Los planes del Frente de Todos y Juntos por el Cambio en el Congreso, y el futuro de Sergio Berni. Por Pablo Winokur
Para que el Congreso funcione bien hay que construir mayorías. No hace falta que sean mayorías automáticas y explícitas. A veces se pueden construir acuerdos de no agresión por debajo de la mesa, que le permitan al Gobierno seguir adelante y a la oposición no quedar (tan) pegada. Para eso se necesitan líderes fuertes que controlen sus espacios políticos.
En la gestión de Eduardo Duhalde, por ejemplo, el radicalismo no votaba todo lo que mandaba el Gobierno. Pero colaboró en leyes centrales en momentos donde la gente pedía “que se vayan todos”. A veces ayudaba con alguna ausencia en el momento de la votación; otras veces algún legislador que se abstenía. O simplemente dar el quórum, aunque votando en contra. Era parte de un acuerdo tejido entre Duhalde y Raúl Alfonsín. La UCR, a la siguiente elección, sacó el 2% de los votos.
En la primera etapa de gestión de Macri hubo un acuerdo con una parte del peronismo (incluyendo a Massa) para dar quórum y votar leyes clave. El kirchnerismo se opuso sistemáticamente a todo. El llamado “peronismo racional” se disolvió en 2019 y la mayoría de sus cuadros terminaron atrás de la fórmula que llevaba a Cristina Kirchner.
Es decir, la historia reciente demuestra que a los que colaboran no les va bien.
El poroteo del Congreso y la «grieta» dentro de Juntos por el Cambio
En los papeles el Gobierno tiene los números para poder hacer funcionar el Congreso. En el Senado, ya consiguió los aliados necesarios: cuenta con Alberto Weretilnek (senador por Río Negro) y Clara Vega, senadora por La Rioja que entró por Juntos por el Cambio y ahora se pasea por su provincia con el gobernador peronista. En definitiva, todos en La Rioja son menemistas. Vega va a tener a su cargo la comisión de economías regionales del Senado.
En Diputados, los números están más finos. De hecho, en las últimas dos votaciones una la ganó el oficialismo y la otra la oposición. En ese caso, los riesgos de sesionar son demasiado altos para ambos frentes. Un diputado enfermo y cambia el curso de una sesión.
El otro problema es que no están claros los liderazgos en esa cámara, especialmente en la oposición. De diciembre para acá no pudieron ponerse de acuerdo en un nombre que aglutine a los distintos bloques del frente. Tiene que ser una persona que pueda tomar decisiones rápidas sin consultar y con capacidad de no recibir reclamos. El único que tendría las espaldas para eso es Mario Negri, que es cuestionado por sectores del radicalismo.
Juntos por el Cambio se divide entre halcones, palomas y los del medio:
Los halcones saben que no pueden colaborar con el Gobierno. Por un lado, leen que la gestión de Alberto difícilmente repunte. El que colabora será castigado por las urnas. Por otro lado, por derecha sienten la presión de Milei, Espert y los liberales. Ellos van a votar todo en contra. Temen que capturen el voto indignado.
Las palomas, encabezadas por Gerardo Morales, jefe del radicalismo. Esta semana dijo, en declaraciones a Radio La Red AM910: “Yo a los halcones, o a los que se creen halcones, les diría que vengan a Jujuy a ver cómo las palomas les peleamos al kirchnerismo. A mí no me van a correr con eso. Yo sí creo que hay que terminar con la grieta, porque hay algunos a los que les resulta útil políticamente la grieta, y quienes creemos que la grieta le hace mal al país”. Morales esta semana se fotografió con los socialistas de Rosario y con Juan Schiaretti, gobernador peronista antikirchnerista.
Los del medio, que representan a los sectores del PRO más dialoguistas. En el imaginario sería Rodríguez Larreta, que va haciendo equilibrio. A veces se muestra dialoguista, pero otras veces tiene que dar gestos de rebeldía para su propia tribuna.
En este escenario, no hay mucho margen para que Juntos por el Cambio proponga nada. Y cualquier intento de acercamiento al oficialismo quedaría atrapado por la dinámica de la grieta.
En la oposición hay una tendencia mayoritaria a acompañar el acuerdo con el FMI. No a cualquier costo. Pero fuera de ese tema, no hay acuerdo en nada. Un Congreso muy abierto expondría al máximo las diferencias.
Un Congreso sin mucha actividad, el objetivo del Gobierno
En el oficialismo no están mucho mejor. Cualquier propuesta de los sectores moderados, inmediatamente va a ser atacada por los más radicalizados. A esta hora nadie sabe qué van a hacer algunos sectores del oficialismo con el acuerdo con el FMI.
Hacia el fin de semana, el senador Oscar Parrilli recibió en su despacho a Chris Marsh, un exfuncionario del FMI, crítico del préstamo que el organismo le dio a Mauricio Macri. Fue una manera de exhibir su rechazo al acuerdo. Parrilli no da un paso sin el aval de Cristina Kirchner.
