El senador radical Ernesto Sanz, uno de los impulsores del acuerdo entre la UCR y el PRO y que por tal motivo se mencionaba como un posible número puesto en un gabinete de Mauricio Macri publicó una carta abierta explicando los motivos por los cuales deja la conducción política.
Accede a la carta completa:
UNA NUEVA ETAPA PARA EL PAÍS, PARA LA UCR Y PARA MÍ VIDA PERSONAL.
Pocas veces me he sentado a escribir con tanta carga emotiva como en este momento.
Muchos medios me han pedido notas de opinión que trataré de cumplir. Pero antes, quiero transmitir lo que estoy viviendo en este espacio personal, directo y casi íntimo.
Se abre una nueva etapa en la Argentina. Apasionante, desafiante, llena de esperanzas y también de ansiedades.
Acostumbrados a escenarios predeterminados donde otros decidían, lo que hoy comienza no tiene otros dueños que los propios ciudadanos.
Libres, adultos, responsables. Orientados sí, por una dirigencia política que no se cree fundacional ni omnipotente. Creo con todo mi corazón que Mauricio Macri y Gaby Michetti serán el catalizador de un cambio positivo, no tan solo de rumbo hacia el progreso y desarrollo, sino un cambio más profundo y más intenso en aquello que no se ve a simple vista, pero que inunda a toda una gestión.
Habrá en la Argentina un gobierno de buenas, nobles y honestas personas. Parafraseando a aquella mítica película española digo: «Amanece, que no es poco».
Se abre también una nueva etapa para la Unión Cívica Radical. Que en primer lugar tiene derecho a festejar y a sentirse protagonista de esta hora especial.
Etapa que no empezó en Gualeguaychú, como pareciera, aunque esa Convención quedará para siempre en la historia de los grandes eventos ya no del partido, sino del país.
El cambio empezó a gestarse mucho antes. Silenciosamente en muchos momentos, con gran notoriedad en otros.
El cambio arrancó desde el mismo momento en que decidimos pararnos en la vereda de enfrente del Kirchnerismo, sabiendo que no había ni hubo nunca allí un «proyecto nacional y popular de inclusión», sino un puro, simple y hasta primitivo modelo de acumulación poder político y económico.
Esta clarita la diferencia, ¿no?
Fueron muchos años de transitar el desierto. Resistencia, templanza, coraje cívico. Y, por qué no, cierta incomprensión en momentos en que el modelo «arrasaba» no sólo en las urnas, sino en la consideración pública.
Pero allí estuvimos. Enfrentando al poder desde una banca, como en aquellos debates de hace diez años con la propia Cristina Fernández de Kirchner. Superpoderes, DNU, Consejo de la Magistratura.
Luego con la resolución 125, liderando al arco opositor. Y ahora, en este tiempo, haciéndonos cargo del más importante desafío de la democracia recuperada en el 83: evitar la hegemonía del partido único, devolviendo al sistema las dos grandes columnas de la calidad democrática: EQUILIBRIO y ALTERNANCIA.
Viene ahora un tiempo distinto. Hemos recuperado la condición de partido de gobierno, que es mucho más que compartir un gabinete.
Allí están los cientos de concejales, legisladores provinciales, intendentes, gobernadores y legisladores nacionales que conforman una fuerza ineludible e indispensable para gobernar la Argentina que viene. Cada uno desde su lugar, es soldado de Cambiemos, el Frente que construimos con pasión, visión estratégica y profunda vocación republicana.
Pero con los nuevos tiempos vienen también nuevos desafíos.
No hay registro en nuestra historia de haber llegado al poder en una coalición cuya conducción no pertenece a la UCR. Pero al mismo tiempo, cuya fortaleza parlamentaria y territorial sí tiene mucho que ver con la UCR.
Allí está entonces el nudo del desafío, que no es otro que compartir GESTIÓN y POLÍTICA. No habrá buen gobierno si no se entiende que ambos factores son indisolubles.
Cambiemos está lo suficientemente maduro como Frente de Gobierno para hacerse cargo de ese desafío, y los radicales aportaremos todo lo que somos y tenemos para ese fin.
Por último, sabiendo que no es lo más importante pero sí lo que cause más impacto por lo novedoso, quiero contarles que esta nueva etapa también lo es para mi vida personal.
Es algo muy simple y profundo desde el sentimiento, aunque complejo y difícil de comunicar desde la racionalidad.
Primero una definición: soy un hombre que actúa en política y no un político que en sus ratos libres se acuerda que hay «algo más» fuera de la política. Pasa que eso, tan obvio, queda distorsionado por la realidad durante muchos años. Tantos que ya me cuesta recordar el comienzo.
Exceso de responsabilidad, adrenalina, desafíos permanentes, ego, vanidades… Un cóctel impresionante que formó un torbellino de enorme intensidad sobre todo en los últimos 10 años.
Podría definirlo de mil maneras, desde muchos ángulos, pero lo resumo en una frase para que se entienda bien: Soy, sin duda, el político argentino que acumula más días y noches fuera de su hogar en los últimos años.
Y acá viene entonces el cambio, que llega también a mi vida personal. He decidido recuperar el espacio de hombre, que es el espacio de mis amores, de mi lugar en el mundo y también el espacio de sueños de vida que fui postergando mucho – demasiado- tiempo y que ha llegado la hora de concretar.
No voy a ocupar ningún lugar ni en el Gobierno ni en mi Partido.
Lo saben ya Mauricio Macri y los máximos dirigentes del radicalismo; y lo saben, como corresponde, antes de esta carta y fruto de conversaciones íntimas, emotivas y muy pero muy valiosas.
También saben que estoy y estaré ayudando de muchas formas y en circunstancias varias, porque la política forma parte de mi propio ser, aún cuando me aleje de los cargos públicos.
De lo que se trata, en definitiva, es que para poder ayudar a otros a ser felices uno mismo debe encontrar su propia felicidad.
He elegido el camino, porque ante todo, soy todavía el dueño de mi vida. O, como repitió tantas veces Mandela de aquel poema Invictus de William Henley: «yo soy el capitán de mi alma».
En fin, como dice el título de esta carta, una nueva etapa para todos. Para vivirla con alegría, con pasión, con mucho amor por el país, por su gente, por la buena y sana política. Y por nosotros, que nos lo merecemos.
Gracias …. Y VIVA LA ARGENTINA.