Por Mariano Yakimavicius
El sistema político internacional se polariza y al mismo ritmo aumenta la puja por el dominio de los recursos energéticos no tradicionales.
El 58 por ciento de las reservas actualmente conocidas de litio del mundo se encuentran en Argentina, Bolivia y Chile. El cada vez más famoso “triángulo del litio” despierta creciente interés entre gobiernos e inversores por explotar ese recurso y dominar el mercado.
En un contexto de polarización cada vez más marcado, China y los Estados Unidos son los principales actores en la puja por disponer de este metal clave en la transición hacia una economía cada vez menos dependiente de los combustibles fósiles. Pero independientemente de las razones ambientales, el litio se utiliza para el almacenamiento de energía en la fabricación de baterías, para el desarrollo de tecnología termosolar, para lograr eficiencia energética y para la producción de energía. Su importancia es crucial en la fabricación de las baterías que utilizan los autos eléctricos, un mercado en expansión que nadie quiere perderse.
Campo de batalla
Latinoamérica se convierte entonces en el escenario protagónico en la batalla por el control del litio. En esa puja, China a través de cuantiosas inversiones tomó la delantera y el gobierno estadounidense ansía acortar esa ventaja inicial.
Las compañías chinas llevan años buscando sitios para abastecerse del denominado “oro blanco” en distintas partes del mundo y especialmente en Latinoamérica. Bolivia lidera el podio con unas reservas conocidas estimadas en 21 millones de toneladas, le sigue Argentina con 19,3 millones y Chile con 9,6 millones. Aunque México sólo tiene 1,7 millones de toneladas -noveno en la lista- se convirtió en otro actor clave, tanto por su proximidad geográfica con los Estados Unidos y Canadá, como por su gravitación como un importante centro de producción de automóviles eléctricos.
La jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, general Laura Richardson, advirtió recientemente que China “continúa expandiendo su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe”. Sus declaraciones denotan el discurso polarizante y extremista que cada vez cobra mayor nitidez. “Esta región está llena de recursos y me preocupa la actividad maligna de nuestros adversarios aprovechándose de eso. Pareciera que están invirtiendo cuando en realidad están extrayendo”, argumentó Richardson, como si los Estados Unidos no hicieran otra cosa que obras de caridad. Sobre el “triángulo del litio” en concreto, sentenció que “la agresividad de China y su juego en el terreno con el litio, es muy avanzado y muy agresivo”.
Desde el otro lado, China tiene una gran dependencia extranjera de varios recursos minerales importantes. El Gigante Asiático incluyó 24 minerales estratégicos en su Plan Nacional de Recursos Minerales publicado en 2016, entre los que se encuentran hierro, cobre, aluminio, oro, níquel, cobalto, litio y tierras raras, además de los tradicionales recursos energéticos como el petróleo, el gas natural, el gas de esquisto y el carbón. El plan señala que los minerales son clave para “salvaguardar la seguridad económica nacional, la seguridad de la defensa nacional y el desarrollo de industrias emergentes estratégicas”. Marcación de terreno por parte de China.
Lo cierto es que detrás de esas afirmaciones, las empresas chinas avanzan en la región con enormes inversiones mineras, que los países del triángulo pretenden aprovechar para promover el desarrollo industrial local: en los tres primeros meses de este año, compañías chinas cerraron acuerdos millonarios de inversiones en Bolivia, Argentina y Chile.
A modo de ejemplo, la empresa Chery Automobile invertirá en Argentina unos 400 millones de dólares en la construcción de una planta para fabricar vehículos eléctricos (posiblemente en Rosario). La relación comercial entre Argentina y China en torno a la minería del litio es cada vez más estrecha, y sólo en 2022 se han anunciado al menos nueve proyectos de inversión en las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca. No es errado deducir entonces que el litio fue un tema presente en el encuentro entre los presidentes de Argentina, Alberto Fernández y de los Estados Unidos, Joe Biden.
Recientemente el gobierno estadounidense también explicitó como una de sus prioridades el reaseguro de una cadena de suministro de minerales por razones estratégicas. Un comunicado de la Casa Blanca señaló el año pasado que “los minerales críticos proporcionan los componentes básicos para muchas tecnologías modernas y son esenciales para nuestra seguridad nacional y prosperidad económica”. Marcación de terreno por parte de los Estados Unidos.
