Por Alberto Asseff*
El fiscal federal de Orán pidió públicamente amurallar la zona de Aguas Blancas, limítrofe con la ciudad boliviana de Bermejo, y también requirió el cierre del puerto Chalanas. El objetivo es frenar el narcotráfico y la trata de personas. Es una reacción lógica frente a un flagelo.
En estos días Austria anunció un muro en la frontera con Eslovenia, el primero que obstruye la libre circulación en la Unión Europea refrendada por el tratado de Schengen. Esto alarmó a todos los europeístas porque implica un retroceso notorio en la idea-ideal de unidad.
Ante a la impotencia y la frustración en la lucha contra el narcotráfico y otros gravísimos delitos transfronterizos, la actitud del fiscal salteño pareciera atinada. Sin embargo, se contrapone con un hecho paradójico y simultáneo: el próximo 9 de noviembre en Montevideo incorporaremos al Parlasur a los parlamentarios de Bolivia, en otro paso hacia la integración plena de Bolivia al Mercosur.
¿Cómo se interpreta que Bolivia ingrese al Mercosur y en el mismo momento un alto funcionario solicite construir un muro para separarnos? No sólo es un contrasentido, sino una verdadera burla a la idea misma de integración. Lo primero que hay que hacer es plantear a Bolivia y a todos los integrantes del MERCOSUR que es tiempo para coordinar grandes políticas, comenzando por la inteligencia criminal y el efectivo y articulado combate al narcotráfico, a la trata de personas, al comercio de órganos, al contrabando de armas y otros crímenes. Es momento para tener una base de datos compartida de modo de coactuar contra el delito. Y también ya llegó la hora de que convengamos con Bolivia la cuestión del cultivo de coca.
No es serio integrarnos y a la vez amurallarnos. En una cruda y dura realidad que en esta campaña electoral no se habló una palabra del MERCOSUR, pero sí de blindar las fronteras. Algo muy gravoso traba a nuestra integración regional. Se enfatiza muchísimo más en las presuntas bondades de erigir barreras disociantes que de bajarlas para unirnos.
Es sabido que los vuelos clandestinos que traen droga provienen de Paraguay y de Bolivia, lo mismo que el tráfico terrestre, menudo o mayorista. Entonces, una de dos: o nos apeamos de la hipocresía y hablamos claro con nuestros socios o seguimos – con inocultable cinismo – pontificando sobre las virtudes de la integración mientras la vamos deshaciendo.
La integración necesita muchísimo más coordinación, más puertos, mejores hidrovías – comenzando por la de los ríos Paraguay-Paraná, nuestro eje vertebrador-, menos trabas al comercio, una Corte de Justicia – pendiente desde 2010 cuando el Parlasur recomendó su creación -, más trenes, carreteras, puentes, túneles al Pacífico, energía interconectada, menos restricciones a la circulación de personas, más convenios que habiliten el ejercicio profesional intrazona y una centena de objetivos unitivos. Obviamente, también incluimos la interactuación en materia de Defensa del Mercosur ante las nuevas amenazas y la coordinación abarca a las fuerzas de Seguridad que deben prevenir y responder al delito conjuntamente, con confianza mutua y organización compartida.
En el Parlasur trabajaremos para esas metas. Francamente es literalmente irrisorio que en vez integrarnos nos amurallemos. De ser así, tendrán razón quienes por un lado ponderan ‘una Argentina en el mundo’, pero al mismo tiempo descreen del Mercosur. Cierto que es una incongruencia, pero ya estamos habituados a que la racionalidad no impere por estos lares.
Estas líneas apuntan a no darnos por vencidos y apostar a un buen MERCOSUR.
*Diputado nacional y del Parlasur