Se cumplen 47 años del golpe de Estado: una de las etapas más oscuras de la historia Argentina
Por Diego Lombardo
En pocos días se volverá a cumplir un nuevo aniversario del golpe de estado que en 1976 derrocó al gobierno constitucional de Isabel Perón, y dio inicio a una de las etapas más oscuras de nuestra historia. Lo ocurrido es tristemente conocido. Sin embargo, fue el entonces Ministro del Interior de la dictadura, General Albano Harguindeguy, quien expresó que “el objetivo del golpe es hacer volver a la Argentina al 3 de Junio de 1943”. Una frase no muy conocida, ni difundida. Pero, ¿a qué se refería? ¿Qué tenía de particular esa fecha? ¿Cuál sería el motivo de un golpe de Estado para algo que había ocurrido 33 años atrás?
Si retrocedemos ese tiempo nos encontramos con una Argentina factoría colonizada, donde lo único propio eran las tristezas y la miseria de los trabajadores. Con el hartazgo de la década infame, donde el fraude era una constante y el Estado actuando como una escribanía que sólo garantizaba los intereses extranjeros, se llegó a la Revolución del 4 de Junio de 1943 encabezada por un grupo de coroneles, entre los que resaltaba el entonces Cnel. Juan Perón.
Con un notable sentido nacional se dio inicio a este proceso que venía a romper con la vieja tradición de la Argentina granero del mundo, para desarrollar un modelo industrial. Para entonces, Perón solicitó tomar posesión del viejo Departamento de Trabajo, una oficina prácticamente sin funciones ni injerencia en las relaciones laborales. Desde allí comenzó el camino que en pocos años devolvió al pueblo trabajador la dignidad que hasta entonces le había sido negada, y le permitió alcanzar no solamente el acceso a mejorar materiales, sino al desarrollo de los valores espirituales.
Como bien se dijo, aquel Departamento de Trabajo no ejercía ningún tipo de competencias en un Estado que invisibilizaba a los trabajadores y que sólo estaba al servicio de los patrones y los intereses foráneos. Por ello, como primer gran medida, a través del decreto 15074/43, Perón no sólo le elevó el rango a Secretaría, sino que lo dotó de todo lo necesario para ponerse en funcionamiento a lo largo del país, tanto con el personal capacitado como con los recursos económicos para tal objetivo. De una oficina obsoleta y estéril, pasó a contar con más de una delegación por provincia, donde no sólo se recibían denuncias, sino que se ejercía el control de forma activa en cada establecimiento laboral.
Se podía vislumbrar una política social que buscaba garantizar el equilibrio en el marco de la relación capital-trabajo. Como novedad se establecieron instancias de resolución de conflictos en el ámbito de la creciente Secretaría. Una medida definitivamente acertada, toda vez que hasta entonces los pocos conflictos que se judicializaban caían en manos de un sistema judicial conservador y poco parcial. Atrás habían quedado los días donde los trabajadores eran objeto de los humores patronales, sin ningún tipo de derechos ni posibilidad de discusión, y en el que el Estado no tenía intenciones de intervenir. Como diría el Gral. Perón “el olvido de los deberes patronales que, libres de la tutela estatal, sometían a los trabajadores a la única ley de su conveniencia…”
Pero claro, puesta en marcha la maquinaria en la administración estatal, era primordial abordar y reparar tantos años de desprotección jurídica de los trabajadores. Con la llegada de la Revolución se decretaron cientos de normas laborales que iniciaban el camino de la Justicia Social. Pero claro, de nada servían si no existía resguardo judicial, con los constantes actos de incumplimiento por parte de los patrones. Ante esta situación, desde la Secretaría de Trabajo se elaboró un proyecto para poder impulsar la otra pata que faltaba para establecer un mínimo marco de protección: los Tribunales del Trabajo. Hasta entonces los pocos casos que llegaban a la justicia, lo hacían en el fuero civil, ya que las relaciones laborales se regían por la norma general de los contratos. Dicho de otra forma, para la Justicia había plena igualdad de condiciones entre el empleador y el obrero, para encarar un contrato laboral, pero curiosamente (o no tanto) siempre era el empleador quien tenía “más razón” en el pleito.
Con la puesta en funcionamiento de los nuevos tribunales, mediante el Decreto 32347/44, comenzó una nueva era donde los trabajadores contaban con una justicia accesible, con la aplicación del nuevo derecho regido por los principios protectorios, y en términos económicos, ya que hasta entonces eran sólo una minoría quien tenía la posibilidad de alcanzar esa costosa instancia ante un conflicto. También los nuevos Tribunales garantizaban la celeridad del proceso propia del nuevo fuero, que por las características de los actores no admitía dilación alguna. En síntesis, el Poder Judicial vio nacer por impulso de la nueva Secretaría de Trabajo, una rama novedosa, gratuita, expeditiva, que venía a interrumpir décadas de destrato a los obreros, y a poner todo el sistema al encuentro de la Justicia suficiente para sentar las bases de la nueva Patria.
Por su parte, si hubo una característica del Movimiento Obrero hasta entonces fue la atomización y la poca capacidad de resolución de conflictos, por motivos ideológicos y naturalmente por la represión permanente durante la Década Infame. Con la ley de Asociaciones Profesionales, el Coronel Perón otorga la herramienta más importante y vital para los trabajadores organizados. En ella, descansan los más sagrados basamentos que determinan y constituyen el Modelo Sindical Argentino, ejemplo en todo el mundo y de plena vigencia en la actualidad. Nacía así un sistema que, a través de la promoción estatal, se daba libertad a los trabajadores para constituir sus propias organizaciones, las cuales, mediante la unidad de representación, se consolidaban con mayor fortaleza para negociar.
De esta manera, con este conglomerado normativo se fundaron los cimientos de una estructura revolucionaria, abordado desde la misma organización y vida interna de los sindicatos, con un Estado fuerte que, a través de la Secretaría de Trabajo y previsión, desde la descentralización en todo el territorio nacional buscaba regularizar y garantizar la aplicación de la legislación laboral, y con los nuevos tribunales del Trabajo que permitían el pleno acceso a una justicia imparcial, pero clarificada de la relación asimétrica entre las partes y de las profundas injusticias a las que se acostumbraba hasta entonces.
A pesar de que en pocos días se cumplirán 47 años del último golpe de estado, nunca dejaron de aparecer personajes que insisten con reformas laborales, hablan de la industria del juicio laboral, demonizan a los sindicatos, y avanzan contra cuanta conquista de los trabajadores sea posible. Se amparan en una Corte parcial y amiga, construyen relatos mediante las nuevas formas que permiten los medios de comunicación, buscan deslegitimar los derechos sociales y políticos adquiridos en los gobiernos peronistas, con el discurso de los setenta años de decadencia, el populismo y otras yerbas.
En síntesis, atacan las chimeneas que la Revolución del 43’ y Perón levantaron para construir una nueva Argentina potencia y soberana donde reinó la Justicia social. Nunca perdonarán que aquel Coronel permitió que los trabajadores puedan mirar a los ojos a los patrones para discutirle condiciones. Tienen el mismo objetivo que manifestó el General Harguindeguy. Sin embargo, si el Movimiento obrero y la Militancia Peronista tienen plena consciencia de nuestra historia, de nuestra luchas y conquistas, y también de las permanentes amenazas de estos personajes junto a los sectores más concentrados, sin lugar a dudas tendremos cada amanecer un nuevo 4 de Junio de 1943.