El futuro ya llegó… y con sodio
China se está posicionando para conducir la próxima gran innovación en materia de baterías recargables: reemplazar el litio con sodio, un material mucho más barato y abundante. El sodio, que se encuentra en todo el mundo como parte de la sal, se vende entre el 1 y el 3 por ciento del precio del litio y es químicamente similar. Avances recientes permiten que las baterías de sodio puedan recargarse diariamente durante años, descontando así una ventaja clave de las baterías de litio. La capacidad energética de las baterías de sodio también ha aumentado.
Además, las baterías de sodio tienen una gran ventaja, dado que conservan casi toda su carga cuando las temperaturas descienden muy por debajo del punto de congelación, algo que las baterías de litio no hacen.
Desde el gigante tecnológico chino Contemporary Amperex Technology Co. Limited (CATL) -el mayor fabricante mundial de baterías para autos eléctricos- afirman que encontraron la forma de usar celdas de sodio y de litio en el paquete de baterías de un solo auto eléctrico, combinando el bajo costo y la resistencia a la intemperie de las celdas de sodio con el rango extendido de celdas de litio. También afirman que la compañía está preparada para producir en masa estos paquetes de baterías mixtas. Y eso no es todo. De las 20 fábricas de baterías de sodio en construcción en todo el mundo, 16 están en China. En dos años, ese país tendrá cerca del 95 por ciento de la capacidad global para fabricar baterías de sodio.
El uso más prometedor en lo inmediato para las baterías de sodio estará en las redes eléctricas, las redes de cables y las torres que transmiten electricidad. Las baterías para redes son un mercado de rápido crecimiento, especialmente en China. Las baterías de sodio deben ser más grandes que las de litio para mantener la misma carga eléctrica. Ese es un problema para los automóviles, que tienen un espacio limitado, pero no para el almacenamiento en la red eléctrica. Es decir que las empresas de servicios públicos que cambien de litio a sodio podrán simplemente colocar el doble de baterías grandes en un lote vacío cerca de paneles solares o turbinas eólicas.
Las empresas de servicios públicos en todo el mundo tienen un apetito creciente por el almacenamiento en esta clase de baterías a medida que migran a fuentes de energía amigables con el ambiente como la solar y la eólica. Necesitan poder almacenar energía mientras brilla el sol y sopla el viento, y luego usarla como reemplazo de la electricidad alimentada por el carbón o el gas.
A diferencia de las baterías de litio, las últimas baterías de sodio no requieren materiales escasos como el cobalto, un mineral extraído principalmente en África en condiciones terribles que han alarmado a los grupos defensores de los derechos humanos. Las baterías de sodio más recientes tampoco requieren níquel, que proviene principalmente de minas en Indonesia, Rusia y Filipinas.
Sin embargo, mientras China avanza hacia el liderazgo en sodio, enfrenta también algunos desafíos. El más importante es conseguir el sodio. Curiosamente, la principal fuente industrial de sodio -con más del 90 por ciento de las reservas mundiales de carbonato de sodio fácilmente explotables- está en los Estados Unidos. Es por eso que, con reservas naturales mínimas de carbonato de sodio y renuencia a depender de las importaciones de los Estados Unidos, China produce carbonato de sodio sintético en plantas químicas alimentadas con carbón. Esa industria tiene un historial de contaminación del agua. También existen dudas razonables acerca de la durabilidad de las baterías de sodio. Las compañías eléctricas quieren pruebas del funcionamiento de dichas baterías durante años al aire libre y no solo en los laboratorios.
En definitiva, la demanda de baterías está creciendo velozmente y es poco probable que el litio siga siendo el material dominante indefinidamente. Entonces el sodio está llamado a tener un rol central en el futuro cercano y es China el país a la vanguardia en su investigación.
A medida que parte del mundo intenta avanzar en la transición hacia energías menos contaminantes, se estima que la demanda global de minerales críticos crecerá entre un 400 y un 600 por ciento durante las próximas décadas. La batalla por el control de las nuevas energías y su almacenamiento ya comenzó.