6 de enero de 2025

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Para que el ciudadano tenga el control.

La personalidad de un cruzado y el héroe infantil Rob Dick

Roberto Néstor Estévez nació un 24 de febrero de 1957. Era del signo de Piscis,  oriundo de Posadas, Misiones y séptimo de nueve hermanos.

Hijo de Roberto Néstor Estévez y  Julia Berta Benítez Chapo, desde muy chiquito se comportó como un ser especial. Aprendió a leer y escribir a los cuatro años de edad y siempre fue muy compinche de sus hermanos, en especial de su hermana María Julia.

El “Toto” como le decían quienes lo querían, era un personaje. Con tan sólo ocho años de edad, había hecho una historieta muy bien dibujada, donde el héroe de la misma, Rob-Dick (Rob, de Roberto, y Dick, vaya a saber por qué) era un gaucho con capa que libraba distintas aventuras, todas con un sentido nacional. Las historietas de Rob-Dick se extendieron durante cuatro años, y durante ese tiempo, el superhéroe nacional iniciaba una campaña para recuperar las islas Malvinas (de allí la mención que hace Estévez a su padre, en  la carta póstuma: “…¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas?…”).

Fanático lector, era común que se quedara dormido con la luz encendida. De todos los temas que gustaba leer, su predilecto era la Historia Argentina. Inteligente y crítico, cuestionaba todo lo que no le parecía justo o verdadero, al extremo de que las maestras lo echaron varias veces del aula. No soportaba la mentira.

Solía decir, desengañado por lo mucho que le costaba todo, que era producto de que escribía con la mano izquierda, porque para los zurdos el mundo era al revés. No se daba cuenta de que justamente, el iba por el recto camino, y que era el mundo, quien iba, y sigue yendo, al revés.

Todo lo que se proponía no paraba hasta lograrlo. Sus metas no se las sacaba nunca de la cabeza. Descubierta su vocación militar, un amigo le comentó que los zurdos no entraban al Colegio Militar porque tenían problemas para manejar las armas y disparar. Estévez  tenía diecisiete años. Frente a la posibilidad de quedarse sin ingresar a la Escuela Militar, aprendió a escribir y manejarse con la mano derecha. De lo que resultó, ambidiestro…

Inicialmente, Roberto decía que quería entrar al arma de Caballería, pero una vez en tema, se le escuchaba que prefería la Infantería porque sentía más ambiente de camaradería.

Ya en las FF.AA. se destacó por su voluntad y esfuerzo, amén de su gran inteligencia. En su destino en el Regimiento 25 recibió el premio “Al mejor Infante”, además de ser distinguido con el honor de ser abanderado. Sobresalió entre sus camaradas por su gran profesionalismo, su capacidad, y también, cuando la férrea disciplina lo permitía, por su alegría. Excelente amigo y compañero; le gustaba toda la música, desde el chamamé hasta la clásica.

Dueño de una personalidad llana; hombre franco y directo, poseía una fe inquebrantable. Era un ferviente católico.

Queriendo ser el mejor en su especialidad, realizó el curso de Comandos a fines de 1981. Su familia lo vio por última vez en ocasión de dicho curso, al realizarse el adiestramiento en la parte de “selva”, justamente en la provincia de Misiones, de donde eran oriundos.

Partió a Malvinas el día 27 de marzo de 1982 con el convencimiento de que no regresaría.

La carta póstuma para su padre y su familia quedó en el Regimiento, y le fue entregada a los familiares en julio de 1982, una vez conocido su fallecimiento, junto con sus objetos personales y una carta para su novia.
Así rezaba la célebre misiva:

«Querido papá:
«Cuando recibas esta carta, yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero, ¡fijate vos qué misión! ¿No es cierto? Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.

«Lo único que a todos quiero pedirles es: que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza. Y, muy importante, que recen por mí.

«Papá, hay cosas que en un día cualquiera no se dicen entre hombres, pero que hoy debo decírtelas: gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy, y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.

«Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo. Dios y Patria o Muerte. Roberto.»

Rindió su existencia como un Cruzado, con fe en la causa justa que defendía y en la certeza de que su vida no le pertenecía.

Dios nuestro Señor posee su alma ahora, y en el Paraíso duerme el sueño de los justos.

¡¡Teniente Estévez…Dios y Patria o Muerte!! ¡¡En su memoria!!

                                      Por Federico Addisi