18 de noviembre de 2024

NCN

Para que el ciudadano tenga el control.

Todo lo que Trump no cambia, por Alberto Asseff*

Con esa tendencia reduccionista que tantas equivocaciones nos inducen a cometer, ahora se dice que con la llegada de Donald Trump a la presidencia norteamericana el mundo ha cambiado casi con un giro copernicano, lo cual nos obligaría a trocar nuestras políticas, no sólo la internacional. Supuestamente, la estrategia del gobierno nacional se sustenta en un escenario globalizado donde impera el libre comercio. Esa idea se ha desplomado ante la ola proteccionista que se está desencadenando.
Me propongo exponer todo lo que no ha cambiado con Trump que es correlativamente todo lo que nos debemos a nosotros mismos, más allá de si se desata más protección y restricción comercial en el planeta.
Con o sin protección comercial la Argentina debe mejorar su sinergia público-privada, no sólo en materia de recíproca colaboración – que implica mutua comprensión de los valiosos roles de cada sector -, sino asociándose para grandes emprendimientos como los Planes Belgrano – para el Norte – y de Desarrollo- para la Patagonia.
Igualmente, tenemos que mejorar nuestra productividad, es decir el resultado de nuestro trabajo. Con iguales esfuerzos, tiempo e insumos tenemos que lograr más y superiores bienes y más valiosos. Ya a principios de 1955 el entonces presidente de la República estaba preocupado por esta cuestión que, como vemos, arrastra más de sesenta años de fracasos.
Asimismo, debemos agregar valor al trabajo. Jamás vamos a lograr remuneraciones como las que anhelamos si no le añadimos valor a los bienes y servicios que producimos. Tenemos que planificar cuánto aceite más produciremos y exportaremos y cuánta soja sin elaborar venderemos menos. Este asunto tan vital exige que I +D – investigación y desarrollo – se desplieguen con el aporte estatal, pero también privado. El mundo no ha mutado los requerimientos de avances tecnológicos, tema en el que nosotros somos perezosos, a pesar de ingentes recursos que se invierten, desde la Fábrica de Aviones hasta ARSAT. En esto también la situación reclama que donde pongamos un peso debemos obtener un resultado concreto. Fin del despilfarro se llama a esto.
Con Trump tampoco cambian que nuestra infraestructura energética, vial, portuaria, ferroviaria, portuaria y demás requiere mucha inversión, modernización y ampliación. Obsolescencia es la palabra que describe nuestra realidad en este terreno.
Con el nuevo presidente de EEUU no trocan necesidades imperiosas como poner fin a la impunidad que blinda un conjunto de jueces federales que, como mínimo, han sido ineficaces a la hora de arrinconar y acotar a la corrupción saqueadora del erario público; como profesionalizar, disciplinar, entrenar y depurar a las fuerzas de seguridad para que las tengamos incondicionalmente aplicadas a protegernos, en lugar de que muchas veces sean conniventes con el delito; como recuperar la educación para que remotive a docentes y alumnos y para que prepare a los argentinos del futuro inmediato en valores y en conocimientos y técnicas; como pacificar los espíritus y regular nuestras demandas de modo que nos parezcamos paulatinamente a una sociedad civilizada donde los conflictos se dirimen en una eficaz Justicia – con todos sus instrumentos funcionando a pleno, incluidos los mecanismos prejudiciales – y no en las calles, avenidas y autopistas conculcando derechos y garantías constitucionales de muchísimas otras personas que sólo aspiran a ir a trabajar.
Un párrafo aparte y muy especial amerita una cuestión angular: la cultura del trabajo. Haya o no proteccionismo a nivel planetario, acá debemos restaurar en el trono social al trabajo, formidable ordenador, fenomenal dignificador. La Argentina de los “planes” debe ir reformándose gradualmente para dar sitio a la Argentina de la labor. Ello reclama mucha inversión de nuestro ahorro nacional y del foráneo. A su vez, estas inversiones demandan el imperio de reglas estables, de una Justicia independiente – bien elegida, mejor controlada, oportunamente removida si hay mal desempeño – y de paz social, vale decir sin azuzar los antagonismos por motivos espurios de índole electoral. ‘Cuanto peor, mejor’, ese funestísimo factor de atraso nacional.
Trump no modifica que la Argentina debe confiar mucho más en sí misma, transmitiendo esa confianza hacia afuera ¿Cómo van a confiar en nosotros si somos los argentinos quienes más dudamos y descreemos de nuestro porvenir?
El flamante ocupante principal de la Casa Blanca no altera la necesidad de que la Argentina acuerde doce Políticas de Estado, desde apostar al trabajo, pasando por la educación y la seguridad, hasta la de aprovechamiento del Mar, la recuperación de la soberanía completa en el Atlántico Sur, junto con el aseguramiento de la Argentina antártica.
Haya más o menos proteccionismo o libertad comercial, la Argentina y el mundo seguirán necesitando reformas, cambios y transformaciones. Seguramente que deberemos adoptar retaliaciones ante medidas paraarancelarias o impositivas que restrinjan nuestras expòrtaciones, pero eso no empece a nuestras estrategias de cambios que el país no puede postergar.
En suma, el proteccionismo que parece soplar casi cual tempestad, no cercenará la idea de que es solo con libertad como el hombre desata su iniciativa creadora y promotora. Por eso es altamente pernicioso extraer falaces conclusiones sobre las consecuencias del proteccionismo. No significa que el Estado y las políticas públicas deban continuar su expansión sin límites. El desafío es precisamente, cómo ensanchar el trabajo y la producción argentinos y cómo buscar y hallar los mercados de exportación que complementen al de consumo interno. Y ese reto incluye cómo lograr que la ganancia no se base en el sobreprecio del producto a la venta, sino en producirlo más barato y en mayor cantidad para cada vez más consumidores con más alto poder adquisitivo.
En definitiva, el arribo de Trump no nos releva de todos los cambios que debemos practicar, los cuales giran en gran medida sobre un eje llamativamente olvidado entre nosotros: la libertad, esa que nos da alas, nos hace madurar y nos permite crear. Es decir, esa que le da densidad y estatura a nuestro ser, tano individual como el que colectivamente constituimos como ciudadanía.

*Diputado por el Mercosur

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