Por qué la tensión entre China y Taiwan es importante
Por Mariano Yakimavicius, Licenciado y Profesor en Ciencias Políticas
La tensión generada por la visita de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos a Taiwán impacta en la aldea global.
La posibilidad de que la tensión entre China y Taiwán escale y se convierta en un conflicto armado es a todas luces una preocupación en el ya caldeado clima que se vive en el mundo desde la invasión de Rusia sobre Ucrania. Pero a quienes crean que Taiwán, China y la flota estadounidense están demasiado lejos y eso evita las amargas preocupaciones de una posible guerra, deberían verificar primero dónde se fabricó el chip del dispositivo que están usando para leer estas líneas.
Le economía taiwanesa tiene una importancia capital para las comunicaciones globales dado que, alrededor del 65 por ciento de los chips que se usan a diario en teléfonos inteligentes, computadoras portátiles, relojes y consolas de videojuegos, son fabricados en Taiwán. Una sola compañía, la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), controla la mitad del mercado mundial de esa industria y el año pasado registró un valor de casi 100 mil millones de dólares. Si eventualmente China se hiciera con el control de esta industria, todo el planeta sufriría rápidamente las consecuencias.
Importancia estratégica
Además de su relevancia para la economía y las comunicaciones, la isla de Taiwán se destaca por su importancia estratégica para la geopolítica global. Se encuentra a unos 120 kilómetros de la costa de China continental, una zona marítima donde la segunda economía más poderosa del mundo se ha propuesto aumentar su dominio en los últimos años.
Taiwán forma parte de lo que se denomina «primera cadena de islas», una suerte de barrera geográfica que se extiende desde el sur de Japón, pasa por Taiwán, Filipinas y corre hacia el mar del sur de China. Los países a los que corresponde esta «primera cadena de islas» son aliados de los Estados Unidos, por lo cual conforman una suerte de “barrera” de contención y vigilancia que rodea estratégicamente a China. Es por este motivo que el estatus de Taiwán es de máxima importancia geopolítica tanto para Occidente como para China.
Si Taiwán se integrara a China, el gigante asiático quedaría libre para extender su influencia naval y proyectar su poder en la región del Océano Pacífico con implicancias para el comercio global y también en el plano militar, dado que le permitiría acercarse a bases militares estadounidenses como las de Guam y Hawái.
¿Es Taiwán un país?
China se basa en la historia para sostener que Taiwán es una provincia china en situación de rebeldía. Pero muchos taiwaneses acuden también a la historia para argumentar que nunca formaron parte de la China moderna.
La isla estuvo bajo control chino desde el siglo XVII bajo el gobierno de la dinastía Qing hasta que, tras perder una guerra con Japón, ese país comenzó a administrarla en 1895. Taiwán volvió a ser incorporada por China en 1945 luego de que Japón perdiera la Segunda Guerra Mundial. Pero la guerra civil en China entre las fuerzas nacionalistas del gobierno lideradas por Chiang Kai-shek y el Partido Comunista de Mao Zedong volvió a modificar las cosas. Tras la victoria comunista en 1949, Chiang y lo que quedaba de su gobierno se refugiaron en Taiwán y proclamaron la República de China en ese territorio, defendiendo que seguían siendo el gobierno chino legítimo. Ese grupo de aproximadamente un millón y medio de personas, dominó la política taiwanesa durante años, aunque sólo representaba el 14 por ciento de la población. Heredero de una dictadura de facto y frente a la presión de la sociedad contraria al régimen, el hijo de Chiang, Chiang Ching-kuo, inició un proceso de democratización en la isla.
Muchas naciones occidentales reconocieron a la República China establecida por Chiang en Taiwán como único gobierno legítimo. Pero en 1971, producto del acercamiento entre los gobiernos estadounidense y chino, enfrentados con la Unión Soviética, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cambió su reconocimiento diplomático a la China comunista. Desde entonces, el número de países que reconocen al gobierno taiwanés cayó a solamente 15.
