Kim y Putin traman algo
por Mariano Yakimavicius
Los líderes de Rusia y Corea del Norte se encontraron cara a cara en Siberia. Una señal de la creación de un frente común que incluiría intercambio de armas por tecnología nuclear.
Vladimir Putin y Kim Jong-un se reunieron en territorio ruso, acercamiento que responde a amenazas y a enemigos comunes. El contexto político internacional los acerca. Ambos líderes salen poco de su país producto del temor a persecuciones o atentados como consecuencia del ejercicio autoritario del poder y de la condena que despiertan en gran parte de la comunidad internacional. Sus gobiernos se encuentran bajo fuertes sanciones internacionales. Los dos líderes son críticos de la hegemonía estadounidense. Y también, aunque no lo hagan público, los une la preocupación por no quedar a expensas de la gran potencia vecina en ascenso: China.
Unidos o dominados
Si bien no hay una afinidad personal que los haya acercado en el pasado y, de hecho Putin apoyó en algún momento sanciones internacionales contra Corea del Norte, el contexto internacional cambió. Algunos procesos políticos, como el de la marcada tendencia hacia un sistema político internacional bipolar, se aceleraron desde la invasión rusa en Ucrania. Como lo demostraron al reunirse, Vladimir Putin y Kim Jong-un advirtieron que pueden alcanzarse beneficios comunes con una relación más próxima.
Al mismo tiempo, este acercamiento produjo preocupación en gran parte de la comunidad internacional, no tanto por la foto o lo que puedan acordar ambos presidentes, sino más bien por lo que podría suceder si un frente común se consolida.
Desde Siberia, los dos dirigentes -considerados en gran parte del mundo como las mayores amenazas para la seguridad global- dieron la primera muestra de un entendimiento que, sin precisar mayores detalles, apuntaría al suministro de armas y municiones del régimen de Kim al de Putin para respaldarlo en la guerra contra Ucrania. A cambio, el régimen ruso proporcionaría al norcoreano cooperación en materia satelital y nuclear. En este último rubro se incluye el interés de del gobierno de Kim por desarrollar submarinos de propulsión nuclear.
Pese a que ninguna de las dos partes mencionó abiertamente la ayuda en cuanto al intercambio de armamento y tecnología, ambas dejaron ver que ese sería el próximo paso. Cuando los medios de comunicación rusos, los únicos con acceso significativo a la cumbre, preguntaron si Rusia ayudaría al régimen norcoreano a construir satélites, Putin contestó: “por eso vinimos aquí”. Por su parte, Kim llevó al encuentro al funcionario del Partido Comunista que está a cargo de la política de municiones, quien también lo acompañó en visitas recientes a fábricas norcoreanas que producen proyectiles de artillería y misiles.
Como la guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto de desgaste de artillería, desde los Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE), escrutan la visita de Kim a Putin para advertir si efectivamente allana el camino de un próximo suministro de artillería norcoreana a Rusia.
Cabe destacar que Corea del Norte tiene una gran industria de defensa con capacidad de producción a gran escala, y podría resultar una fuente invaluable de municiones y proyectiles de artillería para el ejército ruso.
Hay además otros indicios previos. En julio, Sergei Shoigu se convirtió en el primer ministro de Defensa ruso en visitar Corea del Norte desde la desintegración de la Unión Soviética. Asistió a los eventos que conmemoraron el 70º Aniversario del armisticio de la Guerra de Corea.
Realidades diferentes
La comunidad internacional lleva décadas padeciendo la política de amenazas bélicas del régimen de Corea del Norte, un país pobre y aislado que invierte en un desproporcionado presupuesto militar. Es el desarrollo armamentista lo que le permite chantajear a la comunidad internacional y pujar por el aprovisionamiento de petróleo, alimentos, medicamentos y distintos bienes de primera necesidad, o bien, presionar para que se levanten las sanciones internacionales que recaen sobre él. Por su parte, la comunidad internacional oscila entre las sanciones económicas y el apaciguamiento. Esto se debe a que el desarrollo militar norcoreano cobra verdadera relevancia a partir de su situación geográfica. Es la combinación de las dos cosas, armas y ubicación, lo que le otorga poder. Limita con Rusia, China y Corea del Sur, sólo un estrecho mar separa al país de Japón y sus misiles ya desarrollaron alcance suficiente para llegar hasta territorio estadounidense. Si Corea del Norte estuviera situada geográficamente en otro sitio, posiblemente su régimen totalitario ya no existiría porque habría sido bombardeado, desmantelado, destruido.
El régimen de los Kim -fundado por el abuelo, continuado por el hijo y luego por el nieto- recurre de manera sistemática a las amenazas militares o con mayor precisión, al chantaje, con el objetivo de garantizar su supervivencia.
Por todo lo dicho, para el régimen de Kim, una alianza con Rusia supondría solamente ventajas dado que puede aportarle un mercado para sus armas y municiones, provisión de recursos energéticos tradicionales a bajo costo, provisión de alimentos y la promesa de desarrollar y refinar tecnología nuclear y espacial.
En el caso ruso la cosa es un poco distinta. La necesidad del régimen de Putin de proveerse de municiones para su ejército y proyectiles para su artillería, revela vulnerabilidad.
Con la invasión a Ucrania, Putin amenazó con modificar el orden mundial para poder moldearlo a su gusto. Y si bien es posible pensar que el orden mundial sufrió modificaciones, también puede advertirse que todo se encamina a un resultado distinto al buscado por el presidente ruso: la precipitación hacia un bipolarismo encabezado por los Estados Unidos y China, donde la propia Rusia no pueda aspirar a una posición mucho mejor que la de aliado de segunda. Ninguna gran potencia que precie de serlo acudiría a Corea del Norte en busca de una alianza, ni de suministros militares.
En el pasado reciente Rusia apoyó las sanciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra Corea del Norte con motivo de su programa de armas nucleares. Entre otras cosas, dichas sanciones prohíben el comercio de armas con el régimen de Kim. Ahora el gobierno ruso evalúa cambiar su posición.
De todas maneras, sería apresurado pensar que el régimen ruso se encamine hacia una crisis terminal o a un colapso. Posiblemente, un acuerdo con Corea del Norte le permita a Putin acceder a municiones en cantidad y buen precio para prolongar aún más la guerra en Ucrania. Especialmente teniendo en cuenta que el año próximo deberá enfrentar elecciones.
Asimismo, la reconstrucción del viejo vínculo entre Rusia y Corea del Norte supone de alguna manera un acto de prescindencia de provisión de armas por parte de China. El gobierno del Gigante Asiático estaría más interesado en librar sus batallas frente a Occidente en el plano comercial, financiero y tecnológico antes que en el militar. Son los terrenos en los que mejor se mueve y tiene el respaldo de las cifras.
Los esquemas militaristas responden aún a los vestigios de la Guerra Fría entre la Unión Soviética (posteriormente Rusia) y los Estados Unidos, que son precisamente quienes aún ostentas los mayores arsenales nucleares del planeta.
Putin y Kim traman algo en su desafío a los poderes hegemónicos planetarios establecidos. Sin embargo, eso podría no hacer referencia solamente a los Estados Unidos, la OTAN y la UE. También puede ser una manera rusa y norcoreana de revelarse frente a la idea de someterse al poder chino.