Jugar con la salud
Nota de opinion por el diputado Fabian Peralta (GEN – Santa Fe)
Hace ya dos décadas, la ONU declaró a la ludopatía como una enfermedad, sin embargo, el juego compulsivo ha crecido en estos últimos años, tal vez de la mano del crecimiento “inexplicable” de las salas de juego en nuestro país.
Un alto porcentaje de ciudadanos no sabe qué es la ludopatía, desconoce que existe el juego patológico y por ende no evalúa que aquello que nace como un momento de recreación o divertimento se puede transformar en una adicción.
Paralelamente el Estado argentino, ha actuado irresponsablemente otorgando licencias para la apertura de decenas de salas de juego y sólo se ha limitado a presentar Programas de Juego Responsable que resultan ser una cáscara vacía.
Peor aún las loterías provinciales en su propósito de combatir el juego clandestino promocionan equivocadamente sus juegos vinculando a los mismos con la solidaridad social (al estilo “con tu solidaridad llegamos a todas partes” o“tu apuesta igual a mas comedores escolares”) llevando a una confusión conceptual grave, desde mi punto de vista.
La ludopatía es una adicción que se desarrolla sin mediar sustancia, esto la convierte en una adicción particular, una adicción que se relaciona con una actividad, la lúdica, que forma parte de nuestra vida y que por tanto difícilmente se la ve como una causante de adicción.
Otro dato que nos debería preocupar especialmente sobre este tema son los índices de suicidios que protagonizan los ludópatas y que alcanzan el primer lugar entre las adicciones.
Ante la presencia ingenua del Estado, se para el espectacular aparato publicitario de los distintos grupos que manejan el juego en nuestro país. Tarjetas que acumulan puntos, presentación de números artísticos, noches gratis en sus hoteles, publicidad propiamente dicha y publicidad indirecta que tal vez sea la más eficaz, resultante cuando un apostador gana millones apostando unos pocos pesos. Está claro quién pierde en esta pelea dispar, donde la banca SIEMPRE gana.
Teniendo en cuenta este preocupante panorama en 2012 representé en la Cámara de Diputados un proyecto de Ley que propone la creación del Programa Nacional de Prevención y Tratamiento Integral de la Ludopatía que funcionaría bajo la órbita del Ministerio de Salud de la Nación.
Este proyecto ya había sido discutido durante los años 2010 y 2011, pero perdió estado parlamentario, por eso lo seguiremos durante este período legislativo porque creemos que es necesario profundizar el debate y reconocer la responsabilidad que tiene el Estado de garantizar el derecho a la salud de los ciudadanos que sufren esta enfermedad.
Proponemos la creación de un programa de juego responsable que sea serio, con esto quiero decir un programa que incluya advertencias sanitarias fundadas, con capacitación a los empleados para detectar y contener al ludópata, con registro de auto exclusión que deje de ser una formalidad (hoy conozco casos de auto excluidos que han ingresado 3 veces en un día al casino), alejando los cajeros de las salas, con un 0800 que no sea un derivador de casos, con un tratamiento real, etc, etc., etc.
Por otro lado el tema tiene otras miradas e implicancias, además de las mencionadas, como la consideración de las salas de juego como ámbito propicio para el lavado de dinero o las licencias extendidas por décadas que rozan lo ilegal y atraviesan lo ilegitimo.
En definitiva, el juego ha crecido en el país y ha generado nuevos ricos, ha concentrado aún más la riqueza y como contrapartida nos deja el problema sanitario de muchos compatriotas que padecen la ludopatía. Hay estudios que hablan del 2% de la población como potenciales ludópatas, pero más allá de números, lo que moviliza es la indignante ecuación donde algunos se llevan todo, el Estado queda atendiendo las consecuencias (en el mejor de los casos) y hombres y mujeres quedan absorbidos por esta adición que consume sus vidas y las de quiénes integran su círculo afectivo.
Queremos con este proyecto darle una respuesta sanitaria a un problema que involucra muchas aristas y en el que está todo por hacerse.
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