Dada esta diferencia entre las posiciones de China y Taiwán, la mayoría de los países han aceptado esta especie de ambigüedad en la que Taiwán conserva virtualmente las características de un Estado independiente aunque su estatus legal sea poco claro.
La visita de Pelosi, un peligro real
La reacción china ante la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y segunda en la línea de sucesión presidencial, no se hizo esperar. Su presencia supuso un desafío al gobierno chino en varios sentidos. Se trata del viaje de un alto cargo estadounidense a la isla luego de 25 años, que podría actuar como estímulo para que otros líderes la imitaran. ¿Por qué ahora? Porque en pocos meses se realizará el XX Congreso del Partido Comunista Chino que, además de fijar el rumbo del país, elegirá presidente para un tercer período a Xi Jinping, posiblemente el político más poderoso del mundo. La visita condujo al gobierno chino a tomar represalias y, de ese modo, a reforzar la división bipolar del mundo, algo que parece funcional a los intereses estadounidenses de realinear las voluntades planetarias en dos grandes bloques para no perder en soledad su batalla contra China por la supremacía mundial.
La política estadounidense de “ambigüedad estratégica” siempre fue poco clara respecto de si defendería a Taiwán en caso de un ataque o cómo lo haría. Diplomáticamente, el gobierno estadounidense se apega a la política de “una sola China”, que reconoce sólo al gobierno con sede en Beijing, con el que mantiene vínculos formales. Pero simultáneamente mantiene una relación estrecha aunque no oficial con la isla, que incluye la venta de armas para que Taiwán se defienda. Sin embargo, ya en mayo de este año, Joe Biden endureció su posición al afirmar que defendería militarmente a Taiwán de ser necesario.
Los ejercicios militares con fuego real desplegados por China durante tres días en las cercanías de Taiwán son la respuesta efectiva a las amenazas lanzadas antes de la visita de Pelosi. El régimen chino no puede darse el lujo de no cumplir amenazas porque eso supondría un peligroso mensaje puertas adentro.
Las seis grandes zonas de exclusión alrededor de la isla establecidas a partir del último jueves tensó la situación aún más ya que llegan a sólo 12 millas de Taiwán. La medida no tiene precedentes y equivale a un bloqueo aéreo y marítimo contra la isla. Si China moviera barcos o aviones a esas áreas, equivaldría a una invasión del territorio de Taiwán, cuyas autoridades se sentirían obligadas a defender sus aguas. Además, el gobierno taiwanés pidió a los barcos comerciales que tomen rutas diferentes y está negociando con Japón y Filipinas para encontrar rutas de aviación alternativas.
La marina estadounidense sigue de cerca los acontecimientos y tiene al grupo de batalla del portaaviones USS Ronald Reagan cerca en el Mar de Filipinas. Ministros de Relaciones Exteriores del sudeste asiático advirtieron que las crecientes tensiones sobre Taiwán podrían desencadenar un conflicto abierto. En definitiva, el peligro de un escalamiento del conflicto, es real.
¿Qué quieren los taiwaneses?
La pugna entre superpotencias tiende a invisibilizar la voluntad de los pueblos. Taiwán se ve a sí mismo como un país independiente, gobernado democráticamente, pese a que nunca ha declarado oficialmente su independencia. Pero más interesante aún es saber qué quieren sus habitantes. Un estudio de junio de este año arrojó que la gran mayoría quiere mantener el statu quo de manera indefinida. Solamente el 5,2 por ciento apoya la independencia, mientras que el 1,3 por ciento aspira a la reunificación con China. En cuanto a la nacionalidad, más del 60 por ciento de la población se identifica como taiwanesa, mientras que poco más del 30 por ciento lo hace como china-taiwanesa. Se trata de un pueblo próspero. Ojalá pueda seguir siéndolo.