Una clase dirigente que priorice el valor de la humildad
Por Jorge Gómez, Pastor evangélico. Diplomado en liderazgo de la Universidad Abierta Interamericana, licenciado en Higiene y Seguridad, director ejecutivo de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina
Cuando éramos niños, jugábamos a ejercitar nuestra mirada de la realidad. ¡Veo Veo! ¿que ves?, ¡una cosa!, ¿de qué color? Esa observación situados en el espacio de una habitación, para acertar el objeto del color mencionado, fue un juego que nos ayudó a agudizar nuestra mirada. Gregory Bateson precursor del constructivismo dijo: “No vemos el mundo como es, lo vemos como somos nosotros”. Nuestro ser impregnado de nuestras creencias, ideologías, conocimientos, experiencias y cultura crea una opinión de lo que identificamos como realidad.
La misma que observamos e interpretamos y que damos a conocer de manera privada o pública por medio de nuestro lenguaje, que describe esa realidad. Ese lenguaje, según Esteban Echeverria es generativo, es acción, hace que sucedan las cosas, desde el lugar desde donde decimos las cosas. Solo basta con ver ese lenguaje en las redes sociales, un tuit es capaz de cambiar la realidad y generar acciones en el término de minutos, días, generando cambios que benefician a unos y no tanto a otros.
Pero la gran pregunta, independientemente de nuestro mensaje, es si nos hacemos cargo de esa realidad, independientemente de los lentes de nuestros paradigmas, que darán una graduación aumentada o acortada de los hechos a los cuales hacemos referencia.
Las Sagradas Escrituras a través de una de sus cartas paulinas, enfoca cómo vemos: “Ahora vemos todo de manera imperfecta, como reflejos desconcertantes, pero luego veremos todo con perfecta claridad. Todo lo que ahora conozco es parcial e incompleto, pero luego conoceré todo por completo, tal como Dios ya me conoce a mí completamente”. 1ra Corintios 13:12.
Quienes profesamos una fe, en un país de pluralidad religiosa, creemos que Dios es el creador de todas las cosas y por lo tanto todo lo ve. En ese sentido, desde nuestra condición distintivamente humana, nuestra mirada no es completa y mucho menos perfecta, es versión limitada, tiene puntos ciegos que requiere que otros y desde otro ángulo de la información, nos brinden datos que son vitales para potenciar nuestra vida.
Pero siendo el ser humano un ser integral, sujeto a voluntad, emocionalidad y espiritualidad, la carencia de una comunicación de los principios y valores universales, que podríamos sintetizar en los diez mandamientos, ha naturalizado un lenguaje que minimiza varios de los flagelos que están destruyendo nuestra sociedad. En lugar de enfrentar el problema de la drogadicción, lo denominamos reducción de daños, en lugar de resolver las diferencias en el liderazgo que define los designios de un país, se naturaliza la grieta. Deberíamos quitarnos nuestros lentes desde donde miramos e interpretamos la realidad para sentarnos a la mesa del diálogo, el consenso y la unidad nacional. Quizás parezca una utopía pero solo se requiere de dos pasos: actitud y voluntad.
No veo otro camino diferente al de transitar la ruta del consenso en lo que sabemos que estamos de acuerdo pero que nunca concretamos como política de Estado. Inevitablemente necesitamos una clase dirigente que priorice el valor de la humildad, para hacer florecer la verdad; esta no es de propiedad privada, sino que está por encima de todo, esa es la verdad que nos permite vivir en libertad, desatados de la mentira, de la corrupción, del odio y la desidia. Es la que da el lugar al esfuerzo, la transparencia, el trabajo y la educación. Defendamos el buen lenguaje, que genere el progreso y no el retroceso, la educación y no la desinformación. El compromiso por el otro en lugar de la división. Usemos un lenguaje coherente, difundamos ese lenguaje donde quiera que nos encontremos. Convencidos de lo que hoy no vemos, pero con la certeza que lo que esperamos ocurra. ¡Esto es la fe!