Cuando se establece esta contraposición engañosa entre salud y economía, se está errando garrafalmente sobre el concepto que tenemos sobre la economía. Entre sus acepciones, podemos definirla como:
- La forma o medios de satisfacer las necesidades humanas ilimitadas mediante recursos limitados;
- La forma en la que las personas y sociedades sobreviven, prosperan y funcionan”.
He aquí los conceptos clave. El problema es que no se puede hablar de la lista de necesidades sin atender la lista de actividades que van a producir las riquezas necesarias para satisfacer dichas necesidades. Claro que las garantías del Estado sirven. Hasta que se agotan.
Para algunos sectores, para los que menos tienen, se trata sobre todo de sobrevivir. ¿Qué salud puede existir donde no hay medios para satisfacer las necesidades básicas para subsistir? Es disparatado pensar que se puede sostener indefinidamente un Estado que provea recursos y alimentos para todos y cada uno de los ciudadanos, muchísimo menos en el marco de un país que posee de base una solidez endeble. Los recursos son limitados.
El presidente Alberto Fernández criticó a quienes plantean «el dilema entre la economía y la salud», y frente a esto, sentenció: «prefiero tener un 10 por ciento más de pobres y no 100 mil muertos» por COVID-19 en el país. ¿Acaso no está, él mismo, posicionándose en uno de los lados de esta dicotomía? ¿No es él quien está marcando una grieta engañosa, contraponiendo conceptos que, en realidad, forman parte de un todo? Eso es mantener el relato en beneficio propio. De alguna manera, ¿no será que toda esta situación tan angustiante y desconcertante, le sirve al gobierno nacional para desviar la atención de sus desmanejos políticos y económicos?
«De la muerte no se vuelve, pero de la economía se vuelve», insistió el presidente. La muerte de las empresas es la muerte de los empleos. De eso, ¿se vuelve? ¿En cuánto tiempo? ¿Y mientras tanto? Pobreza extrema, con todo lo que eso significa. Yo digo: salud sí, pero salud planteada desde el sentido más integral de la palabra, teniendo en cuenta la salud del tejido vivo económico, también.
El estrés, las enfermedades psíquicas y cardiovasculares, la recesión y el desempleo, también causarán muertes. Las demás enfermedades y afecciones que serán sub- diagnosticadas y tratadas, por no ser consideradas prioritarias, también causarán pérdidas irreparables. Muchas más de las que se están teniendo en cuenta. No podemos mantener esta visión en túnel que nos impide observar los contextos ni frenar en seco la economía del país durante tanto tiempo sin causar daños gravísimos.
Pensar cómo salir
En algún momento vamos a salir todos a la calle de nuevo. Y muchos se encontrarán con la triste realidad: más allá de los esfuerzos, de lo positivo que tiene haber aplanado la curva de contagios y haber aumentado la cantidad de recursos y equipamientos hospitalarios para combatir la pandemia, el COVID-19 seguirá allí. La cuarentena extendida, lamentablemente, no hará desaparecer el virus. Tendremos que enfrentarlo. Con más y mejores herramientas, con mayores previsiones e información para tomar mejores decisiones, pero tendremos que enfrentarlo.
Para situarnos en un contexto más global, en su más reciente informe, el FMI destacó que “como resultado de la pandemia, se prevé que la economía mundial se contraiga bruscamente un 3% en 2020″. Una caída mucho mayor que la producida en 2009 por la quiebra de Lehman Brothers (uno de los bancos de inversión más grandes de Estados Unidos, que protagonizó la mayor quiebra en la historia de ese país y estuvo fuertemente asociada a la crisis financiera global de 2008) y la más estrepitosa luego desde la Gran Depresión de los años 30. Mientras tanto, para la Argentina se espera una retracción del 5,7% en el PBI y un aumento de la desocupación a 10,9%.
La interrupción de las cadenas de producción a nivel global pone en riesgo a las empresas que producen bienes y servicios en el país. Si no pueden conseguir los insumos para seguir fabricando, se paraliza la producción. Y si a esa paralización inevitable, dependiente de la macroeconomía, le sumamos una paralización obligatoria e indiscriminada a nivel local, la asfixia de los sectores privados es inminente.
Las PyMES no esperan buenas noticias y sus balances son poco alentadores. En lo poco que va del inicio de esta situación, las ventas minoristas cayeron en Mendoza en un 50%.
El turismo, sector que da empleo a unos 10.000 trabajadores en la provincia, es uno de los sectores más golpeados por la pandemia en la actualidad. Y lo seguirá siendo, al menos en el mediano plazo.
Son sólo unos pocos ejemplos de lo que sucede como resultado de las medidas de preservación sanitaria por sobre la economía argentina en medio de una falsa dicotomía. Esto es algo de lo que pocos se animan a hablar. A las medidas propuestas por el Gobierno Nacional las acatamos todos, sin embargo, hay una realidad que no podemos negar: estamos descuidando fuertemente el futuro de las vidas que salvamos. Y tristemente, ese futuro está a la vuelta de la esquina. No podemos postergar indefinidamente la reactivación de nuestra economía, sencillamente, porque no sabemos cuándo va a pasar esta tormenta. Debemos dejar de castigar a las empresas y de patearles la pelota. Pensar en el día después es hacernos cargo hoy.
*Senador Provincial