Para reclamar verdad, memoria y justicia, lo principal es que la memoria sea completa.
Y desde ya, honrar la verdad. Para ello es necesario decir que el golpe de estado de 1976 se perpetró contra un gobierno peronista, elegido constitucionalmente por el 62% de los votos, faltando escasos meses para el llamado a elecciones.
Pero más grave aún, y algo que se oculta sistemáticamente, es que aquellos que hoy se rasgan las vestiduras por los desaparecidos y por la dictadura “genocida” en aquellos años jugaron todas sus fichas al golpe militar, que hoy repudian.
El pueblo argentino no puede desconocer a esta altura de los acontecimientos, que sólo fue posible el 24 de marzo porque antes existió el luctuoso golpe contra el General Perón en 1955. Sin 1955 nunca hubiera habido 1976.
Desde esa perversa usina se han irradiado ideologías, leyes y decisiones políticas que encontraron su zenit en la dictadura de Videla. Y para mayor escarnio, y vergüenza de la clase política democrática, muchas de ellas perduran en la actualidad.
Sólo enumeraremos alguno de los casos paradigmáticos que hemos mencionado anteriormente:
– Afiliación y obediencia de la Argentina a los dictámenes del FMI.
– Proceso de endeudamiento externo.
– Liquidación del patrimonio nacional con la privatización y vaciamiento de las empresas del Estado y las concesiones a multinacionales para usufructo de las riquezas de nuestro suelo; una burla a aquel valiente artículo 40 de la Constitución de 1949.
– Derogación ilegal a través de un bando militar de la Constitución de 1949. Cuestión ignorada maliciosamente por toda la dirigencia política.
– Aniquilamiento del aparato productivo, desterrando el proyecto de la Argentina industrial para volver al viejo paradigma del país agrícola-ganadero.
Estas leyes y decisiones políticas constituyen el verdadero triunfo de los golpistas de 1976. Porque su matriz ideológica perdura aún hoy en la tan mentada democracia parlamentaria.
Hasta tanto esto no sea modificado, no habrá verdad, memoria ni justicia.
(*) Historiador revisionista. Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad del Salvador. Además es Diplomado en Antropología Cristiana (FASTA) y en Relaciones Internacionales (UAI). Publicó “San Martín, Rosas, Perón. Un homenaje a Fermín Chávez” (2008); “Estévez. Vida de un Cruzado” (2009); “Raúl Scalabrini Ortíz. Sus libros y sus enseñanzas” (2009); “Aportes al Bicentenario” (2011); “Historia de la Revista del Instituto Juan Manuel de Rosas” (2013). Es columnista en “Noticias del Congreso Nacional”. Como historiador, pensador y periodista siempre se manifestó estrechamente vinculado al Pensamiento Nacional y a la Doctrina Nacional del Justicialismo. Actualmente es el Director de Cultura de la Fundación Rucci de la Confederación General del Trabajo.