidades para poder dictar charlas en colegios humildes (poniendo en práctica parte de su profesión).
El lado humanitario siempre está a favor en esta labor, y es lo que a Ida le llena de felicidad. “Mi sueldo es el agradecimiento de la gente. Me llena de placer”, indica. La jubilación para los holandeses, entre las organizaciones que aporta económicamente para el estudio de las personas y la asistencia en trámites migratorios, se encuentran: Asociación Holandesa de Beneficencia en la Argentina, Found Haaren founds, Colegio Holandés. También brinda apoyo social y económico a un chico holandés; perteneciente al equipo de vela, y a la Sra. Emma Gómez que su esposo es holandés y presenta escasos recursos económicos. Silvia, colega y presidente de la Asociación Holandesa de Beneficencia en Argentina, menciona “durante los 125 años que tiene la fundación, hemos trabajado muy bien con Ida. Siempre nos da la mano, centralizando todo lo referente a la educación de las personas”.
Cuenta Ida que dentro de sus mejores y malas experiencias conserva algunas. El haber conocido a la reina y al príncipe de su país, servir de ejemplo de inspiración por medio de un libro para conocer la valentía de una migrante mujer de saber sobrellevar la vida dura. Comienza mal, pero tiene un final feliz. Aunque nunca pudo ejercer Arquitectura, por el motivo que siempre fue controlada por su padre, igual se siente completa. Y entre sus amargos recuerdos, haber sido excluida por sus abuelos, no ser querida por su madre, y ser comparada y marginada por su padre por tener más preferencia con su hermana.
“En la vida no hay casualidad, hay causalidad. Hay que transmitir que la vida no es fácil, solo saberla tolerar. Y Dios nunca se olvida”.