«Voucher Educativos»: ¿De qué se trata el sistema que propone Javier Milei?
Desde que anunció su candidatura a Presidente. O mejor aún, desde que arrancó su gesta en la política, el Liberal Javier Milei ha pronunciado varios conceptos o pretensiones que llevaría a cabo si lograra hacerse del “Sillón de Rivadavia”.
Desde hacer “desaparecer” el Banco Central hasta la cancelación de Ministerios como el de la Mujer, cada una de sus ideas trajo consigo un debate entre quienes lo creen extremista y quienes lo apoyan.
La última futura “acción de Gobierno” que Milei adelantó fue la implementación de un sistema para que esta deje de ser gratuita un. Habló de «voucher para estudiar», con el que reemplazaría la enseñanza gratuita y obligatoria.
Más allá de la réplica de Docentes y funcionarios que lo acusaron de tener una postura «antiderechos», en NCN vamos a repasar de donde surge esta idea que no es originaria del propio Milei, sino que nace en 1950 de la mano del economista ( también liberal por supuesto) Milton Friedman.
Sistema de Vouchers en la educación para que cada familia elija el colegio al que quiera mandar a sus hijos pic.twitter.com/1pA0dd4q0t
— El Peluca Milei (@ElPelucaMilei) January 25, 2022
Incluso en la Argentina el tema estuvo en agenda durante el gobierno de Menem, impuesto por entonces en el artículo “El derecho de enseñar y aprender”, de los también economistas Alberto Benegas Lynch y Martín Krause.
El sistema fue incluso utilizado en varios países que comenzaron a aplicar políticas neoliberales (entre las décadas del 80/90), siendo Suecia muchas veces citado como ejemplo de su aplicación.
Pero ¿Cómo es el sistema? Desde una mirada económica, el sistema de voucher educativos consiste en que el Estado en vez de subsidiar la oferta (las escuelas) subsidie la demanda (los alumnos). De esta manera se pretende que las escuelas compitan por tener más alumnos y que, en esta competencia, sean incentivadas para mejorar su calidad educativa.
El propio diputado explica en una cuenta secundaria de Twitter cómo se aplicaría en Argentina. “Básicamente los voucher lo que hacen es: reparten el dinero para que vos lo puedas aplicar en educación, y vos vas a la institución que vos quieras, ya sea de gestión estatal o de gestión privada” Al someter a las instituciones educativas a un sistema de libre competencia, se supone que aquellas que brinden un mal servicio tendrían menos alumnos y, por ende, menos subsidios. “
Están todas aranceladas, y vos podes ir a la que vos quieras, y eso las obliga a competir, y aquellas que tienen malos contenidos y malos profesores terminarán quebrando”, continua Milei en el video.
El sistema tiene además otros componentes, como que cada institución sea libre de modificar su currícula para atraer más alumnos y que, en caso de que una escuela tenga demasiados aspirantes, deberá priorizar a aquellos que vivan más cerca de la institución.
El Caso Suecia
El sistema de voucher educativos está vigente desde 1993. Según indica el artículo «¿Funciona el sistema de voucher en Suecia?» de David Mesa Noack, antes de eso, el sistema educativo sueco era centralizado desde el Estado y los resultados obtenidos en los exámenes internacionales se situaban bien por encima del promedio, pero Suecia implementó políticas neoliberales para escapar de una crisis económica, y estas políticas suponían que todo lo estatal era deficiente.
A partir del cambio en el modelo educativo, los resultados de los exámenes PISA, una muestra global del conocimiento de los alumnos de 15 años, fueron un duro golpe para el país. Suecia sufrió el más brusco descenso en sus calificaciones entre todos los países evaluados entre los años 2003 al 2012. El debate nacional reflejó la preocupación de toda la sociedad al encontrarse que un cuarto de los estudiantes no obtenía el mínimo esperado en las pruebas de matemáticas, la cantidad de alumnos sobresalientes se redujo a la mitad y las calificaciones empeoraban en todos los ámbitos analizados. Lo más llamativo era que este declive se evidenciaba al mismo tiempo que las mediciones nacionales mostraban un alza en las calificaciones
El problema es que, mientras que en el sistema tradicional la currícula y el nivel educativo está a cargo de docentes y expertos en educación, con el sistema de voucher queda sometido al criterio de los padres, que en la mayoría de los casos se demostró que no están capacitados para evaluar si una escuela tiene un buen desempeño o no.
Entonces, por más que una institución tenga buena exigencia y excelentes docentes, los padres pueden no enviar allí a sus hijos por estar en desacuerdo moral o ideológico con alguno de los contenidos. Esta situación genera una competencia que baja el nivel educativo.
En tanto una nueva dificultad que apareció recar en el método de evaluación: las escuelas favorecen exámenes con preguntas abiertas que permiten un alto grado de subjetividad en la calificación, y en muchos casos los docentes son presionados por los directivos para otorgar buenas calificaciones aun cuando no correspondieran, con el fin de incentivar a los padres a que continúen enviando a sus hijos a esa institución. Una de las críticas más recurrentes al sistema sueco —y a muchos otros— es que son los mismos docentes que imparten clases quienes califican a sus alumnos, en lugar de derivar la calificación hacia alguien imparcial.
Otro de los puntos donde “flaquea” el sistema sueco es que, en vez de promover la igualdad al dar a todos los niños las mismas oportunidades de asistir a cualquier escuela, sea privada o pública, lo que terminó haciendo es promover la segregación y la desigualdad.
De acuerdo a un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la sociedad sueca tuvo una mayor segregación de acuerdo a su clase social a partir de la implementación de los voucher educativos.
Esto pasó porque, como las escuelas deben priorizar a los alumnos que vivan más cerca, los niños que viven en los barrios más caros terminan yendo a la misma escuela y así también quienes viven en barrios obreros. Entonces, aunque se quiera dar la oportunidad a las familias pobres de elegir entre una escuela pública o privada, a la larga la competencia terminará limitando la oferta y a estas familias solo les queda enviar a sus niños a las escuelas que estén más cerca de su barrio, promoviendo una mayor segregación de clase y disminuyendo las posibilidades de movilidad social.