Macri resigna la candidatura pero no el Poder
El 11 de marzo de 1973, después de casi 18 años de proscripciones, las urnas le eran convidadas otra vez al pueblo argentino. Era el punto final de la autodenominada “Revolución Argentina”, inaugurada a la fuerza aquel 28 de junio de 1966 por el general Onganía. Claro que no tan horrorosa como la de 1976, pero si con la presencia de desapariciones, bastones largos, censura, torturas, y fusilamientos (como los de Trelew).
El historiador Felipe Pigna detalla aquel “agonizar” de la dictadura: “Lanusse, muy a su pesar, evaluó que el principio de solución a los múltiples conflictos pasaba por terminar con la proscripción del peronismo y decretar una apertura política que permitiera una transición hacia la democracia. En este contexto propuso un Gran Acuerdo Nacional (GAN) entre los argentinos y anunció la convocatoria a elecciones nacionales sin proscripciones para 1973 pero instalando el sistema de ballotage, soñando con la unión de todo el antiperonismo en una segunda vuelta, e incluyó una provocadora cláusula que obligaba a Perón a fijar domicilio en Argentina antes del 25 de agosto de 1972”.
“El viejo líder movió sus piezas en aquella partida y evaluó que no le daría el gusto a Lanusse y su dictadura decadente, pero además creyó que no era conveniente que fuera él quien gobernara en el conflictivo período de transición y decidió designar a su delegado personal y ex presidente de la Cámara de Diputados durante el primer peronismo, Héctor J. Cámpora, como candidato a presidente, quien tendría una misión vicaria hasta que el balcón de la Rosada pudiera ser recuperado por el inquilino que más uso supo darle. El slogan sería “Cámpora al gobierno, Perón al poder”” sentencia.
Aquella frase quedó para siempre en los libros de la historia política Argentina. Pasaron menos de cuatro años para que fuera reeditada y llevada a cabo una vez más por el Peronismo (Kirchnerismo ahora si se quiere), de la mano de Cristina Fernández auto postulándose como Vice en la fórmula que terminaría victoriosa ante Cambiemos.
Si bien, en algún que otro discurso, CFK dejó traslucir que, pese a su mirada, la “lapicera” era (es) potestad de Alberto, lo cierto es que pasada la Pandemia, cuando hubo que comenzar a mirar en serio los destinos de la patria, la fórmula tuvo más cortocircuitos que momentos de zozobra. Una especia de “oposición interna” floreció hasta estos días, donde los “no” de la propia Cristina se hicieron notar cuando las decisiones gubernamentales no fueron de su agrado.
Ahora parece que la idea de “otro nombre al Gobierno, pero el propio al poder” se trasladó a la vereda de enfrente. Más allá de que el arco opositor haya inundados las redes con palabras de agradecimiento a tan alto “gesto político”, la estrategia del ex Presidente pasó primero por su propio ego.
Supo leer las encuestas que no lo daban como claro ganador, supo entender que lo mejor no era exponerse y por tanto, su paso al costado, pero atentos: a la candidatura, no al poder.
Esto deberá entender quien sea electo en una PASO si los argentinos le conceden los votos necesarios para gobernar cuatro años. El poder estará (una vez más) en las sombras. Porque seguramente el discurso “correctamente político” hablará de autonomía, de que en Cambiemos no hay verticalidad sino una unión que se traza horizontal. Pero lejos de estos bocetos discursivos, la realidad es que Macri mantiene su auge de poder, su mirada en ese sentido del propio electorado del PRO lo entiende así, y así pesará para quien ostente el sillón de Rivadavia.
Según trascendió incluso en las últimas horas, desde el interior de Cambiemos, se habla de negociación y pacto. El sucesor que quiere el propio Macri para Larreta no es, ni más ni menos, que él su primo, Jorge. Para asegurarse un bastión no menor: CABA.
En la provincia la mano viene compleja. Larreta juega sus fichas por Santilli, pero Mauricio no estaría muy conforme con ello. Acá se verá en lo sucesivo quien gana la pulseada.
Lo cierto, es que esta “peronizacion” (si se acepta el término) del más alto referente del arco opositor, debe ser visto entonces como una jugada electoral precisa. Pensada, meditada y con un sentido que va más allá de las palabras endulzadas respecto al “los argentinos primeros”.