Nuestra izquierda y su homofobia. Por Nicolás del Caño
En una nota publicada en Página 12, el periodista Alejandro Modarelli se pregunta “¿Qué hay detrás del ataque homofóbico al dirigente del FIT?” para reflexionar sobre las repercusiones en las redes de una foto con mi hermano del año 2012. Como bien señala Alejandro, se utilizaron prejuicios homofóbicos con el objetivo de hacer pasar un ataque político a la izquierda. No es la primera vez que asistimos a este tipo de operaciones y sabemos que no será la última. Al mismo tiempo, he recibido importantes muestras de apoyo, como las del propio Alejandro en su cuenta de Twitter el mismo día.
Sin embargo, y más allá de las intenciones del periodista, en la nota hay algunas inexactitudes que quisiera aclarar. La foto fue publicada en mi cuenta de Instagram hace más de un año y fue posteada con un comentario supuestamente gracioso el pasado viernes 14 de febrero por una persona que desconozco. Ni fui el autor de su publicación a propósito del día de San Valentín ni, por lo tanto, tuve el objetivo de sacar algún rédito político para que se hable de mí (lejos estoy de pensar “que hablen bien, que hablen mal, pero que hablen”).
Ese mismo día compartí tuits de varias personalidades que, al igual que el autor de la nota, salieron al cruce de esos ataques. Lejos de quedarme “mudo”, en la noche del sábado, día en que mi apellido fue TT por este “debate”, publiqué en mi cuenta la foto con un breve texto que decía: “Esta hermosa foto con mi hermano, que me encanta, llenó de odio Twitter. ¡La homofobia mata! Por suerte son muchxs lxs que repudiaron esos comentarios”. En Instagram y Facebook recibí miles de likes de apoyo y comentarios antihomofóbicos en su enorme mayoría. Siento humildemente haber contribuido a la defensa de la amistad y el amor entre varones, en el sentido de las muy interesantes referencias a Foucault y Pasolini que señala Alejandro en su nota.
Por otra parte, una importante preocupación que motiva esta respuesta, es que en la nota hay una cuestión que puede generar confusión (involuntariamente) en un terreno caro a mi tradición política. Alejandro señala en relación a muchos de los comentarios de quienes me atacaron en las redes que “hacía tiempo que no resurgía dentro del debate político, y sin otro origen que una interpretación falsa de una selfie, el tortuoso vínculo que mantuvo en el siglo XX la izquierda masculina tradicional con la homosexualidad. Ya se sabe: de Stalin a Castro, Del Caño tenía que hacerse cargo hoy de cada una de las iniquidades antisexuales del socialismo real”. Muchas veces quienes defienden el sistema capitalista como único horizonte posible intentan instalar un sentido común igualando el socialismo al stalinismo, tergiversando la historia real.
Ni yo, ni la corriente política en la que milito desde los 15 años tenemos una relación “tortuosa” con la homosexualidad. Tengo el orgullo de ser trotskista, es decir, formo parte de la corriente que defiende la Unión Soviética previa a la degeneración stalinista, la que, en sus primeros años y bajo la dirección de Lenin y Trotsky, eliminó la criminalización de la homosexualidad y cesó la persecución de los homosexuales.
En 1921, el médico Magnus Hirschfeld, organizó el Encuentro Internacional para la Reforma Sexual, reuniendo a científicos de todo el mundo que pusieron como ejemplo la legislación de la Rusia soviética, donde la revolución había eliminado las leyes zaristas represoras de la homosexualidad por ser “contradictorias con la conciencia y la legalidad revolucionaria”. En el “mundo occidental” supuestamente democrático, recién en 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de tratar la homosexualidad como una enfermedad. ¡Setenta años después que la Rusia de los bolcheviques! Entonces, ¿por qué debería hacerme cargo de las políticas de Stalin, de Mao Tse Tung o Fidel Castro, cuyos regímenes burocráticos fueron duramente cuestionados desde la izquierda por la corriente histórica a la que pertenezco? Cuestionamientos que llevaron a la muerte o a la cárcel (en la ex URSS, China o Cuba) a muchos de mis compañeros de causa. El trotskismo ha criticado esos regímenes por su política de conjunto; lo que incluye también la criminalización de la homosexualidad, en épocas en las que el movimiento de mujeres y el de la diversidad sexual no eran tan potentes como en la actualidad.
Hace una década, Ediciones del IPS –la editorial que impulsa mi partido- publicó el libro “La mujer, el Estado y la revolución”, de la historiadora norteamericana Wendy Goldman. Ahí está muy bien documentada la lucha política e ideológica del Partido Bolchevique, durante los primeros años de la Revolución Rusa, contra todos los valores impuestos por la burguesía y la autocracia zarista. En aquellos años se debatía cómo dar pasos en la liberación de la mujer, se cuestionaba el trabajo doméstico, las relaciones de pareja basadas en la subordinación de las mujeres al poder patriarcal y el matrimonio tal como era concebido tradicionalmente. Todos esos debates fueron borrados por años de estalinismo.
Agradezco la oportunidad, a partir de la nota de Alejandro, de clarificar nuestra posición histórica.
Nicolás del Caño, diputado nacional del PTS