Tregua de Navidad: noche de paz entre fútbol y canciones en plena guerra (videos)
En 1914, durante la Primera Guerra Mundial, un grupo de soldados alemanes y británicos decidieron hacer una pausa en el fuego para hacer lugar al Cristo niño en sus corazones. Esa pequeña y trascendental decisión pasó a la historia como «La tregua de Navidad».
Luces en la «Tierra de Nadie»
Parecían estar solos en los campos de Flandes, condenados a dispararse unos a otros desde trincheras bien construídas pero rebosantes de agua estancada, heces humanas, sangre, gritos, heridos, cádaveres mutilados, ratas y terror.
Como si el nombre fuera una invitación a cambiar el destino infernal en el que estaban inmersos, la “Nochebuena” instó a los alemanes a usar algunas de las cosas que les habían llegado recientemente desde sus familias; armaron árboles iluminados en los parapetos de las trincheras y en vísperas del 24 de diciembre, comenzaron a cantar el clásico villancico “Noche de paz” (Stille Nacht). La melodía endulzó los oídos de los británicos que, como en una competencia coral, empezaron a cantarla en inglés.
Ese aire fresco al aliento tedioso del miedo, el odio y el dolor animó a los que estaban en el frente opuesto a cruzar el infierno que los separaba elevando una bandera blanca. Los soldados británicos se sintieron atraídos por ese vergel anímico en medio de un desierto de muerte cruel, y poco a poco, fueron saliendo de sus pozos para unirse a sus enemigos en un alto el fuego.
Sobre la espontaneidad de la tregua, el historiador Stanley Weintraub cuenta en su libro Silent Night: “surgió entre la tropa pese a los edictos anticonfraternización tras vocear promesas como Tú no disparar, nosotros no disparar”. Fue así como por un instante eterno los enemigos despertaron al calor del amor navideño en un coro conjunto de villancicos que llevaron el paraíso a ese estadio sombrío. No solo se pudo respirar paz, sino también la presencia del recuerdo de sus infancias, familias y seres queridos. Se tendieron las manos en actos caballerescos de presentación, compartieron cigarrillos, chocolates, whisky y licores. Lo poco que tenían se lo ofrecieron mutuamente reemplazando así el intercambio de fuego y bayonetas.
En ese halo angelical que los abrazaba invisiblemente, se pusieron de acuerdo para que la tregua incluyera el día de Navidad y así poder dar digna sepultura a los muertos de ambos bandos desparramados en ése diabólico páramo. El cavado de tumbas y las ceremonias a los difuntos fueron también compartidas. Hasta hubo un capellán escocés que leyó el Salmo 23 en inglés y alemán: «El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…». Como niños felices con un nuevo amigo, hubo quienes se hicieron regalos e intercambiaron direcciones para futuros encuentros presenciales o, al menos, epistolares. La esperanza de un futuro unidos en la construcción de la vida en vez de la entrega a la muerte, impregnó esas almas jóvenes puestas ahí para destruirse mutuamente. Y como es propio de los muchachos, jugar al fútbol los puso en una oposición donde primó la diversión y el encuentro de los cuerpos desde otra perspectiva.
Los jóvenes querían jugar, cantar, beber, contarse los planes a futuro, mostrar fotos de sus seres queridos; hacer lo que todo muchacho hace en tiempos de paz. Después de eso, menos que nunca querían seguir con la guerra, pero el maligno volvió a susurrar en las mentes de los mandos el odio del rey Herodes a los inocentes. Y así fue como al comenzar el año nuevo, cada uno volvió a su trinchera so pena de castigo (que implicaba destierro sin armas y víveres en medio de un campo de batalla y otras torturas seguidas de lenta muerte).
Aquel suceso llegó a la prensa un año después; en ese recorrido de boca en boca de aquella época -y a pesar de las negativas y amenazas de los mandos superiores-, el contagio de la iniciativa volvió a repetirse en otros lugares en cada Navidad donde se libraban batallas durante los siguientes años que duró la guerra que exterminó a millones de jóvenes almas.
Canciones, guerra y fútbol
Como si el espíritu grupal de aquellos jóvenes soldados tan sufridos quisiera seguir cantando, pateando una pelota y compartiendo lo poco que tenían, la inspiración tocó a un par de artistas que lograron resucitar aquel fenómeno navideño. En 1983, Pipas (o flatutas) de la Paz (Pipes of peace) del Beatle Paul Mc Cartney, no solo se convirtió en un éxito mundial por su bella melodía, sino que su historia tocó los corazones del mundo entero que, un año antes, había visto con asombro como Argentina y Gran Bretaña entraron en guerra por Malvinas e Islas del Atlántico Sur, donde se usaron trincheras y combate de cuerpo a cuerpo (con bayonetas) al “mejor” estilo de las guerras mundiales sucedidas décadas atrás. La canción es sobre la Tregua de Navidad en Ypres (Bélgica) en 1914.
El lanzamiento del sencillo fue acompañado por un original videoclip donde se representa aquel hecho histórico teniendo como principales protagonistas a dos soldados, uno británico y otro alemán, ambos interpretados por McCartney. Una historia sencilla donde se puede ver a esos combatientes intercambiando fotos de sus familiares mientras que los otros soldados se saludan, comparten cosas y juegan al fútbol hasta que la caída de un obús en la cancha que los abrigaba, los obliga a volver a sus respectivas trincheras. La producción visual acompaña una letra que evoca la idea de que lo único que diferencia a los hombres es el uniforme, la bandera y el idioma, pero que en su interior, laten los mismos sentimientos.
En 1991, la banda británica The Farm, lanzó lo que también se convirtió en un éxito musical, y por ende, en un clásico: “All Together Now” (Todos juntos ahora) como otro homenaje a ese día de paz .
En un principio había sido titulada «Tierra de Nadie» haciendo referencia al campo minado, los flagerantes alambrados, parapetos y otros perversos obstáculos que mataban o mutilaban a quienes pasaran por allí. Pero luego, como en un juego de sentido que ofrecen los oxímoron – en este caso haciendo referencia al grito de los sargentos británicos a la tropa antes de salir de las trincheras para dar un ataque, pero revalorizando la intención en el encuentro navideño de los enemigos- se convirtió «All Together Now«.
Peter Hooton, vocalista de la banda y autor de la pieza expresó que “es una canción sobre la unidad y la humanidad». Un detalle que la convierte en otro hito recordatorio de aquel milagro navideño, es que los acordes son los mismos que los de Canon de Pachelbel.
Tan pegadiza resultó, que se convirtió en un himno futbolístico de la Liga inglesa. En este sentido, fue utilizada también para animar al club inglés Everton en la final de la Copa de la UEFA de 1995 y a la selección inglesa en la Eurocopa de Portugal de 2004. Y en el 2006, la versión del grupo femenino Atomic Kitten, se convirtió en la canción oficial del Mundial realizado en uno de los países que había participado del instante santo de la guerra de principios del siglo pasado: Alemania.
Por Silvina Batallanez