Por estos días, en la agenda de política económica se discuten los niveles de endeudamiento del país durante las últimas administraciones gubernamentales. La argumentación presenta varias aristas: ¿quién endeudó más al país?, ¿es mejor la deuda en pesos que en dólares?, ¿es preferible deuda intra-sector público que con acreedores privados?
La información oficial es clara: la tendencia anual de crecimiento de la deuda durante la gestión del actual Presidente -medida en una misma moneda- resulta sensiblemente mayor a la observada en los dos gobiernos previos. Esta conclusión no cambia si se analiza sólo la deuda bruta de la Administración Central (Tesoro) o la deuda del BCRA.
Desde el Gobierno Nacional se argumenta que existiría una deuda “buena” o deseable, y una deuda “mala” o no deseable; la deuda deseable sería aquella tomada en pesos y con acreedores locales u organismos del mismo Gobierno mientras que la no deseable, es la deuda en dólares con acreedores externos. En este contexto, es cierto que el incremento de la deuda que generó la administración del Presidente Macri, elevó la deuda en dólares y con acreedores externos (principalmente el FMI), mientras que la gestión actual está elevando la deuda primordialmente en pesos y con acreedores locales y organismos gubernamentales como el BCRA.
¿Resulta técnicamente correcto pensar que, sólo por estas atribuciones, una deuda es preferible a otra? Definitivamente no. Destacar que una deuda que crece a los niveles actuales, resultará sostenible simplemente porque está en pesos y es financiada en gran parte por el BCRA es un diagnóstico erróneo.
Si la comparamos -por ejemplo- con un crédito bancario, la deuda es buena siempre y cuando el pago del mismo surja de ingresos genuinos y suficientes y no de otros créditos que vengan a cubrir ese déficit y lo incrementen exponencialmente. Ese déficit sí constituye una deuda mala, como el fiscal que implica deuda y emisión, es decir inflación. El verdadero problema de Argentina es que no logra disminuir el déficit fiscal, por lo que todo el endeudamiento está destinado a deudas anteriores. Carece de sentido instalar la discusión sobre la deuda en pesos o dólares porque finalmente es deuda en sí.
Creer que la deuda intra-sector público es deseable ha comprometido el patrimonio del BCRA, ha promovido una emisión monetaria inflacionaria, y ha impactado adversamente en los ahorros del sistema previsional al utilizar el Fondo de Garantía de Sustentabilidad a tasas negativas.
Entonces, ¿qué hace que la deuda sea sostenible?, ¿en qué debería poner foco el Gobierno?
- a) Las condiciones de endeudamiento no son buenas, empeoran y expresan el costo del descrédito hacia la política económica.
- b) Estamos lejos de consolidar un programa económico que asegure el crecimiento sostenido: brecha cambiaria del 80%, presión tributaria sin techo, restricciones crecientes para importar y movimiento de capitales, difícil acceso al financiamiento privado, mal clima de negocios.
- c) El déficit proyectado para 2021 y su trayectoria, no resultarían un problema complejo en un país con buenas condiciones para su financiamiento y buenas perspectivas de crecimiento sostenido. Sin embargo, Argentina carece hoy de ambas condiciones.
Hoy estamos alejados de los principios sobre los cuales se podría defender un nivel de endeudamiento sostenible, con aumento del déficit fiscal, alta emisión e inflación, baja en el poder adquisitivo y crecimiento sostenido de la pobreza. Una dinámica de endeudamiento insostenible como la actual, puede generar consecuencias económicas y sociales severas, sin importar la moneda en la cual se emita la deuda y quien la financie. La inercia de la deuda genera una alarma, afecta la confianza y el crecimiento de la economía. Negar la situación agrava el problema.