Por Diego Lapolla*
Lo que comenzó siendo una experimentación entre instituciones educativas y gubernamentales en la década del ´60 en los Estados Unidos, es hoy la mayor tendencia disruptiva del siglo, en todo el mundo. Todo lo que se conoce ha sido captado por internet, desde lo público hasta lo privado, las instituciones, los gobiernos, las personas, los electrodomésticos, los autos y hasta la misma forma de pelear en la guerra, como lo vemos con casos de terrorismo. El mundo ha debido adaptarse a “viralizar, “compartir”, “likear” y enviar “mails”, sólo por nombrar algunos casos.
Internet modificó la relación de todos con todo a partir de dos variables: el tiempo y el emisor.
Con respecto al tiempo, hoy ya no se necesitan días para viajar y conocer un destino sino sólo una computadora con acceso a Internet para hacer un recorrido “virtual”. Tampoco días para escribir y que llegue una carta sobre las novedades de una vida a un pariente que vive lejos sino sólo unos segundos hasta que el “mail” entre en la casilla de destino. Incluso tampoco es necesario acercarse a una dependencia del Estado para realizar trámites, sino que muchos ya son parte de la oferta de “gobiernos digitales”. Todo el tiempo, en todo el mundo hay información corriendo por las millones de plataformas digitales, soportadas en Internet.
A este escenario, se le agrega una consecuencia. Surgida en la impersonalización de la masividad de internet, las nuevas tecnologías han también modificado los paradigmas de poder. El acceso a la información, facilitada por Internet, brinda una posición de conocimiento que ayuda a la toma de decisiones. Los gobiernos y los organismos internacionales multilaterales están comprometidos en la reducción de la “brecha digital”, pregonando un libre acceso de la ciudadanía en su conjunto a la red y por ende a la información.
Democratizar el acceso a Internet hace que todos puedan crear, consultar, utilizar y compartir la información y el conocimiento, para que las personas, las comunidades y los pueblos puedan emplear plenamente sus posibilidades en la promoción de su desarrollo y en la mejora de su calidad de vida. Así es como esta nueva “Sociedad de la Información” modificó la estructura de la comunicación entre las personas y también entre éstas y las organizaciones. La innovación de las tecnologías afecta de manera directa a las comunicaciones: modificó la forma en que desarrollan muchas de las actividades de la sociedad moderna, ya que por medio de internet se facilita la creación, distribución y manipulación de la información.
Y esto hace que ahora todos puedan crear, distribuir, y manipular la información. Existe un cambio en el rol del público, de pasivo a activo. De oír o leer a producir. Existe entonces un cuestionamiento hacia quien lo dice, al emisor. El acceso a la información variada, de todo el mundo y al instante, genera escepticismo hacia lo ya instalado: gobiernos, medios de comunicación masiva tradicionales, empresas y hasta a las mismas personas. Existen nuevas reglas de juego.
La multiplicidad de emisores, la “globalización de la opinión” por las redes sociales, los comercios virtuales, las ONG´S de transparencia y el cuestionamiento natural creado por la misma Internet, entre otros, plantean el nuevo reto para los individuos que se desarrollan en las áreas de comunicación.
En el futuro inmediato será necesario para los profesionales de comunicaciones estar actualizados sobre lo que sucede en todo el mundo. El “efecto mariposa” no sólo ya debe ser predecible sino que también debe estar acompañado de un plan de contingencia. Por ejemplo, para una compañía internacional un incidente aislado en una operación en Indonesia, pude generar que su ejecutivo de relaciones públicas deba dar explicaciones ante la prensa en sus oficinas de América del Sur. Esto no es más que globalización de la información.
En la web circulan millones de datos, videos y audios que generan tendencias sobre las cuales los especialistas en comunicación deben apuntalar las identidades de las organizaciones.
La Sociedad de la Información, concibe un público instruido, curioso y ávido de datos que sostengan lo que una organización o una persona expongan. Existe un cambio en los hábitos de sus públicos, los cuales requerirán que la información (sobre todo de dominio público) debe ser fácilmente accesible y debe estar protegida.
Será tarea de todos los profesionales fortalecer las instituciones para un acceso libre y equitativo a la información.
*Estudiante de la carrera de Relaciones Públicas
Facultad de Ciencias de la Comunicación
UCES