La droga como herramienta imperialista
Por Luis Gotte.
Los pueblos que desechan su pasado histórico, que no retienen sus experiencias, están condenados a repetir sus injusticias. Los historiadores y sus lectores, resignados espectadores, percibirán que la lección más grande de la historia es que nadie haya aprendido las lecciones de la historia.
Al observar el pasado histórico encontraremos que, ciertos eventos parecen repetirse. No es así. Ocurre que, ciertos sucesos del pasado se convierten en dispositivos políticos del presente. El poder hegemónico apela a determinados hechos para refuncionalizarlos a la actualidad, una táctica política en aras de la estrategia política.
Así, por ejemplo, cuando el Imperio Plurinacional británico, esclavista y supremacista, pierde sus colonias en el norte de América, al inicio de su Primera Revolución Industrial, se queda descapitalizada. Necesitará de un substituto, Sudamérica aún estaba inmadura. Lo único a mano, y a gran distancia, es el sudeste asiático: Ceilán, India y China. Tres reinos a los que les habían frenado su propia evolución.
La producción textil ya era controlada por los británicos, pero las ganancias no alcanzaban para una nueva transformación científica y tecnológica. Se precisa de un mayor capital. La estrategia desarrollada será popularizar el consumo de drogas en China, expandiendo el opio. Escenario que permitirá completar la primera fase industrialista e iniciar la Segunda Revolución Industrial.
Recordemos que, los británicos introducen el opio en China masificándolo, llegando a Oxidente. Pronto, las clases altas y bajas europeas comenzarán a frecuentar los “fumaderos”, así como muchos artistas que pretenden alejar a sus “demonios” o experimentar nuevas sensaciones. Desde Sir Conal Doyle, quien nos detalla los fumaderos de opio en los puertos londinenses; a Charles Baudelaire que escribiría “Encantamientos y torturas de un comedor de opio”; Arthur Rimbaud, hará uso frecuente de la droga de manera recreativa o, Thomas Quincey para tratar sus neuralgias.
Además de remedio contra los amargos recuerdos y el día a día, el opio también se utilizó como compuesto medicinal, pues ni siquiera se necesitaba de alguna receta médica. «Es difícil vivir sin el opio después de haberlo conocido, porque es difícil, después de haber conocido el opio, tomar la vida en serio», confiesa Jean Cocteau en “Opio. Diario de una desintoxicación”.
Tomando como ejemplo la estrategia británica, los norteamericanos comenzarán a adormecer a nuestra América Hispana con el consumo masivo de marihuana, una suerte de curalotodo surtido por los dioses, en sectores donde no habían llegado con otras drogas, los más jóvenes. Nos quieren dormidos, nos tienen así. Mientras se llevan las riquezas mineras y recursos energéticos, permanecemos “fumados”. Solo se trata de recursos.
Por último, la nueva tecnología celular, los juegos interactivos por internet, etc., son adictivos, producen diversas manifestaciones de ansiedades y autismos. Poco y nada se dice al respecto, mientras fuese controlada por los oxidentales. Sin embargo, cuando TikTok se expande, y sin que la CIA pueda recabar información de sus usuarios, porque es un invento de la nueva China Imperial, la definen como una nueva “droga digital”.
Estamos ante una nueva confrontación de intereses económicos, donde no se tiran tiros o se cañonean pueblos. Está la droga, en sus diversas manifestaciones, que adormecen a los países débiles.
Cuando Pablo Neruda recorrió Asia y probó el opio, descubrió la cara más oscura e insectificante de esta droga pensada para alienar el espíritu y el cuerpo de los siervos colonizados, como cuenta en “El opio en el Este”: «Pobres caídos, perros de carga, pobres maltratados». Con su proliferación y democratización, ya no solo la fuma el peón de carga o el jornalero para escapar de su terrible realidad, también el triste poeta que quiere olvidar la vida durante unos momentos o el pobre rico de salud frágil que necesita evadirse durante un dulce momento de sus dolores.
Liberar el consumo de cualquier droga es un acto de cobardía de los gobiernos. Es subordinación, es claudicación, es someter a nuestros pueblos a una nueva colonialidad. También es la muerte del JUSTICIALISMO, herramienta para la liberación.