Nagorno Karabaj, el “Estado fantasma” que deja de existir
Por Mariano Yakimavicius
Herencia de la era soviética, el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave situado en el Cáucaso, adquiere dimensiones humanitarias preocupantes.
Un “Estado fantasma” es aquel que jurídicamente no existe pero de facto está ahí. Tiene su propia identidad e instituciones, y la característica fundante es que resulta emergente de un conflicto sin resolver.
Días atrás, el presidente de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj (denominada Artsaj en armenio), decretó la disolución de esa entidad con plazo perentorio fijado el 1° de enero de 2024. El documento advierte que los habitantes de Nagorno Karabaj, incluidos los que se encuentran ocasionalmente fuera del territorio, deben aceptar las condiciones impuestas por el gobierno de Azerbaiyán para la reincorporación territorial, y luego decidir de manera individual si permanecerán o no en Nagorno Karabaj.
La disolución de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj, no reconocida ni siquiera por Armenia, fue una de las condiciones impuestas por Azerbaiyán para detener la operación militar que estaba en curso. Como consecuencia, casi la mitad de la población de este territorio reclamado por Azerbaiyán pero habitado mayoritariamente por personas que étnicamente se identifican como armenias, dejaron sus hogares. El miedo a la violencia identitaria provocó que se desplazaran a Armenia, según ha informado la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
¿Qué es Nagorno Karabaj?
El territorio de Nagorno Karabaj se sitúa en el Cáucaso, una región que se encuentra entre Europa del Este y Asia occidental, entre el mar Negro y el mar Caspio, que incluye a la cordillera de la cual adopta el nombre y las tierras bajas circundantes. Con una rica y variada historia, es una región estratégica en cuanto a sus recursos energéticos, habitada a lo largo del tiempo por diversos pueblos y civilizaciones, lo cual condujo a su actual y compleja composición étnica, religiosa, lingüística y cultural.
Durante la mayor parte del siglo XX el Cáucaso estuvo políticamente repartido entre sólo tres Estados: Turquía, el Imperio Ruso (sucedido por la Unión Soviética) y Persia (actualmente Irán). Sin embargo, desde 1991, con la disolución de la Unión Soviética, tuvo lugar un proceso independentista de numerosas naciones que dio lugar a la aparición de nuevos países. Esa situación alteró profundamente el mapa político del Cáucaso y dio lugar a enfrentamientos entre varias naciones que habitaban la región. Ese fue el caso entre Armenia y Azerbaiyán.
Nagorno Karabaj se caracterizó por tener mayoría étnica armenia y mayoría religiosa cristiana ortodoxa. Sin embargo, la Unión Soviética puso a la región babo control administrativo azerí en la década de 1920. Azerbaiyán es un país de confesión musulmana chiita y de mayoría étnica turca.
Es por estas razones que Nagorno Karabaj quedó justo en el centro de un conflicto geopolítico, estratégico, étnico, histórico y religioso entre Armenia y Azerbaiyán, que permaneció latente durante décadas con picos de violencia como la guerra que tuvo lugar entre 1988 y 1994, mediante la cual Armenia tomó ventaja gracias al apoyo ruso y logró aislar militarmente a Nagorno Karabaj de Azerbaiyán. Desde ese entonces, la mayoría étnica armenia y cristiana ortodoxa de la región intentó obtener la independencia formal de Azerbaiyán y proclamarse como República de Artsaj, aunque no obtuvo el reconocimiento de la comunidad internacional. Aquel enfrentamiento es clave para entender lo que ocurre ahora, puesto que dejó 30 mil muertos -25 mil del lado azerí- y un encono que nunca desapareció.
En los últimos tres años Azerbaiyán, fortalecido por el comercio del gas y el petróleo, apoyado desde siempre por Turquía, inició acciones militares para volver a dominar ese territorio. En noviembre de 2020, ambas partes acordaron firmar un acuerdo de paz con mediación rusa, pero para ese entonces las fuerzas armadas azeríes había reconquistado todos los territorios que rodeaban Nagorno Karabaj dominados por Armenia desde 1994, aunque no el enclave en sí mismo.
Entre finales 2020 y pocos meses atrás, unos tres mil soldados rusos supervisaron la frágil tregua, pero la invasión a Ucrania modificó las prioridades rusas. Está claro que el gobierno azerí aprovechó la vulnerabilidad rusa actual para emprender una acción militar que, en otro momento no hubiera sido posible. También es cierto que el gobierno armenio confió demasiado su propia defensa en la protección que Rusia pudiera brindarle.
En una ofensiva militar de apenas 24 horas iniciada el pasado 19 de septiembre, Azerbaiyán recuperó el control total de Nagorno Karabaj, luego de tres décadas bajo control de fuerzas proarmenias.
El alto el fuego anunciado el 20 de septiembre tras la ofensiva, que dejó más de 200 muertos en Nagorno Karabaj y se saldó con la muerte de más de 190 militares azeríes, incluyó el desarme de grupos armados, la retirada de militares armenios y la “reintegración” territorial.
Repercusiones
El problema potencialmente más grave que suscita este conflicto es la posibilidad de multiplicarse dado que hay otros actores internacionales cuyos intereses se encuentran en juego.
Concretamente, el gobierno de Azerbaiyán se apoyó en el respaldo militar de Turquía. El gobierno turco y su presidente, Recep Tayyip Erdogan, utiliza este y otros conflictos extranjeros para alentar el nacionalismo local y silenciar las críticas internas. El tema de Nagorno Karabaj le viene como anillo al dedo, puesto que tiene la excusa de que apoya a un país étnica y religiosamente afín, contra un antiguo enemigo como Armenia. Recuérdese que el Estado Turco sometió al pueblo armenio a un genocidio a comienzos del siglo XX que jamás reconoció y sobre el cual nunca enfrentó consecuencias.
Distintos actores internacionales observan con inquietud esta zona del Cáucaso y existe la preocupación de que pueda producirse otra guerra en territorio exsoviético además de la que hay en Ucrania.
Europa no parece que vaya a intervenir dado que prefiere mantener la paz con Azerbaiyán, de donde importa 8 mil millones de metros cúbicos de gas al año tras sufrir la pérdida del suministro de gas procedente de Rusia debido a las sanciones que le impuso a ese país con motivo del ataque a Ucrania. Además, Turquía mantiene a Europa a raya al haberse constituido en la barreta territorial que impide que centenares de miles de refugiados procedentes principalmente de Siria, lleguen al Viejo Continente.
Pero la agitación que provoca este conflicto mantiene en estado de alerta a las potencias a su alrededor.
Preocupa especialmente la situación humanitaria de la gran cantidad de personas que abandonaron Nagorno Karabaj y ya están en Armenia, alrededor de 65 mil. Téngase en cuenta que la población total del enclave se calculaba en 150 mil personas.
El “Estado fantasma” dejará de existir, pero lo que lamentablemente perdurará más allá del conflicto es el rencor entre Armenia y Azerbaiyán. Ese encono continuará en latencia como una fuente de inestabilidad en una región siempre volátil y que es el punto de encuentro de intereses cruzados, fuente de recursos energéticos y por donde pasan oleoductos y gasoductos que proveen de energía a millones de personas.