«La región frente al ascenso de Trump», por Fernanda Gil Lozano*
Me parece que el triunfo del candidato republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos me ha llevado a una serie de reflexiones relativas al impacto que tendrá en nuestra región y las posibles respuestas ante la nueva situación internacional que se nos presenta.
En primer lugar, quisiera hacer unas reflexiones sobre la figura de Trump que me parece que ha sido tratada con cierta trivialidad en los medios.
Se lo ha presentado como un “outsider”, alguien por afuera de la clase política, incluso que accedió a través de un discurso demagógico mediante el cual le dice a un amplio sector de trabajadores y de la clase media baja blanca “lo que quiere oír”. Esto es un discurso xenófobo, misógino y retrógrado, en el opuesto de la “corrección política”.
Parte de esto es cierto, es verdad que existe un sector de la sociedad norteamericana profundamente disconforme con una clase política encriptada en Washington DC que no da respuesta a sus problemas cotidianos y que tiende a disparar su resentimiento sobre las minorías étnicas, sexuales, incluso las mujeres como colectivo. También es verdad que Trump ha obviado el “cursus honorum” de los políticos tradicionales: ejercer cargos municipales, gobernar un estado, ser congresista, etc.
Sin embargo, hay que tener presente que se trata de un maga-empresario de la construcción que desde hace décadas ha ocupado un lugar protagónico dentro de la sociedad norteamericana, transformándose en una figura pública.
Además, no fue un candidato independiente que apareció por fuera de los partidos tradicionales. Fue candidato de uno de los dos partidos competitivos norteamericanos y para alcanzar la nominación debió superar las primarias y finalmente enfrentar al aparato electoral del Partido Demócrata.
Esto sólo lo pudo lograr con un importante apoyo de su partido y asimismo de un sector de la clase empresaria norteamericana que indudablemente también expresó su disconformidad a través de su figura.
Esto a su vez, nos tiene que llevar a pensar que aunque obviamente va a ser rodeado por el funcionariado político republicano que le va a imponer claras limitaciones, es muy probable que el ascenso de Trump signifique, con sus idas y vueltas, un viraje importante de la política norteamericana con respecto al exterior.
Los planteos de Trump, y podemos suponer que de un grupo significativo de la industria norteamericana, apunta a poner en discusión la integración norteamericana con otras economías y una preeminencia por la inversión hacia el interior de Estados Unidos.
Ha prometido un ambicioso plan de obras públicas para modernizar la infraestructura del país y alicientes para las empresas que repatríen sus plantas hacia el interior. Esto significa que se va a privilegiar la inversión interna por sobre la externa y también un incremento del déficit fiscal para financiar todo este relanzamiento productivo.
Así mismo plantea una política comercial claramente proteccionista elevando aranceles de importación. Por ejemplo, ha planteado aplicar un 45% a las importaciones chinas, pero en general hay un levantamiento general de aranceles.
Esto tiene consecuencias bastante evidentes: Las inversiones hacia los países emergentes se va a reducir sensiblemente. Junto al muro que piensa construir en la frontera con México para impedir el ingreso de inmigrantes, está construyendo otro muro invisible para dificultar las inversiones externas.
Por otra parte, las inversiones públicas absorberán gran parte del capital disponible y, por su parte, el incremento del déficit fiscal también deberá ser financiado. Todo ello provocará un aumento de las tasas de interés que dificultará el acceso al crédito para nuestros países.
Obviamente, la elevación de aranceles va a afectar las exportaciones hacia ese país en los rubros en los que somos competitivos. Pero, existe un segundo aspecto que no debe ser soslayado, la protección hacia los productos de origen chino puede producir una superabundancia con la consiguiente caída de precios lo que al ingresar abundantemente en nuestros países, puede afectar a nuestros productos industriales.
Y como corolario de toda esta situación, Trump ha planteado revisar los acuerdos del NAFTA (North American Free Trade Agreement) que involucra a México y a Canadá y, mucho más importante para los países de nuestra región un freno al proyecto del TPP (Trans-Pacific Partnership Agreement), más conocido Acuerdo de Cooperación Transpacífico.
Efectivamente, este acuerdo tan polémico que involucraba economías de tres continentes no se lleva para nada bien con una elevación unilateral de aranceles de importación por parte de Estados Unidos que fue uno de los principales promotores. Pero este tipo de política no sólo afectará los acuerdos multilaterales, una política proteccionista tampoco tiende a la proliferación de acuerdos bilaterales. Evidentemente existirán, pero en menor magnitud y sólo a conveniencia de ese país.
Esta nueva realidad, a primera vista poco favorable, nos presenta también un gran desafío. Por un lado, en los países del MERCOSUR habrá una tendencia hacia la búsqueda de un acuerdo bilateral con Estados Unidos o con otros países. Sin embargo, considero que a largo plazo, lo más conveniente para todos los integrantes del acuerdo es fortalecerlo y potenciarlo.
El MERCOSUR tiene que ser mucho más que un acuerdo comercial, y en este sentido hay que reconocer que existen innumerables “asignaturas pendientes”. Se deberían encarar obras de infraestructura interestatales, unificar normativas, proyectos conjuntos de inversión, moneda, crédito, etc. Y esto sólo en los aspectos económicos, también hay que trabajar en lo cultura, educativo, migratorio, etc.
Pero hay un aspecto que no quería dejar pasar porque también es una lección que nos ha dado esta elección y se vincula con lo sucedido con el “Brexit”. Es necesario, alejar la idea de que una integración significa tanto pérdida de decisión democrática como un acuerdo de grandes empresas. Hay que evitar que los pequeños empresarios identifiquen la integración con quebranto económico. Y fundamentalmente, es necesario que la integración tenga un importante capítulo relativo a derechos sociales. La integración debe significar ampliación de derechos y no pérdida o disminución. Siempre resultará sencillo para las posiciones aislacionistas apelar a discursos demagógicos, xenófobos y discriminatorios si la integración no toma en este aspecto crucial.
*Parlamentaria del Mercosur