Cristina no tiene que expedirse ni ahora ni nunca. Su voto solo sería necesario en caso de empate, cosa casi imposible. ¿Por qué anticipar una posición?
El Frente de Todos está en estado casi asambleario, partido en 18 mil pedazos. Esta semana, Alberto Fernández intentó unir los hilos para mostrar unidad antes del acuerdo que se viene y para llegar lo mejor posible al 1° de marzo
Se juntó a solas con Wado de Pedro después de casi cinco meses (y lo hizo saber). Después lo volvió a ponderar en un acto público: “Wadito, vamos a ir a la capital alterna de General Pico para que esa obra se empiece”. Wado asintió con la cabeza.
Se mostró con la titular del PAMI, Luana Volnovich. Habían hecho trascender que Alberto quería echarla por irse de vacaciones al Caribe, sin avisar y contradiciendo una orden directa del Presidente. La presión de La Cámpora la sostuvo en el cargo. Ahora Alberto la perdonó.
Otra vez empieza el operativo seducción al kirchnerismo duro y La Cámpora. Pero hasta ahora nunca lo aceptaron como propio… ni lo van a aceptar.
En ese escenario, al Gobierno tampoco le conviene un Congreso funcionando a full. No solamente hay riesgo de que la oposición active temas que el oficialismo tenga que frenar (baja de impuestos, por ejemplo) sino que también sectores propios pueden meter en agenda ideas que no estén en línea con lo que quiere hacer Alberto (aumento de planes sociales, por ejemplo).
A La Cámpora no le conviene quedar golpeando a su propio gobierno votándole en contra de leyes que no le gusten
Otra vez, a nadie le conviene un Congreso funcionando a pleno.
El «adiós» de Sergio Berni
Hablando de rupturas, el que dio el salto esta semana fue Sergio Berni. Dijo que abandona el kirchnerismo y que ya es hora de cortar el cordón umbilical. Berni dice que no es novedad, que ya lo había dicho varias veces. Pero esta vez fue más contundente.
¿Se va a ir del Frente de Todos? ¿Va a renunciar al Ministerio de Seguridad de la Provincia? Por ahora no. “No va a haber ruptura, sino desacople”, dijo a A24.com un dirigente de su extrema confianza. Traducción: no nos vamos del Frente, pero cuando habla Berni habla por él y por nadie más.
El viernes, después de hacer esas declaraciones, se fue a Corrientes a dirigir parte del operativo para combatir el fuego; la Provincia mandó helicópteros, autobombas, camiones cisternas y un equipo de bomberos y brigadistas. ¿Ayuda humanitaria o diferenciación de La Cámpora? El gobernador Gustavo Valdés se quejó de la falta de cooperación por parte del Ministerio de Ambiente que encabeza Juan Cabandie.
Antes, el jueves se reunió con representantes de las 62 organizaciones peronistas, una de las agrupaciones más tradicionales del peronismo. No es un espacio del peronismo de izquierda.
¿Por qué se fue Berni? Porque siente que para esta etapa el país necesita otras cosas. No se va del kirchnerismo con alegría, sino con dolor y mantiene el respeto intelectual por Cristina. También sanó las heridas con Máximo.
Sus diferencias no son personales, sino políticas. Siente que en la última etapa, el kirchnerismo tomó decisiones que achicaron la base social y electoral del espacio por la “ideologización del discurso”.
¿Qué significa esto? Que el peronismo en los últimos años se encargó más de hablarles a las minorías que a las mayorías. Ejemplo claro: si delincuentes matan a un kiosquero del conurbano para robarle unos pesos, nadie se solidariza con la víctima. En cambio, ante un caso de gatillo fácil, el peronismo sale en masa a repudiarlo.
“El ideologismo de algunos compañeros no tiene que ver con la Argentina. O cambiamos nosotros o van a venir los otros (Cambiemos, Milei…) a su manera y mal”, repitió Berni ante los suyos al trazar su línea doctrinaria.
Berni se mantendrá en el espacio al menos hasta que alguien le niegue la posibilidad de participar en una PASO. Cree que ese mecanismo es el ideal para dirimir candidaturas. Pidió en su momento que haya internas en 2021, pero no lo escucharon. «Cambiemos tuvo PASO en todos lados. Falla la política. Las PASO les funcionaron y nosotros volvimos al dedito mágico. Si funcionara, me cayó la boca», dice al que le pregunta.
Su discurso se acerca en algunas cuestiones a Alberto Fernández. Cerca de Berni ya no creen que la distancia entre el Presidente y el ministro sea irreconciliable. Los dos quieren que haya PASO en 2023.
“Perdimos a nivel nacional por 9 puntos y en las provincias productivas por 20. Abramos la cabeza y salgamos del lugar de comodidad discursiva. No podemos seguir con la consigna fácil”, insiste Berni.
Una nueva tribu asoma en el peronismo. En el Gobierno creen que es hora de cerrar debates y no de abrirlos. Por eso, el Congreso va a abrir lo menos posible el año que empieza.