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¿Quién es «Johanna» la mujer detrás del Proyecto de Ley que la oposición no quiso aprobar?

Los Senadores y Senadoras presentes en el recinto, expresaron su disgusto por no poder sesionar y refirieron, entre otros, a la trunca posibilidad de aprobar la denominada “Ley Johanna”. ¿Pero quién es la protagonista detrás de este Proyecto que busca, entre otras cosas, establecer procedimientos médico-asistenciales para la atención de las mujeres y personas gestantes frente a la muerte perinatal. Es decir, aquella que se produce entre la semana 22 hasta 7 días después del nacimiento?

Se trata de Johana Piferrer, impulsora de la iniciativa y víctima de violencia obstétrica en 2014, cuando en una ecografía de rutina se enteró que el corazón de su hijo ya no latía y ante la falta de protocolos para acompañar tal situación, fue obligada a parir en una sala de maternidad. Así, careció de cualquier tipo de contención psicológica o información sobre los procedimientos a los que fue sometida.

Según contó a la prensa, ella cursaba un embarazo completamente normal. Los únicos malestares que recuerda son los típicos de la gestación, algún día con acidez, otro con náuseas y no mucho más. En su casa ya tenía el cuarto preparado para Ciro. En la semana 33 arrancó con los monitoreos, los controles de salud que se hacen en el último tramo del embarazo. Y ahí recibió la peor noticia: el corazón del bebé había dejado de latir.

“A partir del momento en que la ecografista me dice que Ciro estaba sin vida empezó un camino tortuoso. Me llevaron a una sala de maternidad y me intentaron convencer de acceder a un parto vaginal cuando yo pedía una cesárea. Nadie me decía qué había pasado ni cuáles eran los procedimientos a los que debía someterme. Solo recuerdo que de las otras habitaciones se escuchaba el llanto de los recién nacidos”, cuenta Johanna, reflejo en una entrevista siete años más tarde.

Johanna recordaba en aquella nota que cuando se negó al parto vaginal, porque no estaba preparada, lo que siguió fue un enorme destrato. “Entonces esto deja de ser una urgencia, vamos a planificar una cesárea para otro día”, le contestaron. También recuerda que tuvo “privilegios”, que por tener una amiga abogada logró contactarse con el director del hospital para pedir una intervención urgente. Eran las 12 de la noche y ella llevaba todo el día internada con su hijo muerto adentro del vientre.

“Me llevan a la sala de parto sin ningún tipo de información. Me aplican la epidural y me atan las manos. Pedí asistencia psicológica y no la tuve. Después de la operación empecé con la bajada de leche y nadie me explicó nada. Sólo vino una enfermera que me llamó mamita y dijo que me tenía que apretar las tetas”, continúa su relato.

A Johanna le costó tres años atravesar el duelo por la pérdida de su hijo. La falta de contención adecuada y de empatía hicieron que ese camino fuera más largo.

“Me tocó atravesar la situación en absoluta soledad porque tu realidad no condice con la respuesta que te brinda el sistema de salud ni con la contención que te da la sociedad. Me decían que no era para tanto, que por suerte no me lo había llegado a llevar a mi casa, qué mejor que fue antes y no después, que ya iba a tener otro. Me hablaban de la pérdida de un embarazo como si hubiese perdido una llave”, sentenciaba.

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