Las crisis inminente de la industria lechera – Por Eduardo Romagnoli
*Eduardo Romagnoli, Presidente del Mercado Ganadero de la Bolsa de Comercio de Rosario y Dirigente del Frente Renovador
Al estancamiento de la producción desde hace más de 5 años, en el año 2016 se suma el cierre de tambos en cadena.
El cierre de tambos es una realidad y su generalización es inaplazable. Solo en Rafaela y Sunchales, zona muy afectada por las lluvias, y cuenca lechera por excelencia, en lo que va de 2016 se han cerrado más de 70 tambos.
La gran mayoría de los tambos no son grandes. Y son las Pymes, las que no pueden resistir los aumentos de los costos, como los de maíz, alimento de las vacas; el pago diferido de la leche entregada es imposible sostenerlo en la actualidad y se produce el desequilibrio, y el desangrado abandono de la actividad por parte del tambero.
El tambero, es un productor que realiza un trabajo sacrificado, y que lucha en su cotidianidad, contra la hostilidad del clima. Muy entrada la madrugada sufre el frío y el calor, y las lluvias suman el “ barro” a las variables que describen una realidad enrevesada. Los caminos, en pésimo estado cierran el círculo de una actividad sacrificada que no admite descanso – la vaca solo da leche con continuidad si se sigue una rutina diaria-, el ciclo biológico en esta industria es el motor. Así, el tambero, es quien percibe tan solo el 25% del valor del producto que paga el consumidor final en las góndolas, menos sus costos. Cualquier desajuste implica una cadena de desequilibrios. La cadena de desequilibrios tiene entonces su dimensión social, y familiar.
Hoy, en Argentina, de abastecer principalmente al mercado interno, hemos pasado a una etapa de desabastecimiento en crecimiento. Este año, el exceso de agua, ha subido los costos de producción, en una actividad en la cual los costos laborales son más elevados que en el resto de la industria alimenticia. El precio histórico del litro de leche en dólares hoy no cubre los costos de producción.
La falta de graduación del ajuste económico y la carencia de apoyo al productor ante la hostilidad del clima, esta ausencia de intervención del estado en estos contextos, sumada al ajuste brusco, han provocado desequilibrios de poder de negociación entre todos los actores de la actividad lechera, con las consecuencias que esto implica en el tejido económico y social.
Si bien la producción Argentina estuvo estancada en 11 mil litros por más de cinco años, producción asociada a la satisfacción de la demanda del mercado interno – cada argentino consume un promedio de 200 litros de leche en productos de la industria-, en lo que va del año la caída de la producción es generalizada y la crisis inminente.
Hay que declarar en emergencia al sector lechero, y generar las medidas funcionales para su re articulación, recuperación de la rentabilidad perdida y sustentabilidad del sector.
Leches fluidas y en polvo, quesos, manteca, yogures, dulce de leche y crema de leche, son productos que comenzaron a faltar en las góndolas.
La crisis de una industria de más de 1.000 empresas – solo 8 de gran tamaño y dos mega empresas- y que ocupa alrededor de 35.000 personas, este año se profundiza y tiende a mutar, el hilo se cortará por el lado más débil.
La crisis actual así como la obviedad del desconocimiento de todos los pormenores de la cadena productiva por parte del estado, dispara una nueva brecha, por la que divisamos consecuencias insostenibles muy en el corto plazo, y un apremiante bajón productivo.