17 de noviembre de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

José Antonio Primo de Rivera. Una nueva profanación.

¿Cuantas veces puede morir un justo?

Por Jorge Garrido San Román.

El lunes 24 de abril de 2023 se cumplían 120 años del nacimiento de un personaje singular: José Antonio Primo de Rivera, el fundador en 1933 del movimiento político español denominado Falange Española. Su propuesta de unir los valores tradicionales con la defensa de la Justicia Social logró que no sólo tuviera una influencia importante en su patria, sino también, en mayor o menor medida, en muchos otros países. La tensión política en España fue subiendo de intensidad hasta que una coalición de izquierdas (el Frente Popular) se alzó fraudulentamente con el poder, persiguiendo a Falange Española y deteniendo a José Antonio Primo de Rivera en marzo de 1936. Los asesinatos de los opositores políticos y la persecución de la Iglesia se generalizaron con el amparo del poder, estallando en julio de 1936 un Alzamiento Nacional que derivó en una guerra civil. José Antonio, que pese a haber sido absuelto en todos los juicios no fue puesto en libertad, fue nuevamente juzgado por un tribunal político (formado íntegramente por representantes de cada partido del Frente Popular), condenado a muerte y fusilado al día siguiente, 20 de noviembre de 1936. El Frente Popular perdió la guerra, y como ese trauma la izquierda española no lo consiguió superar nunca, el Gobierno del PSOE y los comunistas de Unidas Podemos (todos ellos herederos políticos del Frente Popular que asesinó a José Antonio) aprobó una «Ley de Memoria Democrática» que prohibía la presencia de tumbas en lugar preeminente dentro del Valle de los Caídos (una basílica propiedad del Estado en donde reposan 35.000 muertos de ambos bandos de la guerra civil -y donde fueron enterrados José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco-, que está a cargo de unos monjes benedictinos que tienen por misión rezar perpetuamente por sus almas). Primero fue exhumado Francisco Franco (que no era «caído» de la guerra civil), pero justificar la exhumación de José Antonio era mucho más complicado, ya que se trataba de una víctima del conflicto y su permanencia en ese lugar estaba plenamente justificada. El sectarismo político y el rencor finalmente se impusieron, obligando a desenterrar su cuerpo con intención de reinhumarlo en una fosa común anónima. Ello, unido a la anunciada desacralización del lugar, hizo que la familia prefiriera adelantarse a las intenciones del Gobierno y, en lugar de dar la batalla judicial, prefiriera reclamar el cuerpo para enterrarlo con su hermana Pilar en el cementerio Sacramental de San Isidro, en Madrid. Hoy se ha consumado la ignominia, pero frente al odio de los profanadores se ha vuelto a imponer, una vez más, el ejemplo luminoso del propio José Antonio en su testamento: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, la Patria, el Pan y la Justicia”.